La voz es más que el instrumento del decir; es un espacio habitado que atraviesa y quiebra, de pies a cabeza. Y aun cuando las palabras aten o definan, en el canto se abren ventanitas de posibilidad. Con esa impronta como eje, el programa de TV Ilusión vocal apuesta a la oportunidad, desdibujando el mito de “altas artes para clases altas”.

Con estreno el miércoles 26 de agosto, la idea –a priori– se muestra refrescante: sin entrenamiento vocal previo, un grupo de mujercitas de villa La Cava –con entre 8 a 12 años– es invitada a audicionar para formar parte de un coro vocal y debutar sobre las tablas con la ópera de Ruggero Leoncavallo, I Pagliacci. Así, ocho pequeñas –que se sumaron a un coro infantil mixto, formado por siete personitas más, con práctica en el mundillo de la lírica– se vuelven protagonistas de una nueva forma de ¿reality show?

“Si no permitís que el otro conozca, naturalmente lo estás marginando. Le generás un impedimento, sin importar el grado sociocultural que tenga”, explica la soprano Rosana Bravo, conductora de la iniciativa de Canal (á), ducha en training vocal y coral de pequeñitos. “En muchos casos, cuando la ópera se presenta como música de elites, genera un rechazo. Y no es así”, agrega la también profesora de flauta, piano y violoncelo.

¿Resultado? Una tira donde se repasa la selección, ensayos, inseguridades, prueba de vestuario, apoyo familiar e interacción de 15 personitas y el gran debut gran en el multiespacio “Manufactura Papelera”, donde se llevó a cabo la puesta en el mes de junio, con cuatro funciones a cargo del maestro Andrés Gamarra. Pero, ojo, parece que habrá dos funciones más en octubre...

Así, en seis capítulos de media hora, Ilusión vocal abre un paréntesis al contexto social de marginalidad y dispara un poquito de lírica como experiencia integradora. “Cuando iba a las escuelas para invitarlos a formar parte del proyecto, les contaba que la ópera es una pieza cantada y les mostraba de qué se trataba. Al escuchar mi voz, ajena, impostada, su volumen y coloratura, quedaban enganchados”, recuerda Bravo, coreuta –desde 2000– del Estudio Coral de Buenos Aires que dirige Carlos López Puccio, y directora de la orquesta de la Universidad del Salvador.

Aun cuando la convocatoria incluyó a nenes, sólo chicas se acercaron a probar suerte. Por timidez y prejuicio, asegura la mujer que también prepara coro de niños para la Juventus Lyrica. Sobre el proceso, Bravo no tuvo mayores complicaciones: “Los chicos son siempre chicos. Si son entonados y tienen predisposición a trabajar, alcanza. No importa que no hayan tenido un acercamiento previo a la música”.

Según explica la artista, cuando un compositor incluye coro de niños en su pieza es por la necesidad o búsqueda de voces blancas, “angelicales”. Pero, a pesar del aporte, cuenta que este año hubo poquísimas óperas con coro de chiquillos. ¿Casualidad? “Seleccionaron títulos importantes aptos para la temporada pero sin niños porque esto implicaría un presupuesto mayor y cuestiones de seguridad, que también significan un gasto. La única pieza que se realizó fue Carmen, de Georges Bizet.”

Sobre el futuro de las ocho mujercitas que incursionaron por primera vez en la lírica, Bravo es positiva: “Muchas dijeron que ahora quieren dedicarse a esto. Haber podido llevar adelante este tipo de actividad implica una apertura muy grande, es un mundo nuevo. Una abre la puerta y si realmente les gusta, van a encontrar la forma de entrar y permanecer”. En lo inmediato, Rosana ya piensa convocarlas para próximos proyectos. “Me gustaría prepararlas, junto a mi coro estable, para festivales. Por lo pronto, en septiembre se llevará a cabo el sinfónico coral Carmina Burana y sería lindo sumarlas.” El tiempo dirá.