PERFILES > MICHELLE BACHELET
› Por Flor Monfort
Michelle Bachelet fue seleccionada para encabezar ONU Mujeres, la nueva agencia de las Naciones Unidas que por primera vez decide visibilizar la cuestión de género en su administración. ¿Cuáles serán los cambios reales que se buscan con esta entidad? Bachelet tendrá la responsabilidad de fomentar la participación política de las mujeres y el acceso a todos los servicios de salud (especialmente la sexual y reproductiva), ayudar a disminuir la mortalidad materna y crear políticas públicas para el control del VIH. La violencia de género también figura en los puntos establecidos para su mandato, pero lo cierto es que todavía es muy pronto para saber dónde va a poner el foco.
Hija de un militar que no quiso participar de la matanza pinochetista y murió bajo tortura y de una arqueóloga, Michelle, joven militante socialista, estuvo detenida, pasó a la clandestinidad y logró salir del país en 1975. En Alemania se casó, tuvo un hijo y seguió estudiando pero con plena conciencia de la situación de su país, decidió volver. De nuevo en Chile, se recibió de médica, tuvo a su segunda hija, y se divorció de su marido. Mucho se habló de ese divorcio cuando Bachelet aspiraba a la presidencia, sobre todo porque en 1992 tuvo otra hija, sin estar casada con su nueva pareja. Ya miembro de la Concertación y separada nuevamente, su carrera se ancló en el sistema de salud hasta desembocar en el ministerio de esa área, en el de Defensa del gobierno de Lagos y luego en la presidencia, logrando altos índices de aceptación social aun cuando el establishment chileno es fuertemente conservador y una mujer, socialista y divorciada, no era la mejor carta de presentación para ganarse su confianza.
Sin embargo, llegó a La Moneda y durante su gestión, entre marzo de 2006 y principios de este año, impuso la ley de paridad, que no sólo tuvo un efecto real en la cantidad de mujeres que entraron a ocupar cargos parlamentarios sino que visibilizó la escasa participación de las mujeres en cargos políticos. El Sistema de Pensiones Solidarias logró subsidiar a jóvenes y trabajadoras independientes y el programa Chile crece Contigo logró el ingreso al mundo laboral del 40 por ciento de las chilenas más pobres. Todo eso, sumado a su carácter afable y conciliador, tan caro a los elegidos por la ONU, posicionó a Bachelet como una candidata firme para esta elección, que se definió en julio, mientras el resto del mundo gritaba los goles del mundial y los países latinoamericanos llegaban todos a la final pero no lograba ganar ninguno. Así las cosas, y entre 26 competidores, Bachelet fue elegida, según el secretario general del organismo, Ban Ki-moon, “por aportar un historial de liderazgo global dinámico, habilidades políticas altamente honorables y una capacidad inusual para crear consenso y atención entre las agencias de la ONU y muchos de sus socios”.
En su país, esta decisión es celebrada pero también pasible de otras reflexiones: la habilidad de terminar un gobierno con el índice de aceptación más alto de la historia del país aun cuando no todas las promesas de campaña fueron realidad (el reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales, el índice de desocupación juvenil, que durante su mandato aumentó del 15 al 20 por ciento) y la posibilidad de posicionarse ahora como embajadora en materia de género que pueda exigirle al actual gobierno poner en práctica ciertas decisiones. Para la politóloga María de los Angeles Fernández Ramil, directora ejecutiva de la Fundación Chile 21, “Bachelet encuentra en este cargo una vía de escape frente a las exigencias a las que se ve sometida desde la Concertación dada su alta popularidad. Adicionalmente, y aunque tenga prohibición de participar en política interna, puede encontrar una fórmula que le permita sacar al pizarrón al gobierno de Piñera en materia de género”.
Para Mabel Bianco, responsable de la Campaña GEAR (Gender Equality Architecture Reform) en América latina: “Las organizaciones por los derechos de la mujer queríamos que fuera alguien de nuestra región, ya que tenemos muy poca participación en los cargos principales de Naciones Unidas. Cada 8 de marzo llegamos con muy pocos logros de los que se establecieron como prioritarios en Beijing, y eso es porque no hay ni decisión política ni recursos suficientes. A esta organización se le da máximo rango político para exigir a los gobiernos y a la sociedad civil un avance”. Del lado del mostrador donde le tocará estar con este cargo se verá cómo extiende su carácter feminista y cuánta libertad de acción consigue. Lo cierto es que cuenta con todo el apoyo de las organizaciones feministas, que celebraron el nombramiento y esperan su puesta en práctica con mucha expectativa.
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