INTERNACIONALES
Miembro del Opus Dei y columnista de un diario cercano al Partido Popular, Pilar Urbano acaba de sacudir a la abúlica realeza española. En su último libro, La reina muy de cerca, la periodista lleva agua para su molino fanáticamente católico haciendo hablar a doña Sofía en contra del aborto, la eutanasia y el matrimonio gay. La polémica recién empieza.
› Por M.B.
”Jubílate ya, Pilarica.” Así decía un blog dedicado a uno de los tantos best sellers de supermercado que anualmente publica la periodista española Pilar Urbano. Títulos sugestivos —Yo entré al Cesid, Jefe Atta—, de gran tiraje y lanzamientos a todo trapo, estos libros de liviana y sesgada investigación periodística suelen terminar en las mesas de saldo del Corte Inglés. Con gran sentido de la oportunidad, esta valenciana de cuidados 68 años y pelo corto y esponjoso recupera personajes y temas polémicos que siempre dan que hablar. A la biografía del paladín anticorrupción español, el juez Baltazar Garzón —El hombre que veía el amanecer, tituló esta señora con acertado ojo cinematográfico—, se suma el recientemente publicado La reina muy de cerca, que ha provocado malestar en La Zarzuela. Es que en esta compilación de las conversaciones que durante dos meses Urbano mantuvo con la reina Sofía, no deja bien parada a esta última (claro, según quién lo mire). En el libro, lanzado este mes para que coincidiera con el 70º cumpleaños de Doña Sofía, ésta rompe el principio de neutralidad que se espera de ella y se declara en contra del aborto —una importante y relativamente reciente conquista de las españolas—, la eutanasia y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Incluso, días antes de que Estados Unidos eligiera a su primer presidente negro, en sus páginas la reina se pregunta “¿qué importa el color de la piel?” de Barack Obama.
No bien se conoció el contenido del libro, varias agrupaciones de gays y lesbianas calificaron de “xenófobos” los comentarios de la reina, que oficialmente no puede tomar partido, votar, ni opinar sobre las leyes aprobadas en el Parlamento español. Precisamente, ése es el caso de la ley sancionada por el gobierno de Zapatero en 2005, que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo. La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb) incluso exigió a La Zarzuela una rectificación formal, que llegó a las pocas horas y fue levantada por todos los medios españoles. En el comunicado, la Casa del Rey lamentó “la inexactitud de las palabras” atribuidas a Doña Sofía, quien, en los encuentros con Urbano manifestó su “respeto” por las uniones entre homosexuales, pero que no aceptaba que se las llamase “matrimonios”. “La reina es valiente y no se puede acobardar por un pollo que han montado ahora los gays”, espetó Pilar Urbano en un conocido programa de radio español, Hora 25. Para qué... Enseguida llegó otra andanada de críticas provenientes de varios colectivos de defensa de los derechos de minorías sexuales, que reprobaron las palabras poco felices de esta “fundamentalista del Opus Dei”, como calificaron a esta socia numeraria de la controvertida organización católica. No fue casual que Urbano haya sido también la biógrafa del cura José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus y canonizado en tiempo record en 2002 por Juan Pablo II.
En un primer momento, la suerte de Pilarica, que ya había publicado un libro sobre la reina, parecía echada. Sus conversaciones con Doña Sofía nunca fueron grabadas, con lo que le sería imposible probar sus dichos si el asunto llegara a mayores. “En una batalla contra la Casa del Rey, Urbano debería durar lo que un caramelo a la puerta de un colegio”, aseguraba hace unos días el periodista radial Javier Casal. Pero la polémica, acicateada por declaraciones que llegan de todos los bandos —la izquierda, la realeza, los colectivos gays, las feministas y el Partido Popular—, claramente favorece las ventas del libro, cuya primera edición ya se ha agotado.
Ante los medios españoles, Urbano aseguró que en su libro transcribió todo lo que vio y oyó en La Zarzuela, que por otro lado habría aprobado las “galeradas” —pruebas— que la periodista le envió antes de que el material fuese enviado a la imprenta. Según Urbano, la reina sólo pidió que se pulieran comentarios que hubieran podido interpretarse como “despectivos” hacia la Corona británica. Las otras correcciones, asegura la autora, se referían a la foto de la tapa y a la primera opción para el título del libro, La reina confidencial, que finalmente fue cambiado por el menos explosivo La reina muy de cerca. En medio de la polémica que desde fines de octubre sacude los cimientos del abúlico y tranquilo Palacio de La Zarzuela, Urbano se permitió cuestionar incluso la redacción del comunicado real, que atribuyó a “algún edecán” demasiado celoso de la imagen de la reina. También rechazó que los dichos de Doña Sofía fueran de carácter privado, como aseguró la Casa del Rey. “Si las declaraciones son supuestas, pero en todo caso pertenecen al ámbito privado, como dice el comunicado, ¿en qué quedamos? Lo ha dicho o no lo ha dicho?”, se impacientó. “La reina sabía que esas conversaciones iban a aparecer en mi libro”, dijo la columnista estrella del diario conservador El Mundo, próximo al Partido Popular. “Mi redactor jefe se llama Verdad”, concluyó Urbano, calificada por sus simpatizantes como “cronista de la democracia”. Es que el 23 de febrero de 1981, cuando se consumó el intento de golpe de Estado que mantuvo en vilo a todos los españoles, la periodista estaba apostada en la Cámara de Diputados. “Tuve una metralleta a un palmo de mi cintura. No me tiré al suelo. Aquella tarde y aquella noche supe de un modo definitivo que la libertad vale más que la vida. En pie, seguí escribiendo mi crónica: la más viva y palpitante que he escrito jamás”, dice con prosa marketinera en el libro que publicaría más de dos décadas después, Yo indagué el 23-F. Con estética similar y un contenido decididamente autorreferencial, antes había publicado Yo entré al Cesid, escrito en pocas semanas y donde se narra un novelesco cóctel de espionaje y contraespionaje con escenario en el Centro Superior de Información de la Defensa, el servicio secreto español, que en 2002 pasó a llamarse Centro Nacional de Información. No se la puede culpar: esta periodista se ha ganado el mote de “sacacorchos”, término no siempre positivo que ha prendido como pólvora entre la opinión pública local para referirse a los reporteros incisivos, pero que a veces privilegian el tono amarillista a la escurridiza y por momentos quimérica imparcialidad periodística.
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