MODA
En el libro La moda en el espectáculo, el modisto Horace Lannes recorre 50 años de trayectoria vistiendo a las más refulgentes estrellas del cielo argentino, convirtiéndose en un material de culto para fans de la moda y también en parte del patrimonio nacional, aun cuando sea el mismo autor el encargado de guardar por sí mismo cada vestuario con amorosa pasión.
› Por Felisa Pinto
En la primavera pasada, la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad presentó el libro La moda en el espectáculo, de Horace Lannes, ante un público adicto y entusiasta. Hoy, se ha convertido en un manual indispensable para los fans de la escena nacional del pasado. Un ayudamemoria que se mete en los pliegues y drapeados de cada vestido del cine, teatro, televisión e historia de su moda personal con incursiones en el exterior. Es oportuna la cita de Edmundo Guibourg que el autor imprime en la solapa: “Un país que recuerda a sus artistas, preserva su identidad cultural”.
El ejemplar de tapa blanda está ilustrado por un dibujo emblemático de Lannes sobre fondo rosado, incluye un texto directo, plagado de información erudita, para evocar más de 50 años de trayectoria y de su obra. Fotos de culto y de su nutrido archivo personal, croquis, dibujos y fotos en blanco y negro hacen atractiva su lectura fácil y entretenida. En todo momento queda claro que para el modisto de las estrellas, la moda “nace de un conjunto de sentimientos, hechos sociales, necesidades ambientales, y es algo que representa la fisonomía de un país, de un momento, de una época de la historia. En mi colección de ropa, que conservo y guardo intacta, y fuera usada por las figuras más representativas del ambiente artístico argentino, he tratado de preservar algo del patrimonio histórico, artístico y cultural del país, para hacerlo conocer y recordar a la gente de hoy y de futuras generaciones”.
El camino hacia esas ambiciones empezó, cuando casi como a Manuel Puig, la pasión por el cine y las estrellas se la enseñó su madre, devota de todas ellas, a quien Horace dedica su libro.
“A fines de los ’40, a través de mi padre, que era cinéfilo, aprendí ese conocimiento de la elegancia a través del cine. En mi viaje de egresado a Roma (en el ’50, Año Santo) conocí a mi hada madrina, Alexis de Arancibia, quien me acercó a un concurso (hoy, casting) de diseñadores para vestir a Zully Moreno. Me animé, llegué y gané. Con mis 20 años había logrado vestir nada menos que a Zully Moreno en La Dama de las Camelias, con dirección de Ernesto Arancibia, filmada entre 1952-53 que se estrenó ese mismo año. El resto es historia” sintetiza e ilustra Lannes, cuando su texto se codea con un dibujo de un grupo de favoritas vestidas por él para la pantalla: Zully Moreno, Susana Campos, Mercedes Carreras, Libertad Lamarque, Lolita Torres, Susana Traverso, Olga Zubarry, Tilda Thamar y Susana Rinaldi, sólo algunas de las que vistió a lo largo de su carrera y que se divisan entre las fotos y dibujos del ejemplar. Para él, “Tilda fue la primera estrella sexy del cine nacional, sofisticada y fina solamente insinuando en vez de mostrar, quien también triunfó en Francia, adonde la llamaron ‘la bomba atómica argentina’. Mecha Ortiz, por su parte, deslumbraba por su altura, su porte y su voz. Tenía una manera especial de lucir los vestuarios, como se vio en Safo, o La rubia Mireya. Capítulo aparte merecen Delia Garcés, que personificó el chic de nuestro cine con su gracia y elegancia naturales y su sencillez y bondad. Pero es sin duda Zully Moreno quien conquistó al público argentino y de América. Poseía lo que los franceses llaman allure, una manera única de caminar, pararse y lucir siempre. Ya sea con un vestido de algodón o de lamé. Bajando escaleras fue inigualable y única. Y mítica como actriz en Dios se lo pague, con Arturo de Córdova, primer film argentino nominado al Oscar como película extranjera en la década del ’40”.
También destaca y no se olvida de Bárbara Mujica, por su personalidad, elegancia y actitud en el film Los guerrilleros, dirigido por Lucas Demare en el ’60. Y el charme innato de Aída Luz, a quien vistió en muchas películas y televisión y festivales de cine. Hay una buena foto de ella en el libro, perteneciente al film El hombre virgen, de Roman Viñoly Barreto.
Otra foto inesperada e inédita es la de Susana Giménez, que luce despojada y sobria ocultando su exuberante pelo gracias a un conjunto diseñado por Lannes, de dos piezas de falda y chaqueta de jersey blanco con drapeado en el corsage, y turbante y foulard del mismo género, acentuados por un par de anteojos oscuros, indispensables para la sofisticación de la diva que empezaba a surgir, esta vez dirigida en un film igualmente inédito dirigido por Roberto Sánchez (Sandro) que se llamó Tú me enloqueces, en los años ’60, sin éxito aparente.
Mucho después, en los ’90, se descubre la mano del modisto en el vestuario de Isabel Sarli, vestida de novia, con tocado munido de voilette, mangas balón y ramo de rosas blancas. El modelo es sólo uno de los que lució con toques kitsch, pedido por el director del controvertido film de Jorge Polaco, La dama regresa.
“El teatro llega a mí, desde la niñez, con los Títeres de Podrecca, luego de las comedias del Smart con Paulina Singerman y, ya adolescente, los inolvidables estrenos del teatro Odeón, adonde vi el talento absoluto de las compañías extranjeras, especialmente la de Jean Louis Barrault y Madeleine Renaud.
“En 1953 debuté en el teatro diseñando todo el vestuario de la revista Mundo, Demonio y Mujeres, dirigida por León Alberti en el Maipo, con un elenco increíble: Sofía Bozán, María Esther Gamas, Alicia Márquez, Alba Solís, etc. Recuerdo con nostalgia, en cambio, el vestuario de Pepita Serrador en Dulce pájaro de juventud, de T. Williams, en la década del ’50. Y el que hice para Iris Marga, interpretando a Sarah Bernhardt en La dama de las comedias, en el Teatro San Martín en la misma época, los ’50”, recuerda Lannes.
Por su parte, el modisto considera a la revista “como una de las facetas artísticas importantes de mi carrera, dado que profesionalmente se aprende mucho con sus diferentes cuerpos y medidas de las protagonistas y distintos temas, en coreografías y decorados que dan lugar a la fantasía y la creatividad. Diseñar vestuarios de revista sobre todo en los ’50 y ’60, con mucha censura, y que no mostraban las desnudeces de hoy, todo tan obvio, era un desafío. En mi opinión, siempre fue mejor sugerir que mostrar. Como ejemplo, los vestuarios que hice para la Giménez en su etapa revisteril y para Zulma Faiad, otra gran vedette. Las grandes figuras femeninas de la revista porteña de entonces cantaban, bailaban, eran buenas actrices en los sketches, todo con talento, y sobre todo guardaban misterio. Eran acompañadas por autores. actores y directores creativos con buen gusto, inteligentes, que especialmente tenían respeto por los artistas, el público, y hacia sí mismos. Basta recordar a Sofía ‘la Negra’ Bozán, vedette y estrella del Maipo, desde los años ’30 hasta el ’54, record que ninguna logró. La Negra Bozán tenía sus cualidades: cantaba como pocas los tangos ‘reos’, al tiempo que lucía en escena su colección privada de alhajas descomunales, sobre su innata elegancia”. Años más tarde, una joven y escultural Egle Martin pisaría el mismo teatro y El Nacional, con su físico privilegiado y su base de ballet clásico del Colón. Esta era otra “negra” joven y desenfadada que hacía recordar a una Brigitte Bardot criolla, según Lannes, quien la vistió con gran devoción en su tiempo de revista. Y en el cine, en La mujer desnuda, junto a Tilda Thamar.
“Libertad Lamarque, junto a Mariano Mores, llevaron mi vestuario de tango por el mundo. Mis creaciones, agrupadas en mi línea Tango, desde 1953 hasta hoy, fueron copiadas e imitadas por bailarinas, modistas y empresarios, lo que me da satisfacción como creador”, aclara H. L.
Con Liber, compartió triunfos en el Madison Square Garden, en salas de Puerto Rico y giras internacionales. “En Miami, al aparecer con mi vestido de volados, con diseños de estilo cubano, más de tres mil espectadores aplaudieron llorando y gritando. Para Hello Dolly, en el ’82, un atuendo de brocado de seda natural rubí, tocado de ave del paraíso y boa de avestruz al tono, salpicadas por joyas verdaderas, hicieron el mismo éxito, del que me enorgullezco”, subraya.
Y hay todavía más para sentirse a sus anchas en el capítulo dedicado a su ropa para televisión, y en el de la moda para lucir en la vida real, festivales internacionales, reinas de belleza, homenajes a sus ídolos mundiales de la moda y su incursión en el toque “gaucho look”, creado para lucir en las calles y salones neoyorquinos, especialmente lucido sobre la elegante y entonces modelo Elsa Peretti, hoy diseñadora de joyas de la casa Tiffany’s en la esquina crucial del chic de Nueva York.
Todo eso, antes de subrayar las palabras finales del libro: “No use lo que está de moda, sino lo que a usted le quede bien”.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux