Vie 31.01.2003
las12

INTERNACIONALES

Nombres de mujer en esta región

Nina Pacari, de origen indígena, es la flamante
canciller de Ecuador; Marina Silva acaba de asumir al frente del Ministerio de Medio Ambiente en Brasil; y Marta Lucía Ramírez ocupa desde hace unos meses la cartera de Defensa nada menos que en Colombia. Tres nombres de mujer que dejan inferir cambios no sólo políticos en la región.

Por Mercedes López San Miguel
La cosigna de cambio Tomo Bríos en América Latina y se manifestó en las urnas, con la paradigmática asunción el 1º de enero en Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva. Lula, icono de la izquierda de la mayor economía sudamericana, el líder del legendario Partido de los Trabajadores y ex tornero mecánico, accedió al sillón presidencial en su cuarta postulación al cargo. A los quince días asumió en Ecuador el populista de izquierda y coronel retirado Lucio Gutiérrez, también abrazado a la promesa de cambio. Gutiérrez fue comparado reiteradas veces con su par venezolano Hugo Chávez: ambos saltaron a la escena política mediante una intentona golpista. Gutiérrez acompañó al movimiento indígena en el golpe contra Jamil Mahuad, en enero del 2000; de allí creó su Partido Sociedad Patriótica 21 de Enero y allanó su camino en la política. Otro elemento clave en este nuevo sentir latinoamericano ha sido el brinco cualitativo del activismo político indígena. Ejemplo indiscutido fue la sorprendente victoria del indígena socialista Evo Morales en la primera vuelta de las presidenciales de Bolivia. El mensaje se hizo evidente: el electorado de esta parte del mundo dejó de elegir a los partidos tradicionales.
En este tablero, el nombramiento de Nina Pacari como la canciller de Ecuador fue un hecho inédito en América latina: por primera vez una indígena accede a un puesto de esa envergadura. Sucede que Gutiérrez cuenta desde el principio con su aliado, el movimiento Pachakutik, al que pertenece Nina, el brazo político de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador). Además de Nina, Gutiérrez puso a Luis Macas, fundador de la Conaie, en la cartera de Agricultura y Pesca. La designación de Nina Pacari fue congratulada por su amiga en la lucha, la guatemalteca Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú Tum. Nina Pacari es el nombre que eligió adoptar María Estela Vega, cuando de muy jovencita decidió que debía recuperar su identidad. “Nina Pacari” significa en quechua “luz de amanecer o fuego de amanecer”; cuenta Nina que sus antepasados ponían los nombres de acuerdo con los rasgos de personalidad de los niños, o por un sueño que tuvieron. Su nombre lo eligió colectivamente con otros jóvenes y para ella fue un acto de reencuentro consigo misma “para tener el derecho de poder hablar con los demás y decir que hemos asumido y valorado nuestra cultura”. Pero en ese reencuentro se chocó con el otro adverso: para cambiar su nombre tuvo que ir a juicio, que luego ganó y dice que al ir a inscribirse al Registro Civil quedó perpleja cuando la funcionaria le dijo: “Pero, ¿para qué se cambia a esos nombres tan feos?”.
Nacida en Cotacachi, provincia de Imbabura, Nina incorporó el idioma de sus raíces: el quechua. La flamante titular de Exteriores ha sido diputada y vicepresidenta del Congreso Nacional, y en su misión actual desea imprimirle a Ecuador un rostro pluricultural. Nina explica que su objetivo es “posicionar ese rostro diverso también en lo económico y que se revierta como parte del crecimiento económico de Ecuador”. El nuevo gobierno al que representa asumió con el gran desafío de volver competitivo al país (caracterizado por su producción de bananas y flores),como reiteradamente ha dicho el ex coronel; pero sin salirse de la receta de la dolarización, instaurada a poco más de un año, ni de los compromisos internacionales. Léase el pago de su abultada deuda externa (entre 12 y 13 mil millones de dólares), suerte de corsé para saldar la demanda social. Nina ha dicho que lo fundamental es disminuir la deuda externa; para eso, volver más dinámica la economía interna en inversión social: medio ambiente, cultura, crédito productivo orientado a los sectores populares.
Mujer e indígena: género y raza que son dos realidades poco reconocidas en las alturas de la política y de la sociedad ecuatoriana. Hacia afuera, Nina dice querer darle al protocolo un sello étnico, comenzando por el saludo, que lo da en quechua, “uno de los orgullos con los que nos encaminamos por el mundo entero”, y de a poco “se irán incorporando elementos, por ejemplo, a nivel de regalos para visitantes ilustres, ¿por qué no entregar un recuerdo que tenga que ver con nuestras culturas?”.
Con la llegada del tradicional izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, la cartera de Medio Ambiente fue para la principal voz femenina del Amazonas, llamada la “Senadora de la Selva”: Marina Silva. Su vida desde el inicio estuvo destinada a la defensa del medio que la dio a luz. Nació en una plantación de caucho en el estado de Acre, en pleno Amazonas, y desde pequeña, junto a sus hermanos, pescaba, cazaba, recolectaba caucho, de modo de ayudar a su humilde familia. Su vocación política comenzó a esbozarse de adolescente, cuando conoció al sindicalista Chico Mendes, líder de los “seringueiros” (recolectores de caucho) y el primero en denunciar a los medios la destrucción de los bosques del Amazonas. A la par de estudiar Historia en la universidad, Marina entraba en la militancia en el Partido Revolucionario Comunista, clandestino durante el régimen militar. Los horizontes políticos se ampliaban: en 1984, Marina fundó la filial en Acre de la Central Unica de Trabajadores (CUT) junto a Chico Mendes. Marina siguió sus consejos y se afilió al PT. Luego, ambos se presentaron como candidatos a diputados, aunque no ganaron. Pero Marina había ganado una imagen pública: el pueblo de Acre se sorprendió de ver a esa joven profesora que se declaraba socialista, cuya alocución era combativa de la corrupción y las injusticias sociales.
Su lucha se vio sacudida por un hecho: el asesinato de su compañero Chico Mendes, en 1988. Los hacendados y madereros, a los que había acusado de deforestar la selva, le tendieron una emboscada. Ese año, Marina fue elegida concejal de Rio Branco y conquistó la única vacante para la Cámara Municipal. Para ese entonces, ya estaba casada y tenía una hija con el nombre indígena Moara, que significa “libertad” y se lo puso en homenaje a Lula. En dos años de mandato como concejal, Marina promovió iniciativas que cambiaron la política de Acre. Marina ya era una líder de un movimiento con gran fuerza en el estado. Las huellas de un pasado inhóspito quedaron impresas en su cuerpo, que había sido contaminado de metales pesados, probablemente a raíz de la mala curación de malaria cuando vivía en la seringal, provocándole trastornos en su salud. No obstante, la morena de cabellos largos llegó a senadora por el PT. Esta mujer rompió con la tradición local por la cual sólo accedían al Senado los ex gobernadores o los grandes empresarios. Así se volvió una curiosidad nacional. Marina ha venido luchando para la creación de reservas extractivas sostenibles que son manejadas por las comunidades tradicionales que han habitado el suelo selvático. Líder populista del Amazonas, condujo campañas pacíficas en contra de la destrucción ambiental. Sus manifestaciones contemplaron los derechos de los indígenas, dueños de esas tierras, y denunciaron los efectos nocivos de la tala de árboles.
También en el contexto de renovación política en la región se inscribe el gobierno de Alvaro Uribe en Colombia, a mediados del 2002. Vale hacer la salvedad que con su gestión no se vira a la izquierda, tratándose de un disidente liberal, mucho menos se puede pensar en que se oponga a lasconsignas de Estados Unidos –su principal aliado en la lucha antinarcóticos–. Y sin embargo, representa un cambio en el electorado que, tras una tradición de gobiernos alternados entre los conservadores y los liberales, le haya dado su confianza a un partido nuevo (Primero Colombia), cuya bandera de campaña fue la más contundente: acabar con la insurrección que azota al país durante décadas. El precedente gobierno conservador de Andrés Pastrana no pudo con ella –tras casi cuatro años de negociaciones con la principal guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), acabó con la zona de distensión que les había dado para negociar y se volvió sobre sus pasos–. Uribe, conocido como el “hombre de mano dura” contra la guerrilla, asumió el 7 de agosto pasado con la promesa de devolverle al Estado colombiano capacidad de dar garantías sobre su seguridad interior. Precisamente, en el puesto clave en el actual Estado fallido, el de ministro de Defensa, Uribe designó a una mujer: Marta Lucía Ramírez.
Marta no es sólo la primera mujer que asume la conducción de la guerra en el hemisferio sino también, quizá, la mini-estrella del gabinete de Uribe. Experta en Ciencias Económicas y temas financieros, se desempeñó en el gobierno de Pastrana como ministra de Comercio Exterior y fue embajadora de Colombia en Francia. Podría suponerse que debió haber algún tipo de prejuicio por sus antecedentes en otra disciplina, y en especial, entre las filas militares. ¿Una puesta a prueba de parte de los generales? Presunción que Marta Ramírez descarta, y explica que “nunca me sentí a prueba con ellos. Siento que tengo un valor agregado que aportarle a ese sector de las Fuerzas Militares. Es la capacidad de organización, de definición de prioridades”. Pues si de eso se trata, en cinco meses la ministra ha diseñado un plan estratégico de defensa, redactando una intensiva política de seguridad, puesta en práctica creando zonas de rehabilitación –en los norteños departamentos de Sucre, Bolívar y Arauca– en el marco de un estado de conmoción interior, ante la violencia que no descansa. La prioridad, ella dice, es la recuperación del control del territorio. Con ese objetivo, se está convocando a la sociedad civil a que por voluntad propia sea informante y colabore con las fuerzas de seguridad. La meta en cifras sería una red de un millón de informantes, ya cuestionada por el temor de que sea peor el remedio que la enfermedad, y cause más muertes. Los informantes es gente que ofrece información al Ejército o a la Policía, y recibe recompensas a cambio. El trazo político actual pone en evidencia que la vía militar es por ahora la salida al conflicto. Marta asegura que el escenario militar es el primer momento en la batalla por la legitimación del Estado.
Nina Pacari, Marina Silva y Marta Ramírez son tres mujeres latinoamericanas elegidas en puestos fundamentales en la especificidad del país al que representan. Sus aportes provienen de los recorridos que siguieron en sus historias personales, y se embarcaron en labor política. Ellas sortean los prejuicios sociales y se aprestan a los desafíos, ya que en el ambiente perciben que el viento les sopla a favor.

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