MúSICA
En su nuevo disco, PJ Harvey vuelve a dar un contundente golpe de timón para regresar desde las aguas tranquilas de White chalk –su anterior álbum– a su costado más salvaje en A woman a man walked by, junto a su amigo John Parish.
PJ lo hizo de nuevo. Después de White chalk, ese disco hipnótico y claro como el agua, con ella solita frente al piano y una voz que sólo puede merecer silencio alrededor –aun cuando la repetición hubiera enseñado la letra, ¿quién podía animarse a cantar sobre esa voz?–, PJ Harvey volvió a su forma más rabiosa, esa que la instaló en el centro de la escena independiente, capaz de derretir de amor a los más duros corazones forjados en el punk o el post punk. En su nuevo disco –que se está distribuyendo esta semana en Europa y que ya puede rastrearse por estos pagos–, A woman a man walked by, PJ ladra, se lamenta y hasta escribe letras en las que imagina una criatura que no termina de ser hombre ni mujer, pero que tiene testículos de hígado de pollo. ¿Y por qué? Sencillamente, es la manera que tiene de acompañar la música de su amigo John Parish –vecino del pueblo granjero de Yeovil, en Somerset, Inglaterra, donde Polly Jean se crió– en sus palabras: “Una bestia cambiante que viene hacia vos como un tren enorme. En las letras traté de reforzar ese sentimiento”. Este es el segundo disco que Parish y PJ Harvey graban juntos –el primero, To bring you my love, también contaba con Mick Harvey y fue parte del secreto de su éxito más masivo, tal vez porque cierta nota de blues había suavizado a la chica salvaje–. No fue un encuentro inesperado el de Harvey y Parish, ella lo buscó con la conciencia clara de estar necesitando un golpe de timón tan impresionante como el que había dado con su disco anterior. Y ella “sabía que lanzándome en otro proyecto con John haría algo diferente. El es impredecible y todo un personaje. Nunca sé con lo que me voy a encontrar”. Así, ella se concentró en las letras y se abandonó a la música sin más guía que la emoción: “Escribo sobre cosas que me emocionan, que pueden emocionar a otros. Siempre he sido honesta con los sentimientos humanos y las observaciones sobre el mundo. Pero nunca he querido dar explicaciones. En las ocasiones en que escuché a algún escritor explicar su trabajo me sentí decepcionada, porque eso que decía no tenía nada que ver con lo que había significado para mí”. La clave, entonces, es no buscar razones para el estremecimiento que provocan sus temas, su forma de cantarle al amor, al sexo, a la violencia, a la religión. Si habla o no de su vida en las canciones es algo que no va a confesar: la sonroja que le pregunten detalles íntimos aunque una vez el amor haya metido la cola en plena grabación de música e imagen. Fue cuando grabó el video de Henry Lee, el tema de Nick Cave –incluido en Murder Balads, 1996–, cantando a coro con esa bestia del rock a la que PJ supo domar, enamorar y, al poco tiempo, abandonar. “No nos conocíamos bien. Fue una sorpresa para los dos. Se suponía que teníamos que hacer un video y algo extraño sucedió. Fue la primera y la última vez que viví algo así. Lo que ves es lo que hay”, dijo Harvey alguna vez y lo que se ve es amor en estado puro, tanto que sólo pueden dar ganas de quedar atrapada en el abrazo de esos dos. Pero para ella fue demasiado: “Nos queríamos tanto que nos hacíamos daño”, dijo como corolario a ese romance injusto para el resto del mundo –y sí, era mucho–.
A woman a man walked by es el trabajo número once de la artista. El tiempo ha pasado y ya nada hace temer que ella deje la música como tantas veces amenazó. Es que se confiesa insegura. De hecho le ha llevado mucho más de una década saber que con su música podía “contribuir a mi estancia en el planeta Tierra”. A su estancia y a la de todos nosotros que regularmente podemos asomarnos a la sorpresa a la que PJ nos tiene acostumbrados.
El primer corte del disco se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=IWrfLhX964I
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