Vie 10.01.2003
las12

Una nación sostenible y sustentable

Por Lucía Alberti *

Se ha iniciado el 2003 con las aguas bastante más calmas que en el 2002, por lo menos en apariencia. Eso puede estar indicando que llegó el tiempo de decirles adiós a los espejitos de colores y a las soluciones mágicas. Técnicas, a las que lamentablemente se muestran tan afectos demasiadas veces, algunos representantes del gran espectro político, social, gremial y económico. También para decirle rápidamente adiós a la exclusión, con iniciativas que den vuelta 180 grados el rumbo actual.
El descenso en tobogán de la calidad de vida, para porciones cada vez más amplias de población en los últimos años, me retrotrajo reiteradamente a la República de Weimar. Al fallido golpe de Hitler en 1923 y a su escalada triunfal quince años después. El huevo de la serpiente estaba puesto y sólo necesitaba madurar para gestar las hordas nazis de la represión y el genocidio, en nombre de una raza superior.
Es decir que la continua exclusión de las personas, termina haciéndose tan insostenible que puede generar más violencia como contrapartida, victimizando una vez más a las mismas víctimas. Quien lo dude que relea el párrafo anterior o recurra a la lectura de la historia. Si bien es cierto que se siente como imposible para Argentina, no es justamente nuestro pasado bastante reciente, el que nos pueda asegurar lo contrario.
Ese pensamiento y la situación agobiante e injusta, por la que atraviesan tantas personas sin distinción de edad, recayendo el mayor peso de estas inequitativas condiciones en los más chicos y en los más ancianos, nos motivaron a hacer un homenaje distinto en el aniversario de la ONU. Así, el 24 de octubre de 2002 decidimos cambiar la realización de un acto conmemorativo, por la presentación de un nuevo Proyecto de Ley que impulsamos en el Senado de la Nación. De este modo, nuestra Asociación pro Naciones Unidas de Argentina (ANUA) oficializó una propuesta de política de estado, que tienda a rehabilitar los derechos humanos de las personas, conculcados a través de la transferencia más brutal de recursos incentivados desde ámbitos exclusivamente mercantilistas, con intenciones netamente políticas. Durante la última década del siglo XX, el despojo y la apropiación de bienes han sido tan exhaustivas y meticulosas que dejaron fuera del sistema o en situación de caída vertiginosa a más de la mitad de la población de nuestro país. Esto sucede, en consonancia con un espejo internacional, en el que hubiera sido preferible no verse reflejado jamás. Pero así son las cosas en estos días y hay que empeñarse en revertirlas, hay que socorrer con urgencia a los desposeídos y detener el desbarranque de los que vienen atrás, tal como lo manifiesta de modo permanente el señor Koffi Anan, secretario general de la ONU, cuando aboga por la infancia y la mitigación inmediata del hambre en el mundo.
El proyecto no está pensado desde la caridad sino desde el despegue social y el incentivo a la productividad. Atesora al ser humano como lo que es, con dignidad y respeto por sí mismo y la realidad que lo circunda. Hace de la creatividad y la laboriosidad, la capacitación y la conjunción de viejas y nuevas técnicas de cooperación, un conglomerado para llevar adelante en conjunto. Asocia al Estado con sus representados y resalta el sentido colectivo de la comunidad para desarrollar programas y proyectos de carácter autogestivo. Recrea el criterio de economía social e impulsa el desarrollo de grupos asociativos, que decidan emprender un camino concreto de salida a la crisis. Hay cientos de ejemplos de que esta sociedad se comprometió a seguir luchando y lo está haciendo muy bien porlas suyas. Entonces se debe colaborar y aportar las herramientas e insumos necesarios. En ese marco, hay que considerar también a un estado que no debe estar ausente, aunque tampoco se debe apropiar de las decisiones. Un estado que cumpla su rol rector de apoyo y que convoque junto con la población a las distintas instituciones oficiales, educativas, sociales y particulares para trabajar mancomunados.
Un Régimen de Colonias productivas, como indica nuestro proyecto, pone el énfasis en el desarrollo sostenible y sustentable, incorporando los planes sociales vigentes, aportando los mismos recursos existentes para las distintas áreas, pero redistribuyéndolos de modo más adecuado. Tenemos la seguridad de que hacerlo es posible. Generar procesos asociados para producir lo que necesitamos y lo que podemos promover y proveer en la región, para relacionarnos adecuadamente dentro del Mercosur y generar espacios de crecimiento digno y beneficioso, también es posible. Sólo hay que tomar la decisión de hacerlo.
Hoy se habla mucho del capital social, que no es otra cosa que la gente, el pueblo con sus potencialidades y su capacidad, su capacitación y su empuje, Argentina lo tiene. América latina lo tiene y no hay que dejar que se le siga conculcando. En este proyecto, hay espacio para generar a su vez miles de proyectos. Alcanzar la plena nutrición de la población, sembrar, cosechar, cultivar, criar, forestar, tecnificar, industrializar, incorporar valor agregado a la producción, recuperar plenamente la producción nacional, reactivar el consumo, establecer microemprendimientos, mutuales, cooperativas, capacitar, becar, recomponer la situación sanitaria, respetar las reglas internacionales respecto de la calidad de vida, defensa del ambiente, saneamiento del agua, respeto a las etnias y los procesos multiculturales, rejerarquizar las artesanías locales y valorizar nuestra ubicación austral. Sabemos que hay áreas del Estado que ya están desarrollando una tarea que debería ser emblemática en las decisiones sobre políticas públicas, como el INTA, el INTI y el Prohuerta, los cuales deben aglutinarse en la tarea con otros espacios como Desarrollo Social, Salud, Educación, Trabajo, Género, Infancia.
Es imprescindible esforzarse denodadamente para revertir este proceso pernicioso de sólo macroeconomías, claro que para hacerlo se deben generar los instrumentos necesarios y el compromiso de un estado decidido a dejar de ser ausente o anómico con la misma intensidad que debe poner para dejar de ser omnipotente. Es el tiempo de un estado activo, ágil y con respuestas rápidas en la coyuntura y programáticas en lo mediato. Nada debe ni puede quedar solo en el hoy, debemos echar cimientos para construir hacia el mañana. Hay que desterrar la cultura clientelar, porque ésta no es patrimonio de unos u otros, es un modo de hacer que se viene generando desde décadas y, al mismo tiempo, hay que ahuyentar los fantasmas contrarios, que impiden una adecuada asociación con el estado porque se corre el riesgo de ser acusado de cliente. En estas instancias, todo debe hacerse con la población, que sabe lo que necesita y quiere. No es solo cuestión de gobiernos. Los gobiernos son administradores del Estado y éste debe ser funcional a las necesidades de la nación y a su inserción en un contexto mundial que lo beneficie y no que lo perjudique, como ocurre hasta ahora. Un Estado, que garantice los derechos de todas las personas a vivir y disfrutar una nación sostenible y sustentable, sin exclusiones ni huevos de serpiente.
Desde ANUA, tenemos grandes esperanzas en el avance de nuestra propuesta de Régimen de Colonias Productivas y esto lo fundamentamos en el hecho de que el anterior proyecto de ley que presentamos, para declarar el 19 de noviembre día de la prevención del abuso infantil, fue motorizado por la senadora Diana Conti y el senador Eduardo Moro, obteniendo así la aprobación del Senado de la Nación justo antes de iniciar el 2003.
* Presidenta de ANUA (Asociación
Pro Naciones Unidas de Argentina)

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