Vie 16.07.2010
las12

COSAS MARAVILLOSAS > PARA PUBLICO INFANTIL DE ALTO VUELO

AFORTUNADA APRENDE A VOLAR

Los Titiriteros del Teatro General San Martín ponen en escena un cuento de Luis Sepúlveda en el que un gato se convierte en mamá de una gaviota hasta que le enseña a volar a través de la poesía.

› Por Sonia Jaroslavsky

Kengah, la hermosa gaviota, vuela junto a su amado al ras de aguas azules. Abrupto, el festín se termina. Un oscuro petróleo inunda el mar y sus pequeñas alas. La gaviota, como puede, llega hasta un muelle. En un último suspiro, se tiende frente a un gato negro y grandote (Zorbas), con olor a pescado y aceite, quien la observa. Con las pocas fuerzas que le quedan logra poner un huevo, su último huevo. Zorbas, recostado al sol, ahora escucha atento, sorprendido e inquieto. La dulce gaviota ennegrecida le implora tres pedidos antes de fallecer: que no se coma el huevo, que cuide de él hasta que se abra y que le enseñe al pichón a volar. El felino promete.

Al calor del regordete Zorbas nace el pichón al grito de: “¡Mamá!”. No hay explicación que valga para la llamada Afortunada, porque lo que tiene frente a su mirada es ahora simplemente una mamá. No importa que sea gato, gata o lo que fuere, de ahora en más será lo más. Zorbas aprende cómo cuidar la pequeña gaviota con la ayuda de todos los gatos amigos del vecindario. Cuando Afortunada crece y ya está bien emplumada, tiene su primera crisis de identidad: la gaviota se creerá gatita y no ave, con tanto espejo gatuno a su alrededor. Gracias, una vez más, a esta pandilla gatuna, se dará cuenta de que es gaviota, como las bandadas de pájaros que mira volar asiduamente por las cercanías. Afortunada se prepara entonces para la tercera promesa que le hiciese Zorbas a Kengah. Al fin de cuentas él es un gato de palabra. ¡Hay que volar! Difícil tarea. Será finalmente a través de la poesía, que irradia el único humano de la obra, que Afortunada aprenderá a volar.

Una gaviota afortunada está basada en la novela Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, del chileno Luis Sepúlveda, en versión y dirección de Mabel Marrone.

Se dice que Sepúlveda había prometido a sus hijos escribir una historia sobre el vínculo de los humanos y su entorno, donde se ponga en evidencia cómo se lesiona la naturaleza. De esta manera surgió la novela que fue motor de este espectáculo para pequeños interpretado por el excelente Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín.

La sala Casacuberta propicia la cercanía con los pequeños espectadores. El espacio semicircular es trabajado desde la concepción de una puesta donde el cuerpo del titiritero no tape los objetos. Los titiriteros manipulan los personajes –que son títeres de cuerpo entero– con la técnica de manipulación directa, salvo algunos momentos, donde se utilizan varillas que insinúan la sensación de vuelo de las gaviotas en cuestión. Los títeres cobran dimensión por sobre la figura del titiritero, como así también los sonidos encantadores de los animales. Con una estructura sencilla y clara la historia es seguida fácilmente por los pequeños (aunque no está dirigida para menores de cuatro años) en la hora de duración de la propuesta. Entre escena y escena Los Beatles acompañan la velada, insuflándole alegría al ritmo de las palmas de grandes y chicos. La iluminación de Miguel Morales y el diseño de escenografía, títeres y vestuario de Maydée Arigós crean una propuesta de bella síntesis en un espacio despojado.

Afortunada vence el miedo y vuela, da vueltas y vueltas y desde lo alto se despide de sus amigos con la música de fondo del tema “Free as a bird” (Libre como un pájaro). La bandada de gaviotas se va por las escaleras de la sala, las mismas escaleras por donde grandes y niños, un tiempo después, también partirán.

Una gaviota afortunada. Recomendada para niños desde 4 años en adelante. Sábados y domingos, 16 hs. Av. Corrientes 1530, $15.

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