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En el 5º Festival Comunitario de Video Juvenil se presentaron varias piezas documentales que denuncian la violencia de género, historias filmadas por las mismas protagonistas.
› Por María Mansilla
La música de un piano. Un fibrón negro guiado por una mano llena de mujer hace dibujos. Traza la silueta de un chico, la silueta de una chica. Entre ellos, un corazón. Sobre ellos, el arcoiris. Pronto el arcoiris se transforma en nube. De la boca de él sale un globito con signos de mal pronóstico (de maltrato). De los ojos de ella, lágrimas que se convierten en mar. Y así. Hasta que de la mano de él se extiende una flor. Para ella, ¿su reina? Y vuelven los corazones, vuelve el arcoiris, también vuelven las onomatopeyas y el mar de lágrimas. La austeridad de recursos del video Una flor para mi reina fortalece el mensaje. El círculo tiene un final, ¿lo contamos? De una vez, ella deja de sonreír cuando recibe el ramo, su boca ya no dibuja una sonrisa, de sus ojos tampoco siguen cayendo mares, de su cabeza sale un globito con un signo de pregunta que ojalá sea como una flecha que lleva hasta la salida.
Una flor para mi reina está dedicado “a todas las mujeres en situación de violencia”, lo firma la Defensoría para la mujer y el niño de la Parroquia San Cayetano de Quilmes y fue una de las tantas proyecciones del 5º Festival Comunitario de Video Juvenil que se realizó lunes y martes en Buenos Aires.
Como una especie de anti-Bafici, pasaron esas cosas interesantes de las que pasan en los márgenes. Interesantes y cargadas de sentido. Al festival lo organizaron el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el grupo Cine en Movimiento, creado en 2002 con un objetivo bien documentalístico: acercar las herramientas del lenguaje audiovisual a los sectores que no suelen tener acceso a ellas, para que puedan decir, sin intermediarios, su mensaje “y de esta manera se conviertan en sujetos políticos productores de cultura”.
Al Festival Comunitario de Videos Juvenil se sumaron muchas ONG –como el Centro Nocturno de Cartoneros de Villa Iratí de Quilmes– y además de la Defensoría de Mujeres, Chicas y Chicos de San Cayetano y San Francisco Solano estuvieron las integrantes de Ammar (Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos). Este año, por primera vez, participaron trabajos con perspectiva de género.
Ellas, las de Ammar, se convirtieron en militantes audiovisuales al presentar Todos los pájaros son lindos. Una minipelícula que también tiene un lenguaje propio, fresco, austero, poderoso. Utilizaron animación y voces en off. Las imágenes muestran a pájaros en una ciudad –sueltos, cautivos–, mientras las voces en off presentan historias de vida: la de Claudia, que es dominicana y llegó a la Argentina por una falsa promesa de trabajo. La de Mariana, que trabaja en las esquinas para mantener a sus tres hijos. La de Olga, que si no vuelve con dinero a casa la recibe una paliza. Las historias se cruzan, ellas se encuentran y deciden organizarse y, así, arrojarse a una aventura que mejorará un poco sus vidas. “Vamos a juntarnos.” “Tenemos que luchar.” “Derechos.” “Libertá, libertááá.” Eso repiten.
Hubo más: se proyectaron Si el amor se cae –fotonovela– y las ficciones Nos pasa lo mismo y La historia de Trinidad, también generados “por mujeres de las defensorías, mujeres que por esa situación se volvieron operadoras y ayudan a otras a salir del lugar de víctimas”, explica Alejo García, de Cine en Movimiento.
En estos días varias películas que denuncian la violencia contra la mujer llegaron a las pantallas, más allá del mencionado encuentro. Ayer se estrenó La teta asustada, de Claudia Llosa (ver aparte), en la que, frente a una escena de violencia se rompe el pacto con la ficción y aparece un cartel sobreimpreso: “¿No es tiempo de que alguien grite ‘corten’?”.
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