Vie 19.02.2010
las12

PERFILES > EDWIDGE DANTICAT

Violencia y poesía

› Por Marisa Avigliano

Edwidge está fuera de casa desde hace mucho tiempo. A los doce años dejó su Haití natal –Puerto Príncipe, 19 de enero de 1969– y emigró a los Estados Unidos, donde la esperaban sus padres, hermanos americanos (“en Estados Unidos, nuestros padres tuvieron dos hijos. Eramos dos niños nacidos en Haití y dos en Estados Unidos, un hogar de dos culturas”) y una lengua nueva. No lo sabía entonces pero allí también la esperaban el reconocimiento literario –cuando empezó el año 2000 The New Yorker la incluyó en su tapa como una de las veinte promesas del nuevo siglo–, decenas de premios y los televisivos aplausos de Oprah Winfrey.

Su infancia, los relatos de su abuela, los cuentos a la hora de dormir de sus tías y sus sueños en créole quedaron en tierra haitiana, la tierra resbaladiza.

Hace apenas unos días, después del terremoto, Edwidge escribió “A Little While”, una nota atormentada, en The New Yorker, en la que habla de su patria y de sus difuntos: “Mi primo Maxo ha muerto. La casa a la que llamé hogar durante mis visitas a Haití se derrumbó encima de él (...) Tres días antes del terremoto, dejó un mensaje en mi buzón de voz. Estaba tratando de recaudar dinero para la reconstrucción de una escuela pequeña en las montañas de Léogâne, de donde es nuestra familia”. Desde la ausencia y el horror, Edwidge vuelve a confiar en las palabras familiares y termina su nota reproduciendo el diálogo telefónico con su prima, a quien en la intimidad llaman Naomi Campbell y que le da título a la nota:

“No llores, dice ella. Así es la vida.

No, no es la vida, le digo. O no debería ser.

Es, insiste. Eso es lo que es. Y la vida, como la muerte, sólo dura yon ti moman. (Sólo un poco de tiempo).”

Desde que publicó su primera novela Palabras, ojos, memoria (1994), Edwidge buscó que sus recuerdos se convirtieran en presente, un liencillo hecho con palabras lanzadas al aire, infinitamente frágil e infinitamente resistente, capaz de desafiar a perpetuidad la pesantez que la vida le había reservado.

Palabras, ojos, memoria es una novela sobre Haití, sobre las mujeres de Haití y sobre el sexo, el abandono, los lazos amorosos, las violaciones, el pudor y los estigmas.

Allí las mujeres tienen que ser fuertes como montañas, algunas preparan su propio funeral, otras se compran cremas que prometen hacerlas más blancas mientras esperan turno en Haití Express para mandar o recibir gestos confidentes y la mayoría dice en voz alta que viven en un país donde sobran las razones para que una madre abandone a sus hijos.

Mientras tanto, quienes llegan a los Estados Unidos son acusadas de tener OCH (olor corporal haitiano) y escuchan con frecuencia que “sólo tienen sida las cuatro haches: heroinómanos, hemofílicos, homosexuales y haitianos”.

En el libro de relatos ¿Crik? ¡Crac! (1996) Edwidge dedica su epílogo (una especie de manifiesto) a las mujeres, la literatura y a lo peligroso que era ser escritor en Haití en tiempos de dictadura: “Escribir es como trenzarse el pelo. Tomar un montón de mechones desordenados y ásperos e intentar darles unidad. Algunas trenzas te quedan largas, otras cortas. Algunas son gruesas, otras finas. Algunas pesadas. Otras ligeras. Como las distintas mujeres de tu familia (...) Recuerdas una vez, trenzándote el pelo, pensaste que te parecías mucho a tu madre y a la madre de ella. Fueron sus susurros lo que te empujó, ese permanente murmullo sobre ollas siseantes que te llenaba la cabeza. Un millar de mujeres apremiándote a hablar, por la punta de tu lápiz... Te pedían la voz para decirle por ti a tu madre que sí, que las mujeres como tú hablan aunque lo hagan en una lengua difícil de entender. (...) A veces sueñas que oyes sólo el latido de tu corazón, pero en la realidad nunca ha pasado. Nunca has podido escapar al estrépito de mil corazones que superan al tuyo en miles de años. Y cuando con los años nos has necesitado, a tu grito de ¿Cric? Hemos respondido ¡Crac! Porque probaba que no nos habías olvidado... Y no es otro el legado que recibiste de la forma en que esas mujeres vivieron, murieron y volvieron a vivir”.

Además de crónicas, relatos breves y antologías, publicó en 1998 Cosecha de huesos (The Farming of Bones), una novela sobre la masacre de haitianos ordenada por Trujillo en 1937, y en 2007 Brother, I’m dying (2007), basada en su tío Joseph, allí una vez más violencia y poesía fundaban el melancólicamente cruel hogar literario de Edwidge que se reconoce fácilmente por la herida y la exaltación.

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