PANTALLA PLANA
Un ciclo de Film&Arts, que comienza mañana, retrata a través de una ecléctica pero valiosa selección de intérpretes la relación de las mujeres con la música.
› Por Moira Soto
Cantantes, instrumentistas, compositoras, las mujeres no la han tenido fácil en el arte musical. Salvo como musas, altri tempi, cuando a Euterpe se le asignaba la música, a Erato la lírica coral, a Terpsícore el canto y la danza. A fin de cuentas, la música es el arte de las musas, si partimos del latín. Pero pasaron los siglos y entre otras discriminaciones, la Iglesia Católica vetó el canto de las mujeres, se prefirió a los castrati... Por cierto, no faltaron las desobedientes de toda la vida que compusieron, tocaron, cantaron en privado. Aunque en la mayoría de los casos (ver Clara Schumann, actualmente revalorada) permanecieron como musas, a lo sumo instrumentistas de las creaciones de sus maridos. Obvio que en el siglo XX las cosas cambiaron también para las músicas en todos los niveles. Y en los ’80 apareció la musicología feminista, rescatando y teorizando al respecto (recomendable la lectura del trabajo de Pilar Ramos López, Feminismo y Música, Narcea, Madrid, 15 euros en 2003).
Resulta, entonces, más que bienvenido el ciclo Las Mujeres y la Música, que propone para este mes la señal Film & Arts, donde –todo hay que decirlo– sólo faltaría la presencia de alguna importante compositora actual, como, por caso, la finlandesa Karia Saariahao, creadora de la aplaudida ópera El amor de lejos (2002). Empero, compensan ampliamente las presencias de Martha Argerich, Maria Bethania, Anu Tali y Elina Garança: cuatro grandes de verdad, entre la espléndida madurez y la más que auspiciosa juventud.
Qué decir de Martha Argerich que no haya sido dicho ya... Una niña prodigio capaz de tocarse todo a los 12, de quien reconoció su maestro Friedrich Gulda: “La intérprete más dotada que jamás hubiera visto, casi no tenía nada para aportarle”. Y también: “Una salvaje, una loca indomable. Un factor de riesgo para ella misma”. La intérprete genial, apasionada, hipersensible irrumpe en el primer doc junto al gran violinista Gidon Kremer, haciendo a Schumann y a Bartok. “Una pareja musical puede volverse más íntima que una de enamorados”, confía Kremer a la cámara.
En una atractiva producción que conjuga paisajes, ensayos, actuaciones en público (el memorable show Brasilerinho), la maravillosa Maria Bethania devela su universo más personal, siempre muy bien rodeada (Caetano, Nana Caymmi, Miucha, Chico...). Con su frente nobilísima, su orgullosa nariz, esa pelambre con vida propia, María ejerce su fascinación irresistible, hablando, riendo, cantando (“Que falta vocé me faz”, “Lamento no morro”, “Mulher sempre Mulher”...).
Anu Tali (Estonia, 1972) (foto) es una rubia preciosa, menuda y arrebatada que, con espíritu innovador y un despliegue increíble de energía, se ha consagrado como directora de primera línea. Ella hace vibrar al público y a la crítica cuando conduce la orquesta con gestos amplios y envolventes. En esta entrega, demuestra que su amor por la música báltica está más que justificado.
Finalmente, la divina mezzo Elina Garança (Letonia, 1976), con su timbre cálido y su insólita flexibilidad para los agudos, pudo elegir el camino del estrellato como soprano. Pero ella prefirió con buen tino ser fiel a su temperamento. En esta realización de Claire Abby, Garança abre su cofre de tesoros más personales en relación con el arte lírico.
Memoria de un concierto, Martha Argerich y Gidon Kremer, mañana sábado a las 21.
La voz de Brasil, Maria Bethania, sábado 12 a las 21.
Anu Tali, maestra báltica, sábado 19 a las 21.
Elina Garança, Una cantante natural, sábado 26 a las 21.
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