MUESTRAS
En Fluidos, la fotógrafa santiagueña María Kusmuk reflexiona sobre el cuerpo femenino y su relación con el erotismo, la sexualidad y también el proceso de parto y puerperio.
› Por Dolores Curia
Una vez, en una muestra en la Alianza Francesa, allá por el 2002, le dejaron un mensaje anónimo que decía que su trabajo atentaba contra la “higiene mental”. Porque, claro, a quién se le hubiese ocurrido presentar una serie de piezas cuyo tema era algo tan poco decoroso (o decorativo) como las penurias del posparto y la lactancia. ¿Quién podría haber imaginado que un sacaleche o una almohadilla cubrepezones podían, enfocados desde el ángulo y con la sensibilidad adecuados, componer una obra de arte?
La pregunta resuena en Fluidos, la muestra que María Kusmuk inauguró el 8 de julio en la Fundación Lebensohn. Allí los temas-estrella son el erotismo, la sexualidad y la crianza después del nacimiento. Las imágenes son un atropello: una vagina dentada, una teta deforme mascada por su propia dueña. ¿Otra? una mujer arrastra sus tripas. Pero el que avisa no traiciona y María advierte desde un principio que las imágenes podrían herir la sensibilidad. A los que no nos sentimos heridos nos queda aliento para saludar la cuota de ironía con la que se alude a las imágenes de las puérperas impolutas, virginales e higiénicas que pintan los medios.
Fluidos también podría titularse algo así como Obras completas de María Kusmuk, ya que es un ensamblaje de extractos de casi todos los trabajos de la artista. Se incluyen: Estructuras, que escarba en los recovecos ocultos de la personalidad; El deseo es el deseo del Otro, una serie de fotos de corte psicoanalítico; La comedia de la vida, una instalación-sainete sobre los conflictos típicos de las relaciones heterosexuales, tan tragicómica como la vida misma. Y Puerperum Mediáticum, un videoinstalación sobre los vericuetos de la sexualidad y el erotismo durante el posparto y la lactancia.
En Estructuras, la primera de las series, se desnudan las neurosis de los modelos. Una mujer, por ejemplo, que tan desenvuelta se nos presenta en la vida pública, en privado lleva sus vísceras a cuestas, a modo de legado o de inseguridades no declaradas. El tema reaparece en El deseo es el deseo del Otro, un experimento que saca a relucir las huellas que actúan en el desarrollo de la subjetividad: los padres-cocodrilo criarán cocodrilitos. María destapa las cicatrices (como marca registrada de la estirpe) a la vista de todos. Muestra a sus personajes con sus mitos y árboles genealógicos sobre la espalda. Con los preceptos que vienen impresos ya en nosotros desde el vientre materno, como sello de fábrica.
“Con Puerperum Mediáticum y La comedia de la vida reacciono contra las fantasías de asepsia y esterilización de esas imágenes bellísimas de amamantamiento, camisones y pañales blanquísimos que no tienen nada que ver con la realidad. Me interesa denunciar un sistema que te aísla y no te acompaña en la experiencia más intensa e importante de tu vida. Que, tratando de venderte la ‘normalidad’, espera que vos sonrías seductora mientras te tiran los puntos o te tortura psíquicamente”, lanza la fotógrafa cuando se le pregunta qué la llevó a indagar en el tema de las otras dos series.
María llegó a Buenos Aires, desde Santiago del Estero, cargando una valija llena: un título de escribana y un mandato desde la cuna que inclinaba la balanza para el lado de las profesiones “con futuro”: una familia con tradición en las leyes y una hermana traductora. Pero acá en Buenos Aires escribió una historia diferente, se dedicó plenamente a la fotografía. Se formó con Andy Goldstein y Eduardo Gil. Expuso en espacios de arte tanto autóctonos como foráneos e hizo carrera como reportera gráfica en publicaciones como los diarios Clarín, La Prensa y revistas como Página 30, Humor, Gatopardo, Chronical of Hight Education y más. Hoy coordina sus propios talleres de retrato, hace las veces de curadora independiente y ejerce la docencia en múltiples escuelas fotográficas.
En Fluidos, todo huele a humor negro, se respira una atmósfera entre terrorífica y divertida. Algunos protagonistas, como la bolsa de hielo para uso vaginal, los apósitos posparto y los corpiños adaptados podrían ser tanto los objetos de un sex shop como los de un hospital. La muestra tiene algo de relato autobiográfico: “Lo pude hacer después que nació mi segundo hijo, cuando ya podía ver el tema con humor”, narra Kusmuk. Pero también tiene mucho de radiografía social y de metralleta contra los estereotipos: “Desarrollé temas cercanos a mi experiencia cotidiana. Pero creo que en muchos órdenes de la vida se dan elevadas dosis de hipocresía. En el ‘cuidar la apariencia’ aparecen muchas veces agresiones increíbles, principalmente contra el cuerpo femenino, muchas veces también autoinfligidas”.
Fluidos podrá verse hasta el 30 de julio en Fundación Lebensohn (General Hornos 228, Barracas). De lunes a viernes de 14 a 19. Entrada gratuita. Más información en www.fundacionlebensohn.org.
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