La tecnología y el mercado le han dado un nuevo lustre al antiguo relato de la cigüeña: ya no vendrá de París, pero las mujeres sí cruzarán el océano en busca de su regalo combinando ocio y fertilización asistida, un paquete de turismo que ya se ofrece como tal. Entre los destinos privilegiados de este actualizado all inclusive se cuenta nuestro país: cambio favorable, buena atención médica, recursos científicos y bellos paisajes. Así el tiempo se aprovecha, pero ¿para cuál de los dos objetivos?
› Por Veronica Gago
La idea es que todo puede ser mejor si se presenta envuelto en un paquete de turismo. Dicho de otro modo: el turismo es la fórmula que permite renovar el packaging de varias actividades (incluso algunas tradicionales), pero, sobre todo, volverlas parte de nuevos nichos del mercado global. Así como la cultura es para muchas ciudades un atractivo extra si se la sabe explotar turísticamente, quedar embarazada también puede ser parte de un combo que incluya playa y masajes a la vez que se consigue una fertilización asistida. Este pack será una de las novedades del rubro presentada en la próxima feria de turismo de Londres. La publicidad está especialmente dirigida a lesbianas y mujeres solteras, pero es una opción multiuso para parejas con problemas de fertilidad. España se ubica en la vanguardia de la oferta y saca ventaja frente a aquellos países europeos donde los tratamientos de reproducción son más complicados legalmente. Argentina no se queda afuera del negocio bautizado “turismo reproductivo” porque cuenta con ventajas comparativas notables: precios bajísimos si se viene con dólares o euros, buenos paisajes, nivel técnico profesional y una suerte de vacío legal para este tipo de prácticas. Un paso más en lo que, desde hace tiempo, se cataloga como “turismo médico” (viajar para hacerse cirugías plásticas, tratamientos de obesidad, etc.) que ahora se hace cargo de satisfacer ese deseo tan propio –y a veces tan irrenunciable– de concebir un hijo/a. Y, de paso, sacarles provecho a las vacaciones. Que, de ser un tiempo para el placer y el despilfarro, ahora están cada vez más incorporadas en un cálculo de renovación de una misma: dieta, cirugía y, por qué no, embarazo... ¿Una nueva alianza entre lo más avanzado de la medicina y el mercado? ¿Una expansión del turismo a territorios insospechados? ¿Un sueño a precio de tercer mundo y a escondidas? ¿El fin del ocio como puro tiempo inútil?
Las ventajas de una economía planetaria las descubren los nuevos “conquistadores”. Ahora, además de tierras y recursos naturales, hay todo un mundo inmaterial de afectos y deseos a colonizar. La publicidad y el turismo van trazando la avanzada. Hace unos días se difundió en España un nuevo paquete turístico a cargo de la agencia Rainbow Tourism, especializada en turismo gay, en alianza con el Instituto Bernabeu, especializado en fertilidad y reproducción asistida. El instituto pone a disposición sus cuatro clínicas en Alicante, Benidorm, Cartagena y Elche y la agencia turística se encarga de empalmarlas con habitaciones “en hotel de lujo a pie de playa”, a 600 euros por persona. Este precio incluye un masaje y un tratamiento de belleza porque, según sus organizadores, “se trata de un momento muy especial en la vida y la mujer necesita sentirse querida y especial”.
María José Rico, de Rainbow Tourism, declaró a la agencia EFE: “Nuestro paquete permite combinar unos días de descanso y playa, con la posibilidad de ser madre; vamos a hacer realidad el sueño de muchas lesbianas”. El target de la iniciativa son las mujeres de Alemania, Inglaterra, Suiza, Austria e Italia, donde –aclara una de las directivas del Instituto Bernabeu– “la ley es mucho más restrictiva y no permite la reproducción asistida para mujeres solteras y además hay muchísimos vuelos diarios, por lo que es muy cómodo”. También esperan clientas de Canadá y Estados Unidos donde los problemas no son legales, pero la ventaja relevante es económica: “(allí) la ley permite todo, pero los precios son una barbaridad, casi diez veces lo que en España”. Las tarifas dependen del tratamiento que se prefiera: no es lo mismo una inseminación artificial de 1000 euros que una ovodonación con semen que cuesta 7500. Rafael Bernabeu, director del instituto, aseguró que de los 2500 tratamientos de fertilidad que realizan por año, el 40 por ciento de sus pacientes son mujeres solteras o lesbianas. De allí que han detectado las posibilidades expansivas de este mercado. Con paquete turístico y todo, el éxito no está garantizado, pero sus promotores señalan que la efectividad promedio de la fertilización asistida es de un 60 por ciento.
Turismo y medicina parecen hacer posible la fantasía de una concepción mágica en tierras lejanas: como una aventura secreta en la que el tratamiento reproductivo de máxima tecnología transcurre en paisajes de ensueño, a espaldas de los conocidos y la vida cotidiana. Y, si los astros están de acuerdo, se vuelve del paseo con sorpresa.
En Argentina, el turismo reproductivo es una de las vetas económicas posdevaluación. Que, como otras actividades que se desarrollan al calor de los bajos costos, tiene las ventajas de contar con capacidades técnicas y profesionales adecuadas (y cada vez más especializadas en atender pacientes-turistas), flexibilidad legal (aquí no está regulada la congelación de embriones ni la donación de óvulos) y un capital paisajístico para hacer que el viaje también valga la pena en términos turísticos.
La Dra. Alicia Monti, del Instituto Ghisoni de Obstetricia, Ginecología y Fertilidad de Lomas de Zamora, señala que en dicha institución han atendido pacientes provenientes de Venezuela, Paraguay y Estados Unidos: “Los precios de referencia, en nuestro caso, son cuatro o cinco veces menores que en esos países. Esa es una ventaja evidente para quienes vienen a Argentina a realizarse este tipo de tratamientos. Además, hay que contabilizar que existen referencias del éxito de nuestro país respecto de estas intervenciones. La cuestión de la legislación no sé si es una ventaja o no. Lo que puedo decir es que en nuestra legislación no hay nada estipulado al respecto”.
En una perspectiva similar, José Rateni, gerente del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (Cegyr, famoso por haber logrado el primer nacimiento en nuestro país usando la técnica de fertilización in vitro), responde a Las12 ante la misma consulta: “Argentina, en el contexto latinoamericano –excluyendo Brasil por una cuestión de escala–, es un destino muy buscado por la calidad y el nivel prestacional de estos tratamientos y además porque se complementa con que Buenos Aires es una ciudad atractiva, con ventajas turísticas, culturales y de consumo. Esto, obviamente, se ve claro desde 2002. Quienes saben de la calidad de nuestro país también combinan la pretensión de un buen servicio con la posibilidad de un paseo”. Los pacientes extranjeros son una tendencia en aumento: de las 1300 parejas que el Cegyr atiende por año, según Rateni, “el 10 por ciento viene del exterior buscando tratamientos de alta complejidad, es decir, fecundación in vitro. Nuestros pacientes vienen de América latina, de Canadá y de Estados Unidos, aunque en este último caso, en su mayoría son latinos que viven allá. Estos tratamientos en EE.UU. pueden costar, por lo menos, diez veces más”.
Una de las opciones más desarrolladas se puede ver en el sitio web de Plenitas que asegura contar “desde el 2003, con más de 3000 pacientes extranjeros satisfechos”. Allí se ofrecen servicios de fertilización asistida (además de cirugías de diversos tipos) y la organización del viaje a Argentina; como parte de una empresa global, Plenitas Argentina se inscribe en una red de otros destinos posibles: Rumania, Serbia, Montenegro, Egipto y Estados Unidos. Además de videos turísticos explicativos sobre el país, una entrevista en la CNN a una paciente norteamericana y propuestas de financiamiento, Plenitas ofrece cotizaciones on line según las necesidades de cada quien, para armar un paquete a medida.
Así como ya existe un turismo específico para embarazadas o parejas que esperan su primer hijo/a (conocido como “Babymoon”) que propone una suerte de “última luna de miel” para los futuros padres y madres, el turismo reproductivo pretende segmentar otra porción del mercado.
¿Qué implica esta nueva vuelta de tuerca, esta vez vía el turismo, de la alianza entre el mercado y las tecnologías reproductivas? Ana Franchi, investigadora del Conicet en fisiopatología de la reproducción, dice: “En mi opinión se está banalizando la decisión de tener un hijo y, especialmente, por estas técnicas. Si juntamos las cataratas con la estimulación ovárica o el Perito Moreno con la inseminación artificial hay una de las dos cosas que se prioriza. La decisión de acudir a centros de fertilidad no es sencilla ni barata. Las mujeres se someten a tratamientos, a veces cruentos, y donde se pone en juego el deseo (probablemente largamente aplazado) de ser madre. Ahora, gracias a que el cambio monetario conviene y el desarrollo de estas tecnologías en nuestro país es similar a la de los países de origen de quienes vienen, se combina pasear y gestar un hijo. No sé cuánta información reciben las futuras madres: por ejemplo, si se les informa de los porcentajes de éxito de estas técnicas, que son relativamente bajos, de las posibilidades que tienen según sus edades, etcétera”.
Florencia Luna, directora del Programa de Bioética de Flacso, coincide con que hay que tener en cuenta la dimensión banalizante de la oferta: “En relación al turismo, lo que me pregunto es cuánto hay de banalización en esta presentación de las cosas. Una pareja que no puede tener hijos pasa por una situación de estrés emocional: plantear que mientras se hace una inseminación se puede ir a ver un espectáculo de tango no sé hasta qué punto es real o, simplemente, es una forma de negar lo problemático de esos momentos”.
La cuestión económica también merece problematizarse un poco según estas investigadoras. “La ventaja económica que representa nuestro país para este tipo de tratamiento nos revela las dificultades económicas que implican estas tecnologías en otros países para sus ciudadanos, pero también en Argentina son caras para quienes viven aquí”, dice Luna. Franchi, por su parte, agrega: “Algunos países del tercer mundo son exportadores de bebés que adoptan las mujeres, familias, parejas, de los países ricos. La Argentina también exporta niños, pero ahora se suma una exportación con ‘valor agregado’... Creo que la tecnología avanza sin preguntar ni preguntarse nada por estos avances que cambian la vida de todos los días, especialmente de quienes las pueden pagar.”
Ana Domínguez Mon, antropóloga de la UBA, ante la pregunta por los dilemas que implica este tipo de asociación de las técnicas de reproducción con el mercado, propone ampliar la perspectiva: “Yo relativizaría el sentido de la pregunta. ¿Acaso la maternidad y/o paternidad en general no ha sido altamente impactada por el mercado tecnológico? Las ecografías y videos de los fetos son una muestra de cómo el mercado tecnológico de la salud responde a necesidades de consumidores de este tipo de productos. No veo ningún dilema ético en la utilización de las técnicas en sí, por el contrario creo que brindan esperanzas de maternidad/paternidad biológica a varones y mujeres”.
Sin embargo, que en Argentina estas actividades no estén legisladas repercute como una ventaja más para su libre mercado: “Es bajísimo el control que se tiene sobre ellas y especialmente sobre los bancos de esperma y la ovodonación. Para bien o para mal, el nuestro es un país que junta gran calidad médica, cambio favorable y mujeres pobres que donan sus óvulos. Creo que esta combinación es al menos complicada, que necesita de leyes que regulen estas actividades, protección a las usuarias y también a quienes donan”, detalla Franchi.
“Me parece que esto es un explicitación más de un fuerte proceso de medicalización sobre las personas en general y sobre las mujeres en particular. Me refiero al avance de la medicalización hasta abarcar cada espacio de la vida privada. Desde los niños inquietos a los que se diagnostica y medica hasta la difusión del viagra, pasando por el embarazo, el parto y la vejez como procesos a ser regulados médicamente. Todos ellos antes eran vistos como naturales y ahora, en cambio, se los interviene desde la medicina a través de formas que pautan, de manera sutil pero muy efectiva, la vida cotidiana. Además, tenemos que tener en cuenta que estos procesos tienen fuertes aliados en la industria: cada uno viene de la mano de una droga y/o de una tecnología médica que genera su propia demanda, lo cual hace que estos procesos se empiecen a percibir como ‘problemas’ cuando, repito, antes eran entendidos como naturales: la inquietud de un niño, la menor actividad sexual a cierta edad o el límite de edad para la concepción. Cada tecnología es inseparable de un circuito de ganancias económicas, y esto es fundamental”, insiste Luna.
Presentadas bajo diversos aspectos, las tecnologías reproductivas siempre vuelven a actualizar dilemas y opiniones diversas sobre sus posibles usos y apropiaciones, en la medida en que se ponen en tensión con la impronta mercantil a la que están asociadas. “Estas técnicas –dice Luna– tienen un efecto paradójico y así lo han hecho notar distintas perspectivas feministas. Por un lado, amplían la libertad reproductiva y permiten a las mujeres poder decidir cuándo tener un hijo, pudiendo elegir según los tiempos de sus carreras o desarrollos personales; desde esta perspectiva serían positivas. Por otro, y como contrapartida, se quitan los límites naturales a la posibilidad de ser madres por lo que se continúa ejerciendo una presión social para que se produzca la maternidad, fomentando el rol reproductor más allá de ciertas edades y condiciones.”
En todo caso, la mayor publicidad sobre su uso, permite leer –en tiempo real– las modificaciones en cómo se las percibe y su impacto en las costumbres de época. “En realidad, cuando existe un avance de desarrollo tecnológico en un campo de la medicina es porque hay demanda y, por ende, consumidores. El avance científico en reproducción asistida, y sobre todo en las nuevas técnicas disponibles, ha modificado notablemente las oportunidades de muchas personas de acceder a sus beneficios terapéuticos (como en el caso de las células madre) así como la posibilidad de acceder a la fecundidad con el fin de tener descendencia”, señala Domínguez Mon. En este sentido, ¿se puede decir que va cambiando su significación social? Continúa Domínguez Mon: “Es una realidad que las técnicas de reproducción asistida brindan la oportunidad de lograr la paternidad y la maternidad biológica a personas que por infertilidad no habrían podido acceder a la reproducción biológica. Esto demuestra el peso de la maternidad biológica, por lo menos en las sociedades occidentales. La edad gestacional se ha modificado notablemente sobre todo en los grupos sociales que pueden acceder a este tipo de técnicas de fecundación asistida. Esto quiere decir que se observan con mayor frecuencia madres adultas con niños pequeños, algo que hasta hace algunos años habría sido motivo de preocupación médica (las madres añosas) se ha transformado en formas normalizadas de maternidad. Por otro lado, están los vientres portantes y la donación de óvulos y espermas cuya significación, tal como formula la pregunta, debería estudiarse seriamente, según los países, los grupos sociales y los contextos específicos. Toda generalización en el campo de los valores sociales como culturales sería poco seria. Hace ya varios años que en nuestro país se están llevando a cabo trabajos sobre nuevas formas de parentalidad, que abarcan tanto la utilización de las técnicas de reproducción asistida como la conformación de familias mono como homoparentales. Esto permite reconocer el valor asignado a la filiación biológica”.
Finalmente, si esta vez la cuestión que las ha puesto sobre el tapete es el turismo, cabe también otra pregunta: ¿entran a jugar en un fenómeno más amplio, en la exigencia de optimización permanente del uso del tiempo? ¿El turismo reproductivo ilustra nuevas formas de hacer “rendir” el ocio? “En el primer mundo –dice Franchi– hay poco tiempo para todo. El mercado da mucho y exige mucho. Las mujeres postergan la maternidad y la fertilidad disminuye cuando se acercan los 40 años. El tiempo debe rendir, hay que tener un uso eficiente del mismo, así que se combinan dos cosas, en principio muy placenteras, viajar y reproducirse. Pero, ¿cuál es el tiempo que le dedico a cada una?”.
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