Vie 25.09.2009
las12

MONDO FISHION

El regreso de los hijos pródigos

› Por Victoria Lescano

Londres remite a la minifalda de Mary Quant, al punk couture de Vivienne Westwood, a las extravagancias de Zandra Rhodes y a la camada de graduados del central Saint Martin’s; a John Galliano y Alexander McQueen, a la diseñadora con pedigree Beatle Stella McCartney y a muchos otros nombres. La pasarela oficial llamada London Fashion Week cumplió 25 años y lo celebró durante toda esta semana –la de la primavera en el hemisferio sur– con el regreso a sus pasarelas de varios hijos pródigos que habían emigrado a otras capitales de la moda. Julien McDonald, quien se cobijó durante varias temporadas en ateliers parisinos, entre ellos la maison Givenchy, reingresó con rescates de ropa para buzos aplicados a trajes femeninos y en el medio alguna extravagancia bien cortada en jersey para dejar huellas de su paso por París y la haute couture en rojo, beige, negro y blanco. Otro diseñador que regresó a su pasarela patria fue Mathew Williamson –estuvo algunos años en pasarelas de Nueva York y, asignado a rediseñar estampas para la firma Pucci– y su nueva propuesta dejó atrás la bohemia para las niñas ricas londinenses. Mathew ahora reinterpreta las necesidades de “fast couture” de las compradoras americanas, esas que con cautela vuelven a sacar las tarjetas de crédito Amex de sus billeteras.

La historia de la pasarela británica se jacta de poseer un catálogo y un historial rico en provocadores, con algún matiz freak. El último de ellos se llama Christopher Kane. Tiene 27 años y su elogiada colección de vestiditos raros, casi de deliberado mal gusto y cosidos en las telas de mantel que popularizó Brigitte Bardot y otras con telas de noche horribles surgieron de disparadores tan caprichosos y disímiles como “una foto de Nancy Reagan en un parque, un documental sobre los suicidios colectivos en Guyana de 1978 y escenas del film Lolita”.

Del lado del clasicismo escocés, la firma Pringle of Scotland, dedicada a la ropa de punto y a fabulosos cardigans, contrató como musa a la actriz Tilda Swinton. La protagonista también escocesa de Orlando protagonizó la campaña y un film institucional dirigido por Ryan McGinley que la muestra con vestidos de noche en blanco, gris y limón, descalza y con algún abrigo, puertas adentro de un castillo de su región.

Otra sorpresa llegó del lado de Paul Smith, célebre por sus trajes para hombres, quien sumó una línea femenina. La presentó con un traje rosa chicle con sombrero rojo, zapatos al tono y anclaje en los dandies del Congo. No es ficción ni una arbitrariedad digna del joven Kane, sino que partió de la documentación recopilada por la fotógrafa Daniele Tamagni y sus trajes coloridos se complementaron con ikats, con corpiños y bandeaus a la vista.

Nueva York también tuvo su semana de la moda –Mercedes Fashion Week, merced al sponsoreo–, que incluyó una sección argentina y la presencia de la chilena María Cornejo, cuyos diseños suele lucir Michelle Obama. Pero ese capítulo merece otra columna.

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