PANTALLA PLANA
Jeringa en ristre, jopito orondo, la enfermera Jackie, con los muy personales rasgos de Edie Falco, nos mira desde los carteles promocionales. Vale realmente aceptar su invitación y mirar esta lograda sitcom de hospital.
› Por Moira Soto
Era hora: desde el Dr. Kildare hasta el Dr. House, desde Centro Médico hasta Grey’s Anatomy (sin olvidar nuestros Médicos de hoy), lo que importaba en las incontables series de hospital eran las performances de los médicos, a veces de alguna médica... En los ‘90 tuvimos a la pionera Doctora Quinn, bostoniana que se instalaba en Colorado Springs, Lejano Oeste, 1867, ocupando el lugar de su finado padre y superando todas las pruebas imaginables para una mujer profesional en esas fechas. Pero nunca las enfermeras habían tenido un rol protagónico en el género (aunque sí hubo personajes de relieve cumpliendo este oficio). De manera que Nurse Jackie viene a hacer justicia, en general, con las trabajadoras del rubro y, en lo particular, con muchos de los pacientes del All Saint Hospital de NY. Como sería el caso del viejito judío al que Jackie le evita (a pedido de él) una inconducente angioplastia y en cambio le da la oportunidad de que se muera a su gusto, tomando la sopita de pollo y zanahorias que le da cariñosamente su esposa. Una forma de eutanasia pasiva que la enfermera propicia sin la menor culpa. Al contrario.
No por azar, hay muchas mujeres en la creación, producción, escritura, musicalización de Nurse Jackie. Y, desde luego, tenemos a la magnífica Edie Falco en el rol principal, adaptado especialmente para ella por Liz Brixius y Linda Wallem. Aunque para el gran público, Falco se hizo conocida a través de Carmela de Angeli, esposa de Tony Soprano en la excelente serie sobre mafiosos de Nueva Jersey, lo cierto es que esta actriz –hija de madre sueca y padre italiano– ya había sido fichada previamente por cineastas como Hal Hartley, Abel Ferrara, Woody Allen, y venía de interpretar a la recordable guardiacárcel de la serie Oz (1997-1999). También de hacer teatro en el off, actividad que no dejó durante el auge de Los Soprano (1999-2007), años en que actuó en Side Man, luego en Frankie and Johnny in the Clair de Lune (2002), junto a Stanley Tucci (con quien, de paso y ya que estaba, mantuvo breve pero intenso romance). También EF fue protagonista de Sunshine State, de John Sayles (film muy pasado por el cable), y en 2004 le hizo frente y le ganó –con ayuda médica– a un cáncer de teta. La quimio la llevó a tomarle el gusto al pelo cortito, muy garçon, que es el que lleva como Jackie. A los 46 –47 en julio–, Falco, ya lista la segunda temporada de la exitosa Nurse, se apresta a estrenar en teatro The Wide Night, en el off Broadway, bajo la dirección de Anne Kauffman.
EF tiene la mirada clara y sin rodeos, nariz importante, boca ancha de labios finos, huesos grandes. Una cara que rompe todos los cánones al uso de belleza retocada y botoxeada. Bella en sus imperfecciones, carismática y plena de recursos actorales, Falco vuelve más que humana a su ambivalente enfermera: dura y compasiva, competente y drogona, honesta a su manera y a la vez manipuladora si se trata de elegir el mal menor... Su personaje cobra profundidad y se potencia gracias a la interacción con sabrosos roles secundarios: su amiga de fierro, la doctora O’Hara (Eve Best), inglesa de cortante cinismo, fashion victim que se baja del taxi depositando primero sobre la vereda un zapato de diseño que enseguida se calza, una bolsa de Barney NY colgando del brazo...; el doctor Coop –Cooper– (Peter Facinelli, por suerte bien lejos de Crepúsculo), novato intuitivo, capaz de coquetear amablemente con un paciente muy mayor, pero también de mostrar rasgos de la universal soberbia médica; la estudiante de enfermería Zoey (Merritt Weber), entre la candidez y la desorientación, aun idealista que venera a Jackie; Mo-Mo –Mohamed– enfermero gay y musulmán (“una fiesta para un actor ¿qué más se puede pedir?”, comentó su intérprete, Haaz Sleiman). Jackie tiene un marido al que ama, guapo, buen padre de sus dos niñas, capaz de cocinar y de arreglar la heladera: Kevin (Dominic Fumusa). Sin embargo, ella –quizás por interés, quizás en pos de variaciones– lo engaña con el farmacéutico del hospital que la provee de calmantes que ella tritura y camufla en saquitos de edulcorante.
Así va esta singular enfermera que trata de ser fiel a su propia moral: de casa, después del desayuno en familia, al hospital donde se respeta su autoridad, y de ahí a almorzar alguna comida étnica y platicar cáusticamente con O’Hara, para regresar al laburo, resolver o incidir sobre alguna situación de emergencia (casi siempre quebrantando alguna regla) y tener algún roce íntimo con Eddie, su dealer, sin dejar de asistir, entre un paciente y otro, a una reunión en el colegio y encresparse porque la maestra y la enfermera ya están pensando en medicar a su hija mayor, la ansiosa Grace que prefiere documentales de catástrofes a dibujos animados.
Por debajo del tono casi siempre ligero y teñido de humor negro, en cada episodio de media hora afloran diversas problemáticas: el encarnizamiento terapéutico, la violencia doméstica, la carencia de seguro médico, la mala praxis... Jackie, tan atenta a la necesidad de los más débiles y sin duda muy inteligente para calar a sus compañeros/as de tareas, pilotea zigzagueando su propia vida personal, improvisando sobre la marcha, carcomida por una secreta insatisfacción que ella suele llamar dolor de espalda y que trata de calmar con opiáceos. Ella es como una malabarista –dice una de las productoras– que maneja cuchillos en el aire: tiene dos, tiene tres, tiene cuatro...¤
Nurse Jackie se emite los domingos a las 21 y los viernes a las 23 en Studio Univerdal. Atención: el viernes 16 y el sábado17 de abril habrá un maratón desde las 19: cinco episodios cada día.
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