Vie 27.12.2002
las12

SOCIEDAD

Economía mirando abajo

Marta Bekerman creó en Buenos Aires un sistema de crédito inspirado en el Banco de los Pobres, que el economista Muhamed Yunus fundó en Bangladesh: un banco para los que jamás pisaron un banco. Ya se han otorgado casi 300 microcréditos para gente que hasta ahora no tenía ninguna chance de obtener ayuda.

Por Sonia Santoro

Mi mensaje es que no existen los héroes, que cada uno puede hacer algo por el otro desde lo que sabe hacer.” Si hay algo de lo que sabe Marta Bekerman, quien lo dice, es de economía. Y sobre eso se puso a hacer. Adaptó el modelo del Banco de los Pobres, que desde los 70 funciona en Bangladesh, y, junto a un equipo de colaboradores, lo implementó en algunas villas de la Ciudad de Buenos Aires. Haciendo las cosas al revés de lo que dice la economía tradicional, creó un banco para los que jamás habían pisado uno, les dio crédito a quienes no tienen garantía; todo sostenido en la confianza mutua. O sea, un banco al revés.
El Grameen Bank o Banco de los Pobres fue creado por el economista Muhamed Yunus en los 70 para Bangladesh, su país de origen, uno de los más pobres del mundo.
En 1974 una hambruna devastó Bangladesh. Los hambrientos, los muertos, estaban por todas partes. “Era difícil distinguir los vivos de los muertos”, cuenta Yunus. Y él, que era jefe del departamento de Economía de la Universidad de Chittagong y amaba la elegancia de las teorías económicas, se preguntó para qué servía todo eso si la gente se moría de hambre en la calle. Entonces, tomó “el punto de vista del gusano”. Se metió entre los pobres de la aldea de Jobra para ver qué pasaba. Investigó y se encontró con un dato aberrante: que en esa aldea 42 personas necesitaban sólo 856 takas, menos de 27 dólares entre todos, para salir de su situación de miseria total. Algo que no podían hacer porque la única posibilidad que tenían de trabajar era pedir dinero a prestamistas que cobraban intereses usureros. “Trabajaban el día entero, no eran pobres por estupidez o por pereza...”, dice, sino porque “las estructuras financieras del país no tenían la vocación de ayudarlos a mejorar su suerte”. De ese estado de semiesclavitud no saldrían jamás. Solo con crédito podrían revender sus productos al mercado obteniendo un margen bastante mejor entre los costos de los materiales y el precio de venta, pensó.
Quién sabe qué de todo lo que cuenta Yunus impactó a Bekerman. Lo cierto es que ella –cuyos temas en economía siempre fueron la integración regional, la competitividad, los sectores productivos– un día también sintió necesidad de salir de la universidad, ver lo que le pasaba a la gente y de qué manera la economía podía resolver los problemas reales que tenían diariamente para poder comer.
En el año 1998 ya había armado una red con sus compañeras jugadoras de tenis para proveer de alimentos todos los meses al comedor de Margarita Barrientos, ubicado en la villa Los Piletones, en el Bajo Flores. Pero en 1999, cuando Barrientos fue elegida la mujer del año, Bekerman consideró que ya podía dejar de contribuir con el comedor, ya que el mismo iba a contar con el apoyo necesario. Esto le permitiría iniciar nuevas actividades en la villa.
La economista, que había leído Hacia un mundo sin pobreza, el libro donde Yunus cuenta sobre la formación del Banco de los Pobres enBangladesh, decidió implementar esa experiencia en la Argentina. “Hice un clic y junté libro y villa”, cuenta. El clic derivó en comenzar a otorgar microcréditos en la villa Los Piletones. “Al principio me costó que la gente aceptara la idea”, dice, pero fue fundamental la comprensión y el apoyo inicial que Margarita Barrientos le brindó al proyecto.
Ya se han otorgado 280 microcréditos de entre 200 y 300 pesos. Al principio, el dinero para otorgar los créditos surgió de su bolsillo y el de otros investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Después recibieron el apoyo de la Fundación del Banco Ciudad, y de la UBA. Si bien la idea es que el proyecto sea sustentable en el largo plazo, para no depender de los subsidios, todavía están lejos de contar con los recursos necesarios, ya que las necesidades de crédito son inmensas.
Las tareas se iniciaron en la villa Los Piletones y luego en la villa contigua de Fátima. Para poder profundizar el proyecto se creó la asociación civil Avanzar por el desarrollo humano. El equipo de trabajo está conformado por diez personas, incluyendo graduados y estudiantes de la carrera de Economía, de Contabilidad y de Trabajo Social (y siempre a la espera de voluntarios que quieran aportar a partir de un espíritu solidario).
El trabajo del equipo de los oficiales de crédito comienza con la difusión del programa y el incentivo para que la gente se decida a iniciar un negocio. Luego los ayudan a pensar o a mejorar la gestión del mismo. Sólo cuando se evalúa que el proyecto tiene posibilidades de ser exitoso se les otorga el crédito. Y luego se los acompaña en la tarea de desarrollo de los emprendimientos.
En el Grameen Bank, el 94 por ciento de los créditos son entregados a mujeres. ¿Por qué prestar a las mujeres en lugar de a los hombres? Yunus comprobó que si el crédito se daba a las mujeres producía cambios más rápidamente que si se otorgaba a los hombres. “La escala de valores del hombre es completamente distinta: los niños no les parecen una prioridad absoluta. Si un padre que vive en la miseria comienza a aumentar sus ingresos, se ocupa en primer lugar de sí mismo. En estas condiciones, ¿por qué iba el Grameen a confiar en los hombres”, cuenta.
Con el desarrollo de los emprendimientos, el rol de la mujer cambia y transforma las relaciones sociales intrafamiliares. “Hubo mujeres que dijeron ‘yo ahora traigo plata, así que ya no me puede tratar como quiere’. La mujer logra autonomía, lo que, en muchos casos, contribuye a mejorar la calidad de vida de la familia y a asegurar la escolaridad de los chicos”, cuenta.
El Banco de los Pobres versión local otorga créditos solidarios. Son de carácter individual, pero las personas deben ser integrantes de un grupo mínimo de tres que se garantizan mutuamente por el pago de lo prestado. Los prestamos son devueltos semanalmente con un depósito en la sucursal Villa Soldati del Banco Credicoop. Muchos es la primera vez que van a un banco.
El nivel de pago de las cuotas es muy elevado, cuenta Bekerman. Esto es importante, porque quienes participan “deben entender que dependen de su propio esfuerzo”. En Bangladesh hasta había bandas de mendigosque ponían a bebés en vasijas para deformarlos y tener con qué pedir, cuenta. “La gente que participa del proyecto no debe tomar al crédito como un regalo, sino como una oportunidad”, comparte Bekerman.
Bekerman realizó su posgrado de Economía en Londres. Es investigadora del Conicet y docente de Desarrollo Económico en la Facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Además está dentro de las huestes del Plan Fénix, contrario a la visión del pensamiento único como forma de dar respuesta a los problemas económicos. Algunos cuatrimestres ha llevado a sus alumnos a visitar la villa, porque está convencida de que “un economista tiene que saber que las personas no son números”.
El proyecto está generando permanentemente nuevas ideas. Por ejemplo, en este momento se está haciendo una presentación al Ministerio de Trabajo para conseguir sueldos para profesores que vayan a la villa a capacitar a los microempresarios en nuevos oficios o a profundizar en el que ya están desarrollando. Otro proyecto en estudio es que estudiantes de administración de la Facultad de Ciencias Económicas puedan actuar como asesores o tutores de los emprendedores.
Por otro lado, la idea es ir expandiendo el proyecto en nuevas áreas en función de los recursos disponibles. Por ejemplo, comenzaron a dar microcréditos a personas desocupadas del Barrio de Copello, a través de un acuerdo con la Comisión Vecinal del mismo. La idea de trasladarse a un barrio de “nuevos pobres” se debió a que “recibíamos muchos pedidos de hacer algún proyecto que pudiera extenderse a la creciente población de clase media que se fue quedando sin trabajo. En un centro de gestión llegaron a decirnos que algunos nuevos pobres estaban peor que los habitantes de la villa, porque tienen que pagar luz, gas, impuestos y no tienen nada”, dice Bekerman. En Copello ya dieron siete créditos que están funcionando muy bien.
Aunque lo interesante sería expandir el proyecto a cuanto barrio lo necesitara, por el momento, en función de los recursos que tienen, lo están desarrollando sólo para los habitantes de esos tres barrios.
Allí las mujeres han creado especialmente negocios alimentarios como empanadas o comidas regionales y los venden en las ferias o en la cancha. También hay negocios de confección de ropa, estampado de remeras, kioscos, etc. Pero es importante no generar demasiada competencia en rubros particulares de actividades. Yunus está convencido de que se puede crear un mundo sin pobreza, empezando por meterse, como gusano, para entender cómo ve la vida el otro, el pobre, el que no tiene nada. Su banco ha hecho mucho para ello. Hoy está en más de 60 países, donde en 1997 había prestado 2300 millones a 2,3 millones de familias. Y en una Conferencia Cumbre del Microcrédito se lanzó una campaña mundial para llegar a cien millones de familias en el 2005.
Bekerman cree que se puede ir elevando el umbral de la pobreza, ir mejorando los niveles de vida de aquellas personas que están dispuestas a desarrollar su espíritu emprendedor. No sólo desde el punto de vista económico, sino también desde la ampliación de sus capacidades, lo que apunta hacia el objetivo del desarrollo humano. Y así lograr que no pase aquello de lo que tanto hablaron los medios estas semanas en Argentina, y que el propio Yunus, por haberlo vivido, tan bien pudo describir: “El bebé llora, y luego acaba por dormirse, sin la leche que necesita. Mañana, quizá, ya no tendrá fuerzas para gritar”.

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