PERFILES
Lista para empezar uno de esos ciclos de vida trashumante que suele deparar el teatro, María Figueras, protagonista de la versión de Daniel Veronese sobre Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, reconoce la actualidad de una obra estrenada a fines del siglo XIX, pero que sigue siendo una puerta abierta al futuro.
› Por Sonia Jaroslavsky
María Figueras abre las puertas de su casa y la encontramos entre papillas humeantes que saborea su hija Juanita de quince meses. Así comienza la entrevista con esta actriz que actualmente le pone el cuerpo a Nora en El desarrollo de la civilización venidera (versión de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen), bajo la dirección y autoría de su pareja, Daniel Veronese. La obra se presentará en el teatro El Camarín de las Musas hasta comienzos de octubre con un elenco integrado por Carlos Portaluppi, Ana Garibaldi, Mara Bestelli y Roly Serrano. Después de una acotada temporada de tres meses en Buenos Aires, comenzará para María el periplo de una larga gira que la llevará por varios pueblos de Francia y España para realizar funciones de El desarrollo... y de Espía a una mujer que se mata (versión de Tío Vania, de Anton Chejov, también de Daniel Veronese). De día madre, de noche actriz, ya está pensando en el armado de las valijas y el kit para bebé “porque los hoteles no están adaptados para niños y comidas procesadas y caseras”, de la mano de su aliada principal en estos viajes: su madre y abuela de la niña, que se ha vuelto pilar fundamental para poder emprender semejante travesía teatral.
En su historial se abre la ventana de una legendaria familia de artistas: el dramaturgo Germán Rozenmacher y el director Jorge Petraglia fueron sus parientes cercanos. Su mamá Elena Petraglia, su papá Daniel Figuereido y su hermana Malena Figo también son actores. Mamó desde la cuna el esfuerzo y la pasión de ser actor o actriz en la Argentina: “Mi casa se inundaba de alegría y armonía cuando mis padres podían vivir de esta profesión, porque el trabajo de actuar no siempre tiene una constancia que te permita vivir de esto”, comenta.
Sus comienzos no arrancaron en el teatro sino en la tele. Hizo un casting cuando tenía dieciocho años y quedó elegida, entre unos quinientos fervorosos aspirantes, para Life Collage, una tira adolescente comandada por Cris Morena. Después de esa primera experiencia continuó en una seguidilla de programas: Inconquistable corazón, 90-60-90 Modelos, Calientes, Son amores y hasta tuvo el privilegio de trabajar con el admirado director Alberto Ure. Los colegas de sus padres le sugirieron que fuera a las tablas: “Tanta televisión te puede enviciar”, recuerda que le decían. Así fue como emprendió sus primeras incursiones en el teatro, llegando a interpretar papeles en diversas obras en teatros oficiales, dirigida entre muchos otros por Leonor Manso, Ricardo Holcer, Román Podolsky, Luciano Suardi o Rubens Correa.
Con una pasión que desborda mientras habla, dice que hay personajes que ella ama: “Tener que actuar los de Chejov o Ibsen es una bendición”. Y no es para menos. ¿Quién no se ha enamorado del personaje de Nora de Casa de muñecas? Nora, la que decidió dar un portazo y dejar a su marido y a sus hijos e ir en busca de su lugar de mujer.
Estrenada en Copenhague en 1879, el acto que ejerce Nora fue entendido casi como una proeza y causó revuelo porque puso en jaque la institución matrimonial. Tanto es así que para muchos es la primera obra teatral bastión del feminismo.
–Ibsen pone en duda los lugares establecidos. Te hace entrar en contradicción todo el tiempo y volver a repensar muchos temas. Pero en esta versión no se trabajó sobre la figura de ella como valuarte de la independencia femenina sino sobre un concepto menos cerrado: ella está buscando en su interior, en sí misma. No es una heroína porque sería algo muy retórico. El acto final que ejerce Nora en esta versión es más ambiguo, se lo deja abierto para el espectador.
–A partir de incluir en la obra el mundo de la pareja que toma Bergman cobró todo otra dimensión. Johan y Marianne, los protagonistas, vienen hablando de Casa de muñecas así como nosotros de esta película. Bergman aprovecha esta escena para decir unas cosas terribles sobre el feminismo. Pero hay algo maravilloso en la escena del divorcio, donde ellos hacen el amor, después se emborrachan hasta que terminan en una situación muy violenta que nos sirvió para elaborar la escena de violencia que tenemos en la obra. El lugar que ocupa el hombre es de control de su mujer –afectivo y económico–, como si fuera un objeto de su propiedad. Creo que la obra cobra vigencia porque las mujeres continúan sojuzgadas en varios aspectos, algunas luchas se ganaron, pero aún la mujer no se encuentra en paridad con el hombre. Por supuesto que toda esta información no la racionalizo a la hora de actuar: en ese momento estoy ahí con mi compañero y me olvido de todo, no sé lo que va a pasar. Trabajo intuitivamente, muy desde las vísceras.
–Desde mi punto de vista es un título esperanzador, porque Nora tuvo que realizar todo un proceso interno para pararse en otro lugar respecto de su marido y así tomar una decisión que la proyecte a futuro. Tiene que ver con algo básico, elemental y primitivo que ella siente para poder preservarse como ser humano. Es el desarrollo de una separación que, como consecuencia, la va a dejar en otra situación, para bien o para mal. Nora logró escucharse y vislumbrar algo que tiene que ver con los afectos más íntimos. Después de caerse las máscaras ya no puede volver atrás y seguir con la misma pantomima. Es un título que se plantea más bien como una pregunta.¤
El desarrollo de la civilización venidera, viernes y sábados, a las 23.15, domingos, a las 17. El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, 4862-0655.
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