Vie 05.02.2010
las12

TRABAJO

El cuento de la buena pipa

“Se discrimina más por la maternidad que por el sexo”, señala un estudio de Idesa disparando el inmediato gesto de sorpresa frente al enfoque. ¿O acaso no hay una íntima relación entre sexo, o mejor, género y maternidad? Aun así, lo que desnuda este paper que analiza datos de la Encuesta Permanente de Hogares es uno de los núcleos duros de la discriminación por género: la relación trabajo-salario, que beneficia a los hombres por sobre las mujeres pero que directamente desprecia a estas últimas cuando son madres.

› Por Sonia Tessa

En algún momento de la entrevista laboral, sobreviene la pregunta. ¿Tenés hijos? Y ya no importa cuánto se haya destacado la formación, las ganas de trabajar, la capacidad para hacer ese trabajo. Si una mujer tiene hijos, las chances de esfuman. Si son chicos, mucho más. Y otro problema: si los hijos no son chicos, es difícil que esa mujer esté en una edad empleable. Esa decisión de vida que significa ser madre se convierte, en demasiadas ocasiones, en un obstáculo para continuar la carrera que durante tantos años se cuidó, o en formar parte de un mercado laboral que, de por sí, pagará menos por ser mujer. Y mucho menos siendo madre. La secretaria general de un gremio le dijo a una empleada: “Ya empezás a pedir”, cuando ella –en pleno período de amamantamiento, pero sin saber que tenía derecho a una hora diaria– pidió irse un rato antes. Y se lo negó. Es decir: se supone que sólo podrás ser una mujer hecha y derecha si tenés hijos. Pero entonces, olvidate del trabajo. Y si tenés trabajo, cobrarás mucho menos, tendrás dificultades, será mal visto que faltes cuando tu hijo se enferme.

Esta encerrona no se basa en una entelequia, sino en los números puros y duros de la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el Indec. En la Argentina, sólo el 40 por ciento de los puestos de trabajo son ocupados por mujeres. El instituto también señala que al primer semestre del 2009 la remuneración promedio por trabajador era de 1700 pesos. Pero, como decía Juan Domingo Perón sobre las estadísticas, un pollo por persona muchas veces puede significar que uno come dos pollos y el otro ninguno.

El Indec estableció que la remuneración promedio de bolsillo de los ocupados varones era de 1910 pesos; entre las mujeres ocupadas sin hijos era de 1660 pesos, y si son mujeres ocupadas con hijos, el sueldo promedio baja considerablemente, a 1352 pesos.

Los datos están reflejados en un trabajo del centro de estudios económicos orientado a temas sociales, Idesa, que lleva un nombre discutible: “Se discrimina más por la maternidad que por el sexo”. Como si hubiera maternidad en esta sociedad sin la relación entre los géneros. Idesa no oculta la ideología de su enfoque, al proponer medidas de flexibilización laboral y cuestionar otras, como la asignación universal por hijo, desde el remanido argumento de que no estimula la cultura del trabajo. ¿Por qué tomar ese estudio, entonces? En primer lugar, porque se basa en datos del Indec y, además, porque da cuenta de un problema que –aun a esos ojos tan sesgados– es vital para la mitad de la población. Y porque trae datos de otros países donde se abordó el tema.

Para Andrea Majul, madre de trillizos y desocupada, el problema es absolutamente real, pero en el estudio está mal formulado. “Antes que establecer que se discrimina más a las mujeres por ser madres que por ser mujeres, yo diría que se discrimina a las mujeres y que en la maternidad esa discriminación adquiere un nivel muy superior”, reflexionó.

Idesa cita a la biblia de los medios de ideología liberal, la revista inglesa The Economist, que alerta sobre una “revolución silenciosa” que se viene produciendo en los mercados de trabajo de los países avanzados. En Estados Unidos y los países nórdicos, las mujeres están a punto de constituir la mitad de la fuerza laboral. Por supuesto que la menor remuneración y el acceso diferencial a cargos directivos siguen vigentes. Pero eso no es igual para todas: “Un dato extremadamente importante de la evidencia internacional es que las diferencias de remuneraciones entre varones y mujeres sin hijos tienden a desaparecer, mientras que son las mujeres con hijos las que enfrentan las situaciones más desventajosas. Esto sugiere que las diferencias de calidad en la inserción laboral no se deberían tanto a cuestiones culturales de discriminación por sexo, sino a los conflictos que se plantean entre desarrollar una carrera laboral y las responsabilidades que asumen las mujeres cuando tienen hijos”, dice el informe de Idesa.

Andrea vive en carne propia esa diferencia entre la imagen idealizada de la madre y la auténtica dificultad que afronta cualquier mujer después de la maternidad. “Existe un alto grado de cinismo en una sociedad que celebra la imagen de los bebés –tan tiernos y emotivos que nunca falta un político que los alce y los bese, señalándolos como el futuro y la esperanza del país– y que es la misma sociedad que abandona a las madres a su suerte”, indicó. Y en muchos casos, su suerte es bien esquiva. “Como si equilibrar la crianza con el trabajo fuera solamente una cuestión personal, una batalla propia, una especie de reality obsceno donde a más obstáculos, más interés del público. ¿Cómo se entiende entonces la forzada sonrisa del entrevistador cuando te pregunta si tenés hijos, sabiendo que, más allá de tu formación o experiencia, si confesás el crimen de ser madre tus posibilidades se alejan raudamente? ¿Cómo se entiende que más de 6000 niñas y niños de 45 días a 5 años no puedan tener vacantes en la educación inicial sabiendo el terrible costo que esto significa?”, escribió con bronca luego de leer el estudio.

El informe de Idesa, claro, toma como modelo a los países del Primer Mundo. “Frente a este fenómeno, los países bien organizados están abordando políticas que ayuden a morigerar el conflicto entre los roles reproductivos y las exigencias laborales. Esto ha llevado a revisar la legislación laboral y de la seguridad social, y los programas asistenciales. La idea central es socializar el costo de la maternidad. Así, se promueven sistemas de guarderías de tiempo completo y alta calidad, educación de doble jornada, flexibilidad de la jornada laboral, facilidad para el trabajo part-time, trabajo vía Internet desde el hogar, redefinición de las reglas previsionales compensando la falta de aportes causadas por la maternidad, entre otras medidas”, indica el estudio.

A la hora de las soluciones, el director de Idesa, Jorge Colina, expresa su posición crítica con las medidas del Gobierno. “En Argentina, lo que se observa es que todo se concentra en medidas de discriminación positiva, como obligar por medio de leyes a emplear mujeres o colocar cupos. Deberíamos revisar ese tipo de enfoques y tratar de desarrollar instituciones que efectivamente le permitan a la mujer dedicarse más al mercado laboral: sistemas de guarderías de tiempo completo de alta calidad, la doble escolaridad en las escuelas públicas y, en tercer lugar, adaptar la legislación laboral a las necesidades de las mujeres”, consideró Colina.

En ese punto, la abogada laboralista Rita Sanjulián recordó que la Ley de Contrato de Trabajo, en su artículo 179, establece que las empresas deberán habilitar salas maternales y guarderías. Pero ese punto estaba sujeto a reglamentación, y jamás fue reglamentado.

Claro que el economista considera que estas leyes pecan por exceso, y no por defecto. “La legislación laboral actual es sumamente rígida y no promueve, por el contrario, penaliza las formas flexibles y el trabajo part-time. Eso perjudica a las mujeres que han tenido hijos y quieren trabajar por la tarde, por ejemplo”, opinó. El investigador está convencido de que “la legislación laboral está muy pensada para el hombre de 30 a 50 años padre de familia. Hay que ampliarla para que pueda incluir a las mujeres”.

Colina considera que este tipo de acciones son más efectivas que otras. Y como ejemplo de medidas poco efectivas plantea el otorgamiento de licencia por paternidad. “En Suecia se hizo la prueba de darles a los hombres la oportunidad de tomar la licencia por paternidad, pero no ha dado buenos resultados. Porque, en general, son las mujeres las que han tomado la licencia. Aun cuando se ponga una legislación, el hombre opta por no hacerlo, es la mujer la que está conminada a hacerlo”, apuntó Colina, convencido de que “habría que darles opciones a las mujeres para que puedan dejar a sus hijos en instituciones seguras y de alta calidad, y también modificar la legislación laboral para que la mujer pueda tener flexibilidad, jornadas más cortas, o más largas pero concentradas en un día. La legislación laboral no las toma en cuenta y deberían ser tenidas en cuenta”. Lo puso en un ejemplo concreto. “Suele pasar que cuando una chica tiene un hijo y está volviendo a su empleo, pide la opción de trabajar part-time, pero desde la empresa le ponen trabas, porque les resulta muy cara la jornada reducida. La mujer debería tener esa posibilidad”, aseveró.

San Julián no está muy de acuerdo. Para ella, la legislación de un trabajo part-time no soluciona ningún problema. “Si bien puede beneficiar a la mujer en lo inmediato, en mi opinión le hace perder posición en el medio laboral, en cuanto a la carrera, en los ascensos que podría tener”, indicó la profesional, quien consideró que: “La discriminación sigue oficiando, produciéndose a través de distintas metodologías. Teóricamente, la mujer podría optar por una licencia sin goce de sueldos, por el estado de excedencia, tras la maternidad. Ese estado la ampara en obtener el puesto. Pero cuando la mujer se quiere reincorporar, la misma ley habilita que el patrón pueda hacerlo en un puesto diferente, de menor categoría que el que tenía antes de esa licencia sin goce de sueldos”, expresó Sanjulián. El artículo 183 de la Ley de Contrato de Trabajo estipula que el estado de excedencia puede prolongarse de tres a seis meses. En su larga experiencia como abogada laboralista, sólo conoció dos casos de mujeres que tomaron esa posibilidad. “A veces por desconocimiento y otras porque tienen el temor de perder el empleo”, consideró. Y muchas otras veces porque necesitan ese ingreso.

La opinión de Andrea va más allá de las leyes y las estadísticas. “La maternidad, sobre todo en los primeros años de crianza, es un tiempo de mucha vulnerabilidad de por sí, de cambios revolucionarios. Surgen miedos y certezas, debilidades y fortalezas que antes no existían. Ese es el camino personal que cada una lleva adelante de manera íntima, el descubrimiento de la propia manera de ser madre. Y la verdad, es bastante. No es necesario que además de tamaño giro en la existencia haya que sobrellevar la discriminación, el prejuicio y la vergüenza de no poder sostener materialmente a tus hijos”, expresó. Contundente.

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