CORTE PENAL INTERNACIONAL
Hace un mes fueron elegidos los 18 miembros de la futura Corte Penal Internacional Permanente (CPI), que juzgará, entre otros, crímenes de guerra. Siete de los jueces elegidos son mujeres. La creación de la CPI está marcada por una fuerte impronta de género. Por primera vez la violación y la prostitución forzada en situaciones de conflicto serán tratados como crímenes de lesa humanidad.
La semana pasada hicieron
sus respectivos juramentos los 18 miembros de la futura Corte Penal Internacional
Permanente, el máximo organismo internacional de Justicia que juzgará
crímenes de genocidio, lesa humanidad, guerra y agresión. En el
Estatuto de creación de la CPI estaba previsto que al menos un tercio
de sus miembros fueran mujeres y otro tercio hombres. Las mujeres seleccionadas
no sólo fueron siete (dos de América latina y el Caribe, una del
Grupo Occidental, tres de Africa y una de Europa Oriental) una más
que el mínimo deseado, sino que seis de ellas fueron elegidas en
la primera vuelta, mientras que para decidir quiénes serían los
restantes doce miembros hicieron falta dos días y medio y treinta y tres
vueltas más de negociaciones.
Si bien la representación femenina en un órgano de máxima
jerarquía internacional es fundamental, el principal aporte de la CPI
a la vida de las mujeres está en el tipo de crímenes que juzgará,
las garantías procesales que tendrán los casos que allí
se traten, y la perspectiva de género que atraviesa prácticamente
todas las instancias del Tribunal: desde el personal judicial y administrativo,
hasta el enfoque de las causas.
Si la CPI logra funcionar de acuerdo con lo previsto en el Estatuto de Roma
la instancia que le dio origen en 1998, se habrá dado un
enorme paso en la defensa de los derechos de género tanto a nivel internacional
como nacional, ya que está previsto que los países que ratificaron
el Estatuto adapten sus legislaciones nacionales a la que guiará a la
CPI, que tiene figuras jurídicas y normas procesales más avanzadas
que las que en general rigen cada país.
Invisibilidad legislativa
La conformación
e inminente funcionamiento de la CPI representa un enorme salto hacia adelante
para las activistas que vienen peleando por la inclusión de la perspectiva
de género en la agenda de los derechos humanos. No es una morada donde
anclar, pero podría ser una posta ineludible y hospitalaria para que
muchas mujeres en el mundo, que viven bajo regímenes ciegos y sordos
a sus derechos, empiecen a sentir que la Justicia también existe para
ellas. Las mujeres fueron históricamente víctimas de violencia
sexual, psicológica y física en tiempos de guerra y de paz, y
hasta ahora nunca la justicia internacional (a excepción de los recientemente
conformados Tribunales Penales Internacionales para la ex Yugoslavia y Ruanda)
condenó estos crímenes. Los daños dirigidos hacia ellas
fueron invisibilizados.
En las guerras sobre todo, y en los casos de genocidio (destrucción total
o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso) y crímenes
de lesa humanidad (ataque sistemático contra una poblacióncivil),
las mujeres fueron el blanco predilecto, casi una herramienta más de
la guerra, una afrenta al corazón del agredido. Matanzas, maltratos,
violaciones y violencia contra ellas y sus hijos fueron los métodos elegidos
para saciar la voracidad agresora y destruir el honor y orgullo
de los pueblos sometidos.
Los Tribunales de Nuremberg y Tokio, que juzgaron a los responsables de la Segunda
Guerra Mundial, no condenaron estos crímenes. Y sin embargo los hubo.
Desde antes de la Segunda Guerra, en Japón, se produjo el primer caso
de abuso sexual sistematizado y planificado contra mujeres. Por orden del emperador
Hirohito, preocupado por la masacre que sus soldados habían llevado a
cabo en Nanking, en 1937, donde violaron y mataron a mujeres de todas las edades,
fueron creadas en Japón y los países ocupados por el Imperio las
llamadas comfort station o estaciones de solaz, donde mujeres japonesas y, sobre
todo, prisioneras de los países ocupados, eran obligadas a prostituirse
para que los soldados satisficieran controladamente su ansiedad
sexual. Esta práctica continuó durante la guerra, pero nunca fue
juzgada.
Recién en diciembre de 2000 se realizó en Tokio un juicio simbólico
contra el Estado japonés en el que declararon 70 ex prisioneras de las
estaciones de solaz. El Tribunal estuvo conformado por cuatro juristas de prestigio
internacional uno de ellos fue la entonces jueza argentina Carmen Argibay,
actualmente miembro de los Tribunales Penales Internacionales para la ex Yugoslavia,
quienes, en su sentencia, repudiaron la idea de que el abuso sexual de
las mujeres es una consecuencia inevitable de la guerra. El juicio no
tuvo consecuencias fácticas pero sí simbólicas: era la
primera vez que se conformaba un tribunal específicamente para casos
de género, y constituía un avance más en el intento de
incorporar esta legislación a la justicia internacional.
Fui cuando tenía 14 años. Mi profesor japonés me mandó. Fue una orden. Nos metieron en una fábrica. Yo me escapé con una amiga. La primera vez, fracasamos. La segunda, cuando salimos, un camionero nos secuestró. Perdí de vista a mi amiga. Yo estaba sola en el camión y el maldito camionero me violó. Yo ni siquiera había empezado a menstruar. No sabía nada. Empecé a sangrar por la violación mientras me llevaban a algún sitio. Me enteré de que estaba en una estación de solaz. Allí mi cuerpo me dolía todos los fines de semana por el sexo forzado con los japoneses. Era una vida terrible. Duró como un año. (Kang, anciana oriental)
El testimonio pertenece
al documental Si la esperanza fuese suficiente, realizado por el Caucus Internacional
de Mujeres por una Justicia de Género, una organización no gubernamental
que se creó para impulsar la creación de la CPI y que, con vistas
a su inminente puesta en práctica, realizó este video en el que
a través de testimonios de mujeres violentadas, y activistas, traza la
historia de la violencia ejercida sobre las mujeres y destaca la importancia
de la CPI para revertir esta situación.
En Si la esperanza fuese suficiente que será proyectada en Buenos
Aires en abril, en un encuentro organizado por el Colectivo Latinoamericano
de Mujeres por una Justicia de Género, Unicef y Unifem también
se relatan los hitos recientes en el logro de una justicia internacional con
perspectiva de género: Recién en 1993, durante la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos realizada en Viena, la violencia
basada en el género fue reconocida como parte de la agenda de derechos
humanos de las Naciones Unidas. Esto resultó, entre otras cosas, en que
en la Plataforma de Beijing se incorporó un capítulo sobre mujeres
en situaciones de conflicto que se refiere a las situaciones de violencia contra
las mujeres en guerras y conflictos armados y lasviolaciones a los derechos
humanos, y se preparó el terreno para que muchos de estos temas se trataran
en el futuro.
Cuando en los años 93 y 94 se crearon los Tribunales Penales
Internacionales para Ruanda y la ex Yugoslavia se incluyeron algunas figuras
jurídicas como la violación sexual como crimen de lesa humanidad
que garantizaban que los abusos contra las mujeres pudieran ser juzgados. Sin
embargo, la jueza Navanethem Pillay, presidenta hasta hace poco del Tribunal
Internacional Penal para Ruanda, y actualmente una de las siete miembros femeninas
de la CPI, señala en Si la esperanza...: Dos años después
del establecimiento del Tribunal y con 21 casos juzgados, no hubo uno solo en
el que se condenara la violencia sexual. Después de eso, los jueces empezaron
a percibir que los testigos estaban dando testimonios de casos de violencia
sexual y violación y así tuvimos la primera condena histórica
de evidencia de genocidio. Carmen Argibay, que hace más de un año
vive en La Haya, dice de su experiencia en los Tribunales para la ex Yugoslavia:
El caso que está tratando mi tribunal no está vinculado
directamente con temas de género. Se trata de un político de segunda
línea de Slobodan Milosevic al que se acusa de otros crímenes.
Pero hubo varios fallos interesantes en otros tribunales. El más famoso
es el de Kunarac, un serbio que tenía imputaciones directas de esclavitud
sexual y violación como crimen de lesa humanidad y fue condenado.
Eran las 9 de la noche
cuando se abrió la puerta y ahí estaba el comandante de los guardias,
Zeljko Mejacik. Me llamó por el apellido para que saliera. Había
6 o 7 hombres ahí. Empezaron con los insultos. Me ordenó que me
acostara y luego se aprovechó de mí mientras los otros miraban.
Eso duró hasta las 2 de la mañana. No le dije a nadie lo que había
sucedido y las mujeres no preguntaron. Era una regla implícita que las
mujeres no nos preguntábamos lo que había pasado durante esas
ausencias. La noche siguiente, a eso de las 2 de la mañana, Mejacik entró
de nuevo y me llamó. Esa vez me entregó a su capitán de
turno. El tormento duró hasta la mañana siguiente. Todas las veces
me golpeaban también. (Mujer bosnia de unos 40 años)
Del derecho al hecho
A partir de 1997, activistas de todo el mundo
concentraron su atención en la creación de la Corte Penal Internacional
Permanente que juzgaría los crímenes de genocidio, lesa humanidad
y guerra cuando las cortes nacionales no pudieran hacerlo o no estuvieran dispuestas.
Creo que la Corte Penal Internacional es la institución más
importante que se creó desde las Naciones Unidas en 1948, por el fortalecimiento
de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, señala
Silvia Fernández, la primera candidata que tuvo la Argentina para integrar
este tribunal.
En cuanto a los derechos de género, las feministas están conformes
con la CPI pero hubieran querido más. El Caucus Internacional de Mujeres
para la Justicia de Género señala que si bien es un logro que
se hayan tipificado delitos que hasta ahora se diluían en otras normativas,
el Estatuto contiene muchas definiciones que como feministas no nos gustan,
y faltan muchas otras que deberían estar, pero esto se debe a las intensas
negociaciones que hubo que llevar adelante. Carmen Argibay dice sí
y no cuando se le pregunta si el Estatuto significa un avance para los
derechos de las mujeres: Se empezó a reconocer la necesidad de
incluir a las mujeres en las tareas internacionales en pie de igualdad con los
hombres; la violación y el abuso sexual serán tratados como crímenes
de lesa humanidad; habrá mujeres jueces que facilitan mucho más
la palabra de lasvíctimas que los varones; y se garantiza un procedimiento
no discriminatorio de los juicios; pero como el Estatuto es producto del acuerdo
entre países, aparecen conceptos como prostitución forzada
que en los estudios de género ya no se usan porque pone el énfasis
en la mujer como alguien de baja condición.
Más allá de estos señalamientos hay coincidencia en que
los avances son importantes: la inclusión de la perspectiva de género;
la equitativa representación de hombres y mujeres; la inclusión
de expertos en violencia de género entre los miembros y personal de la
Corte; la incorporación de normas de procedimiento y prueba en relación
con la violencia sexual; y el tratamiento justo de víctimas y testigos,
entre otros.
Por eso la constitución de una Corte Penal Internacional, superior jerárquicamente
a los Tribunales Penales Internacionales y con un status diferente (los Tribunales
se arman ad hoc para casos específicos, es decir que juzgan con retroactividad;
y la CPI en cambio quedará constituida para juzgar crímenes futuros,
es decir que es una luz amarilla para quien piense que puede cometer delitos
y quedar impune), es tan importante en general, y en particular para mujeres
y niños. Pero además, el Estatuto prevé que cada país
que lo ratifique debe adaptar su legislación a la de la CPI, con lo cual
es esperable que aumenten las garantías de derechos para las mujeres
de los 87 países que hasta la fecha lo hicieron, y esto transformará
a la CPI en algo más real y concreto para las mujeres de cada pueblo.
En Sudáfrica dice en Si la esperanza... Rashida Manjoo, miembro
de la Unidad de Derecho, Raza y Género de la Universidad de Cape of Town,
tenemos una buena legislación sobre protección de los sobrevivientes
de la violencia doméstica, pero por la CPI estamos examinando la reforma
de nuestra legislación sobre violación y ofensas sexuales contra
las mujeres.
La criminalización de la violencia sexual y de género fue contemplada
en los tres tipos de crímenes que juzgará la CPI: genocidio, de
lesa humanidad, y de guerra. Y entre los de lesa humanidad, el Estatuto instauró
las figuras de violación, esclavitud sexual (propiedad o privación
de libertad de una o más personas), prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada, otras formas de violencia sexual comparables,
y persecución.
Acerca del tratamiento durante el juicio, Silvia Fernández señala
los aspectos relevantes: se prohibió exigir corroboración de las
pruebas de violencia sexual, es decir citar a un testigo para corroborar lo
que dice la víctima porque no se cree su relato; no se puede usar como
argumento de prueba la conducta sexual de la víctima anterior al crimen;
se garantiza que en los equipos de investigación haya personas con formación
en violencia sexual y niños, porque son los más experimentados
para tratar a las víctimas e incluso para lograr que den su testimonio,
cosa bastante difícil de lograr, como se está viendo en los Tribunales
para Ruanda y la ex Yugoslavia; el fiscal deberá respetar los intereses
y circunstancias especiales de víctimas y testigos, en particular en
los casos de violencia sexual y violencia por razones de género; y en
los juicios donde haya acusaciones de violencia sexual se podrá pedir
que las audiencias sean cerradas.
Las juezas elegidas entre el 4 y 7 de febrero pasado para integrar la futura
Corte Penal Internacional son Elizabeth Odio Benito, de Costa Rica; Sylvia Steiner,
de Brasil; Maureen Harding Clark, de Irlanda; Fatoumata Dembele Diarra, de Mali;
Akua Kuenyehia, de Ghana; Navanetem Pillay, de Sudáfrica; y Anita Usacka,
de Letonia. De ellas, y de los restantes 11 jueces, las mujeres del mundo esperan
justicia, sumidas aún en una ambivalencia que va de la esperanza a la
expectativa atenta. El Estatuto de creación de la CPI la instala en un
lugar único e inaugural para defender los derechos de las mujeres, pero
como dicen las miembros delCaucus, estos enormes logros están aún
en el papel. La CPI promete poner fin a la cultura de la impunidad y fortalecer
el Estado de Derecho en todo el mundo. Al mismo tiempo, es un nuevo patrón
para responder a los crímenes contra las mujeres. Ahora depende de la
comunidad mundial asegurarse de que los crímenes contra las mujeres no
sean ignorados y que en los años venideros las mujeres sean una parte
importante de los procesos de paz y justicia. Si la esperanza fuese suficiente...
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