DERECHOS
Los reclamos de las trabajadoras del subterráneo porteño parecen tomados de una novela de Dickens. Oscuridad, baños inexistentes, malas condiciones de trabajo y, por supuesto, una buena cuota de sexismo.
› Por Elisabet Contrera
Son trabajadoras de la empresa de subterráneo porteño, tienen poco más de 30 años cada una y llevan la mitad trabajando bajo tierra. Comenzaron a trabajar recién egresadas del colegio secundario, en medio de la privatización del servicio y bajo política de tercerización de tareas. Les costó 15 años de lucha recuperar conquistas laborales perdidas, como la reducción de la jornada laboral de 8 a 6 horas y garantizar derechos tales como el acceso de las mujeres al sector de tráfico, espacio exclusivo de los hombres o el aumento del monto dispuesto por la empresa para pagar la guardería. Hoy, más organizadas y con el mismo entusiasmo, siguen pugnando por diferentes reclamos que van desde obtener la personería jurídica y gremial para la nueva agrupación sindical donde ellas se sienten representadas, hasta cuestiones más básicas como tener un baño o un vestuario digno.
“Con la inauguración de las nuevas obras de extensión de la Línea A se sumaron 220 mil pasajeros en los últimos meses. ¿Cómo puede ser entonces que nosotras no podamos contar con un vestuario en condiciones y un baño y que hoy tengamos un inodoro para más de 30 compañeras?”, preguntó indignada Claudia Salud. Ella es guarda de la Línea A de Metrovías y una de las trabajadoras que desde 2003 exige a la firma que garantice mejoras en las condiciones laborales.
Hoy, según el testimonio de las trabajadoras, por ejemplo, el personal femenino de la estación Primera Junta cuenta con un único vestuario pequeño (9.5 metros cuadrados) y un solo box sanitario para 35 trabajadoras entre las que se encuentra no sólo el personal de boletería, tráfico y auxiliares de estación sino que es compartido además con la policía femenina y las vendedoras de locales comerciales.
Karina Nicoletta, que también es guarda de la Línea A, señaló que “desde hace seis años que venimos reclamando que se disponga de un vestuario específico para las mujeres, lo que garantice mejoras en las condiciones de seguridad e higiene. Tuvimos una reunión con la gerencia en la cual se comprometieron a realizar las obras en 40 días. El problema es que la semana próxima se cumple el plazo y todavía no empezaron las obras”.
Las mujeres obtuvieron una respuesta de la empresa tras una campaña de acción que armaron las trabajadoras y que contempló: un proyecto expresando repudio a las condiciones laborales de las trabajadoras presentado por la diputada nacional Cecilia Merchán, ante el Ministerio de Trabajo de la Nación que incluía un informe de situación y una campaña de denuncia destinada al público en la cual las mujeres lucieron una remera con la leyenda “Por un vestuario digno”, lo que despertó la curiosidad y la solidaridad de algunos/as pasajeros.
“El vestuario que prometieron construir no tendrá baño, así que nuestra próxima movida será reclamar por ello y por las condiciones de otras compañeras, que por ejemplo, tienen que usar letrina”, remarcó Claudia. Otro punto pendiente es promover el ascenso de las trabajadoras a puestos de mayor jerarquía y mejor sueldo, como es el sector de tráfico. “En los últimos años subieron muchas mujeres a ese sector. Antes estaba naturalizado que los hombres se subían a los coches y nosotras íbamos a la boletería, lugar con menor categoría y, por ende, peor pago. Pero, luego nos empezamos a preguntar ¿por qué no podemos estar en el tren? Y así iniciamos la lucha para poder ingresar”, recordó Karina.
Lorena Trigo, de 34, fue una de las trabajadoras que logró ascender a conductora en la Línea C. “Tuve que pasar por muchas pruebas de fuerza para ver si estaba capacitada o no para la función. El examen se organizaba en grupo, estaba con 9 hombres, y era yo la que primero tenía que hacer las pruebas y más rápido que mis compañeros”, contó. Mónica Gallo dice tener menos posibilidades de crecer. “Yo hace 15 años que trabajo en boletería, y sé que me voy a quedar ahí porque estoy en la lista negra, por reclamar por nuestros derechos, por pelear por el nuevo sindicato.” Ella es boletera de la Línea B de subte. “A las trabajadoras conflictivas las aíslan, al igual que a los varones conflictivos. En este aspecto no hay sexismo por parte de la empresa”, agregó no sin humor.
Según las mismas trabajadoras, las mujeres embarazadas siguen siendo un “problema” para la firma y también para la Unión de Tranviarios Automotor (UTA), que de acuerdo con las trabajadoras siguen “tomando medidas poco efectivas y sin consultar a las propias damnificadas”. “La UTA y la empresa firmaron un acta por la cual las trabajadoras embarazadas deben bajar de nivel y en muchos casos lleva a que las mujeres que están en tráfico vuelvan al sector de boletería. Es una medida discriminatoria tomada a puertas cerradas”, sostuvo Claudia.
“Hay una compañera que no aceptó la disposición y ahora no está cobrando su sueldo”, agregó. “Antes de mover a las compañeras de un lugar a otro habría que implementarse una licencia especial para las embarazadas o adaptar la estructura edilicia y tecnológica de la empresa a las condiciones laborales de las mujeres”, reclamó Karina.
Karina, Claudia, Lorena y Mónica recorren a lo largo de la entrevista los logros conseguidos y enumeran los que faltan por conseguir. “Queremos que los padres solteros o viudos puedan cobrar el monto por guardería. Nosotras no luchamos por los derechos femeninos, sino por la igualdad de género y por incentivar la responsabilidad compartida en el cuidado de los chicos”, remarcó Mónica. Hacen todo lo que está a su alcance en el tiempo libre que tienen. “La participación de las mujeres en los gremios requiere de una triple jornada: el trabajo, las tareas de la casa y el gremio, lo que hace que los cambios sean lentos, pero vamos a seguir luchando por nuestros derechos y el de nuestros compañeros.”
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