La relación entre una madre y una hija cruzadas por el hambre y la opresión se cuenta a travez de la dramaturgia corporal propuesta por Paula Etchebehere.
› Por Sonia Jaroslavsky
Elva –con v corta– quiere su propio “batir de alas” y no hacer como Marita, su hermana, “que buque tomó” y “se vació”. ¿Por qué batir? ¿Por qué tomarse el buque? ¿Por qué el hambre podría desencadenar en una madre las acciones más lamentables? La opresión, humillación y manipulación de Don Orellana, el dueño del único almacén del pueblo, se propaga al resto de las mujeres de la familia cuando encuentra que no puede seguir abusando de una de ellas. A la madre ahora le queda una hija para ofrecer a cambio de alimentos. En un duelo corporal y un dulce, rítmico y agudo juego de palabras Elva se las ingeniará, una y otra vez, para desviar la mirada de su madre e intentar “batir”.
La madre impiadosa grita defendiéndose ante Elva que ella no ha vendido a su hija, sino que el hombre se la ha comprado. El juego de palabras que propone la dramaturga Gilda Bona despliegan un sinfín de asociaciones en el relato. Vaciar, palabra que por repetición en la obra se traducirá en signo de muerte. Cada palabra exige una escucha atenta para el espectador. Pero esta atención que puede volverse compleja en su seguimiento es acertadamente elaborada desde la dirección de Paula Etchebehere, fiel a su formación y desarrollo como bailarina, directora y dramaturga, proponiendo una lectura corporal del texto que acontece en escena. En este diálogo corporal y de escucha entre las intérpretes, y que disfruta el espectador, se encuentra el hallazgo de la propuesta que (además de estar a cargo de dos excelentes actrices como Raquel Albeniz y María Forni) desarrolla una dramaturgia corporal exquisita que enriquece aún más el bello texto de Bona. Como bien dice la directora: “Las actrices recorren un texto capaz de crear un universo tan singular, a la vez humorístico y crudo, imaginativo y musical, metafórico y directo en el que el diálogo está prácticamente reinventado”. La idea de un cuerpo para una obra fue desarrollada por la directora de Batir de alas: “Cuerpos con hambre, debilitados, pero a los que sigue moviendo el ansia de... Y nos preguntamos: ¿Ansia de comer? ¿De comer al otro? ¿De liberarse? ¿De seguir atado a otro? Rápidamente traté de poner a las actrices al servicio de sus propios impulsos, la carne, la piel al desnudo, el contacto entre ellas, el poco espacio en el que ensayábamos, los sonidos del patio o el baño. Nos fuimos topando con más preguntas y muchos aciertos acerca de quiénes son estas dos mujeres. En ese momento decidimos que no eran de clase baja o humilde, sino todo lo contrario, entendiendo que en esa decisión abríamos más el juego, y no caíamos en un cliché (hablar del hambre de los pobres), sino que el hambre superara toda posibilidad de frontera, que le perteneciera a ‘ellas’ también que, incluso, lo tuvieron todo, y se quedaron sin nada”.
Paula Etchebehere cuenta que lo primero que le impactó de este texto fue su musicalidad y el golpeteo de cada palabra: “Obviamente que la historia de esas mujeres, el espacio donde se sitúan, el vínculo entre ellas, la relación con la explotación del que ‘tiene para comer’ en un escenario de hambre brutal, me tomó por completo. Por otro lado, me impactó la presencia del Orellana, que llegamos a imaginar como tan poderosa que pensamos realizar una imagen en video proyectada. Como un Dios todo poderoso que está en todos lados. Por suerte en la síntesis, los cuerpos volvieron fuerte con sus presencias (y las actrices con su carácter) en remarcar este signo, sin necesidad de recursos extras.”
El espectáculo se completa con la escenografía realizada por Magali Acha que se transforma en un espacio absurdamente delimitado, recortado en un espacio mayor, del cual se puede “entrar” o “salir” sólo con decidirlo (para la mirada del espectador) que juega con el límite “real” de la falta de libertad que propone el texto de Bona. Lautaro Cottet realiza la música original para la obra que ayuda a destacar, en esa pintura general, la picardía –de la hija por tramar su huida–, la opresión en la trompeta que sugiere desolación, y las alas de libertad. Recursos sutiles que colaboran a profundizar el clima general de crudeza y humor que propone Batir de alas.¤
Batir de alas. Sábados, 23 hs. NoAvestruz. Humboldt 1857 (Palermo). Reservas: 47776956. $25.
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