MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Luego de emular a Betty Page y al bondage desde los videos y las portadas de sus discos ligados al pop y de vestirse con originales John Galliano, peinarse y maquillarse a lo Dita Von Teese para aportar fashionismo a las alfombras rojas en ocasión de recibir premios por los culebrones que protagoniza, en 2007 la actriz Natalia Oreiro hizo público y rentable su affaire con la ropa mediante la apertura de una tienda propia llamada Las Oreiro (situada en Honduras 4780 y donde tiene como coequiper de diseño a su hermana, Adriana).
La reciente presentación de colección verano ‘09 de la firma transcurrió una tarde de septiembre en los jardines de la mansión del hotel Four Seasons y tuvo como argumento conceptual el dolce far niente de una tarde de verano y una mirada lúdica hacia el placard virada también a una política de exaltación de las curvas (que en los interiores del local grafican con un puesto de bombones y chocolates con forma de zapatos).
Entre las sillas dispuestas a modo de anfiteatro había actrices –Norma Aleandro y Graciela Borges fueron las divas– y a modo de paisaje sonoro se escuchaban clásicos kitsch alrededor del jazz escogidos por el dj Poppy Manzanedo. El resultado fue lo más parecido a un desfile de ficción, como los que muestran las telenovelas. La situación de moda remitió a un grupo de chicas, modelos muy jóvenes ataviadas con vestidos, soleros y trench coats en colores intensos: fucsia, lavanda, amarillo y violeta al que Las Oreiro adhieren por ideología estética e independientemente de los dictados de las tendencias (si bien en el apartado ropa de noche sumaron rojo y negro).
Durante los actings que compusieron el desfile, las modelos estuvieron agrupadas alrededor de poltronas, mesitas de té y chaise longues veraniegas e intentaron exaltar rituales y modismos femeninos, como el gesto de sacar el maquillaje y algún espejo del interior de una de las carteras símil escarcelas y vanity cases con aditivos de piedras que presentó la marca junto a una línea de calzado. Los recursos de la novela de moda de Oreiro aparecieron emparentados con la coquetería y el flirt que tienen su obra cumbre en los musicales en blanco y negro de Busbey Berkley y también en los cartoons y gráficas de Divito. El cierre de la pequeña tira de moda culminó con la aparición de un galán –el modelo Maxi Patané–, a quien si bien lo disputaron todas las modelos, se fue del brazo de Natalia (ella vestida con furreau rosa y un trench blanco por encima). La secuencia final fue un agasajo con formato de puesta de té, esta vez real, en las seis salas de la mansión, con scons humeantes, earl grey, pattiserie que, a diferencia del simulacro de té exhibido en el show, fueron devoradas y celebradas por las y los asistentes.
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