[IN CORPORE]
Entre el 2004 y el 2009 se produjeron grandes avances, pero aún persisten enormes brechas entre sectores sociales. En esos años, según la encuesta de la Deuda Social Argentina, se produjeron grandes avances en las condiciones de hábitat que impactan en la salud de la población como resultado de la inversión en saneamiento e infraestructura urbana impulsados por el Estado nacional y los estados provinciales y de la mejora de la situación económica de muchos hogares. No obstante eso, aún persisten enormes brechas entre la clase media alta y los sectores más pobres.
Los hogares con hacinamiento (tres o más personas por cuarto habitable) bajaron del 11 por ciento al 8,8 por ciento en seis años. En el 2004 se encontraban hacinados/as dos de cada diez argentinos/as. Ahora lo está el 15 por ciento de la población. Sin embargo, en los estratos sociales más bajos de la población la cifra de cuerpos que cohabitan en un mismo espacio (sin espacio) sigue siendo del 20 por ciento. En las villas miseria, en el 2004, los hombres, mujeres y niños amontonados bajo un mismo techo eran el 36,8 por ciento. En el 2009 la cifra mejoró, pero sigue siendo alta. Tres de cada diez habitantes de una villa miseria no tienen lugar, cama, baño donde poder respetar sus tiempos e intimidad.
El déficit de agua corriente se redujo significativamente desde el 2004 hasta el 2009 por una ampliación de la red que se llevó a cabo a partir del 2006 en distintos lugares del país. A cuatro años de empezar el Siglo XXI, el 18,6 por ciento de los hogares argentinos no contaba con el servicio de agua. A punto de terminar la primera década, esa cifra se redujo al 9,8 por ciento, “lo que implicó un considerable progreso”, apunta el estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
Pero hay muchas diferencias sociales: sólo el 2,3 por ciento de los sectores sociales más altos no pueden abrir una canilla en su casa y tomar agua o bañarse. Por el contrario, en los sectores más pobres dos de cada diez hogares tienen que hacer malabares para lavarse los dientes, hervir un té o hacer mate. Y el 17 por ciento de las familias que viven en villas de emergencia no saben lo que es abrir una ducha o simplemente mover la muñeca para poder cocinar.
También se redujo el déficit en la conexión cloacal, pero igualmente persisten las inequidades por clases sociales. El 66,8 por ciento de las viviendas del 25 por ciento más pobre de la sociedad continúa sin conexión a la red. Y todavía en siete de cada diez familias que viven en villas de emergencia no tienen las mismas posibilidades de comodidad y salud a la hora de ir al baño en sus hogares que las familias de clase media o alta.
“El Observatorio de la Deuda Social Argentina evalúa positivamente los avances logrados pero enfatiza la necesidad de seguir trabajando en la disminución de los niveles generales del déficit en cada uno de los indicadores de hábitat que impactan en la salud, así como en la reducción de la brecha entre los sectores sociales que más y menos tienen”, concluye el informe.
Fuente: Informe “Hábitat y salud en la Argentina” del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
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