CLASIFICADOS
› Por Roxana Sandá
Que la necesidad de trabajo tiene cara de hereje es algo que no lleva a sorpresa. Pero que algunos zánganos se le monten a la desesperación de las mujeres mediante versiones renovadas del abuso y la estafa de los pocos pesos que les quedan en los bolsillos delata un siniestro que va más allá de la precariedad: los buzones del siglo veintiuno devoran con hambre de género. Sobre esta ciudad autónoma y el conurbano bonaerense se derraman avisos clasificados de agencias que ofrecen trabajo doméstico a cargo de señoras de primer nivel, con amplia experiencia en limpieza y mantenimiento de casas, excelentes cocineras y amas de llaves exquisitas. Cualquiera podría suponer que las estafadas serán clientas incautas, dispuestas a pagar sumas abultadas a una empresa ávida de dinero. Sin embargo, el saqueo se perpetra contra las mismas aspirantes al empleo. Se trata de una modalidad de agencias laborales truchas que roban los ahorros de mujeres pobres, dispuestas a depositar las migajas de confianza que les quedan en la caja de un grupo de desconocidos con oficinas en el centro. El sistema es una telaraña efectiva: tras la publicación del aviso en el rubro Empleos Ofrecidos del diario de mayor venta en la Argentina –donde se garantiza una rápida salida laboral, desempeño en casas de buenas familias y óptimas remuneraciones–, la interesada llama al número telefónico indicado o se presenta en la dirección que aparece. Un empleado le dirá entonces que para integrar el staff de personal doméstico disponible deberá presentar su DNI más 170 pesos. Una especie de “coseguro” que ayudaría a “achicar” el período de desocupación. Desde la redacción de Las12 se llamó a una de estas agencias para preguntar el porqué de la cifra escandalosa. Por toda explicación, respondieron “porque así ya quedás registrada”. Se sabe, el trabajo doméstico es una de las ocupaciones más proclives a la explotación, por el espacio privado en que se desarrolla y porque sus trabajadores son adolescentes y mujeres jóvenes que sufren diferentes formas de vulneración al emplearse en negro y padecer riesgos para su salud, abuso sexual y violencia. Si para el común de las mujeres el problema radica en un techo social, como se cree, para las más desprotegidas por la legislación el drama sigue estando en el piso de cristal. Y si la base donde se apoyan 1.126.000 empleadas domésticas está erosionada por “buzones” que refuerzan la devaluación del trabajo y su inevitable invisibilidad, las asimetrías genéricas amenazan con convertirse en un fenómeno inevitable de este siglo, que seguirá profundizándose.
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