Sáb 08.11.2008
las12

MONDO FISHON

Y la nave fue

› Por Victoria Lescano

“Queremos recrear en la ropa los efectos del tren fantasma, que las prendas salgan de las tipologías vestido y vayan en otra dirección y empezar a construir prendas unidas entre sí sin usar máquinas de coser”, enunció Diego de Adúriz a comienzos de 2000, cuando junto a Manuel Brandazza integraba el dúo de diseño Brandazza de Adúriz, y juntos construyeron un estilo en base al culto al animé, las cintas de raso y pespuntes que simulaban circuitos de computadoras.

Sus puestas con tintes flúo que se pasearon por la pasarela Baf Week, la cima del monte Uritorco, una fiesta inolvidable en el parque de diversiones Interama y también el ciclo Malba Moda y que se anticiparon al actual furor de la new rave y de los coloridos uniformes de los niños floggers. Si bien la firma de diseño se disolvió, Diego se abocó a la escritura de poesía y a la pintura, mostrando en Belleza y Felicidad y, más recientemente, en un envío de la galería Appetite a la Frieze Art Fair de Londres, aunque continuó diseñando atuendos para la escena electrónica y a medida de los Djs Pareja.

Y en Las naves, el happening que el artista dio en el ciclo Límite Sud, en el Pabellón de Exposiciones y con una sala para performances curada por Vivi Tellas y Roberto Jacoby, volvió el concepto de tren fantasma que él anheló construir desde la moda hace varias temporadas.

Alrededor de una trama textil construida con trapos de neón que simulan maquinarias, escaleras de pintor como único mobiliario, una ejecutante de xilofón vestida con catsuit negro, collar de perlas y zapatos pump en rosa chicle conduce la banda sonora en la que irrumpen chillidos de flautas, acordeones y gemidos.

A ambos lados, una troupe de personajes que interactúan con sus máscaras flúo ofician de parientes locos de las figuras glamorosas que aparecieron en pasarelas níveas de otras temporadas. Entre ellos, hombres en leggings de encaje blanco, tocados cartoneros que recrean extraterrestres, máscaras tribales y una versión casera y clase B del hombre de lata de El mago de Oz devenido OVNI.

La pasarela-nave, rodeada de pequeños banquitos portátiles que desplazan los límites de la primera fila, admite además un disfraz de ángel, una fantasma versión sportswear, un exhibicionista, una escena de lucha entre samurais circenses, chicas cultoras de la disco, una modelo con clásica tipología de vestido shift en organza y un Dj con su ineludible buzo con capucha. Alguien arrastra un perchero con bermudas y fundas, casi como en los primeros desfiles de Martin Margiela y el show culmina en un simulacro de fiesta de estética trash couture y cualquierista en el espacio.

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