EL MEGáFONO)))
› Por Francis Rosemberg *
En los cinco primeros años de vida se sientan las bases de la persona, se estructura la personalidad, se desarrollan las relaciones afectivas y sociales y las capacidades motoras y de aprendizaje. Esto se construye en el seno de la relación adulto-niño. En esta etapa temprana de la vida de un chico todas las experiencias vitales dejan una marca. De allí la importancia de la calidad que tenga ese encuentro y la calidad del vínculo que se establezca en los momentos de los cuidados cotidianos. Así como sea la crianza, así será el sujeto que se constituya.
La concepción de la crianza como un acto individual y privado, sumada al mito de la mujer instrumentada naturalmente para la atención de los niños por un supuesto instinto maternal, deriva en la falta de valoración del trabajo de crianza y en la falta de capacitación adecuada de los adultos que se dedican al cuidado del niño pequeño. Sin embargo, estas personas se ocupan de las funciones instituyentes de la estructura psíquica y física de un sujeto.
Cuando no hay un pensamiento reflexivo o una mirada crítica sobre las propias matrices de aprendizaje terminamos reproduciendo en el cuidado de nuestros chicos lo único que conocemos: las modalidades con que fuimos criados –o sea la propia historia– y lo que los medios de comunicación transmiten “formateando” individuos... Es decir que colaboramos en perpetuar un modelo que el sistema nos impone y que, con sólo mirar alrededor, vemos cuán exitoso es... Un modelo que promueve el autoritarismo, el sometimiento del más débil, el ejercicio del poder y la violencia y que lleva a una sociedad en la que algo del orden político de la dominación se juega en las relaciones cotidianas, también en las relaciones varón-mujer, adulto-niño, maestro-alumno...
Proponernos una transformación social requiere de una modificación en las relaciones de poder, pero no sólo en los altos estamentos de la sociedad, sino en los concretos y pequeños hechos de la vida diaria. No alcanza con la enunciación del respeto por los derechos del niño, es necesaria la creación de herramientas prácticas para lograrlo.
Para construir una propuesta transformadora de nuestra realidad cultural es imprescindible dar visibilidad político-social a la problemática del desarrollo infantil. Empezar a pensar en manos de qué ideología entregamos los procesos más tempranos del desarrollo de la persona. Lo que hagamos hoy con nuestros niños, lo que pensemos para los que aún no nacieron, será lo que determinará a nuestros futuros ciudadanos, a quienes en veinte años serán nuestros militantes y en treinta nuestros dirigentes. Y es aquí donde la crianza puede ser militancia.
Si creemos en la cooperación, la solidaridad y el respeto como pilares de nuestra sociedad, no podemos seguir aferrados al poder del adulto sobre los chicos. El respeto por los tiempos del niño, sin acelerar –ni retardar– sus ritmos en los procesos de maduración, la construcción de la seguridad afectiva estando disponibles cuando ellos lo necesitan, el sostén adecuado –tanto corporal como psíquico– del niño pequeño, facilitarán el desarrollo de un sujeto autónomo, con convicciones propias, dueño de sí mismo, solidario. Y no de un sujeto pasivo, resignado, sujetado a los designios que otros determinen por y para él.
* Coordinadora del Programa Comunitario de Prevención de los Trastornos del Desarrollo Infantil “No sólo de Pan viven los Chicos”, docente del Seminario de Desarrollo Infantil de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (Upmpm) y docente de Desarrollo Infantil del Proyecto de Capacitación “Territorio Madres”, convenio entre la Upmpm y el Ministerio de Desarrollo Social.
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