RESCATES
Dede Allen
(1923 - 2010)
› Por Marisa Avigliano
Para Martin Amis la violencia en el cine empezó con Bonnie and Clyde, de Arthur Penn (1967) y era una violencia voluptuosa, cargada de tensión y a pesar de ello inquietantemente ocurrente y simpática. Sabemos que la boina de una primorosa Faye Dunaway, el perfil irresistible de Warren Beatty y la percepción de Penn hicieron lo suyo pero quien trabajó mucho en sigilosa soledad para que esa violencia fuera implacable fue Dede Allen, su editora. ¿Quién no recuerda la escena final de la película con el camión parado en medio del camino, a Dunaway de vestido inmaculado mordiendo y compartiendo una pera con Beatty en el auto, el ruido de los pájaros en medio del silencio y los eternos disparos que destrozaban a la pareja ladrona de bancos más famosa de todos los tiempos? Basta este recuerdo para reconocer que Allen supo como nadie hasta ese momento en Hollywood cortar escenas y detenerse en los primeros planos. Fue la editora norteamericana que inauguró en los Estados Unidos el uso de las técnicas europeas (un cine del que era fanática), superponía ecos y disparos, anticipaba el sonido de la escena siguiente mientras elegía seguir mostrando la escena anterior porque quería darle (y lo hizo) un lugar al sonido que hasta ese momento sólo tenía la imagen.
Con Bonnie and Clyde Dede Allen cambió el destino del montaje en el cine norteamericano y el suyo propio, porque logró lo que ninguno otro antes había logrado: aparecer ella sola como editora en los créditos.
Dede, Dorothea Corothers Allen, nació el 3 de diciembre de 1923 en Cleveland, hija de la actriz Dorothea S. Corothers y de un directivo de la Union Carbide Corporation, estudió arquitectura en Scripps College de California pero dejó todo para convertirse en la chica de los mandados de la Columbia Pictures. No mucho tiempo después ya era la minuciosa asistente en las salas de edición, un lugar lleno de mujeres ignotas a las que nunca se les conocían los nombres acostumbradas a detenerse en los divinos detalles, costureras de lujo, zurcidoras capaces de hacer punto smoking o invisible en el celuloide.
En 1959 Allen editó su primera película Odds Against Tomorrow (Apuestas contra el mañana) de Robert Wise (con guión de Abraham Polonsky, una de las víctimas de la caza de brujas); en 1961 The Hustler (El buscavidas, con Paul Newman como Eddie Felson) y dos años después, América, América. Después de 1967 y gracias al éxito y al dogma que le dieron los glamorosos pistoleros, Allen, quien según Arthur Penn lograba un ritmo tan complejo como el de la mejor música: “De hecho, no era un editor, era una construccionista”, editó más de veinte películas y fue varias veces nominada al premio Oscar. Nominación que obtuvo por primera vez por su trabajo en Tarde de perros (1975) y que luego se repitió con Reds (1981) y Wonder Boys (Jóvenes prodigiosos, 2000). Su último trabajo fue en el 2007 Have Dreams, Will Travel (compartió la edición con Robert Brakey).
Según Scott Rudin, productor de cine y teatro que trabajó con ella en La Familia Addams, Allen “no estaba muy interesada en la literalidad y saltaba desde la mitad de una escena a la mitad de otra, no le interesaban las ideas convencionales acerca de cómo se cuenta una historia”. Desconcertante (los cortes entraban antes o después de lo esperado) e impredecible (como el tiempo entrecortado, de choque que utilizó en Tarde de perros) Dede Allen, que durante unos años fue consultora creativa de la Warner, afrancesó Hollywood y se autoeditó como estrella en el mundo del cine, pero una estrella desconocida y silenciosa que mezclaba en su estudio de edición los dones propios de un director genial y los de un artesano.
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