Vie 18.04.2003
las12

MODA

El inventor de un estilo

Amancio Ortega es el hombre más rico
de España. De origen humilde y olfato empresario extremadamente desarrollado, amasó su fortuna con su marca, Zara, un imperio que creó sin dar el brazo a torcer: jamás ha dado una entrevista a ningún medio de prensa del mundo.

Por Luis Gómez *

El señor Ortega no está en Madrid el miércoles 23 de mayo de 2001. No se le espera por la sede de la Bolsa de Madrid, a pesar de la expectación reinante por la salida a la Bolsa de la firma Inditex, la empresa española más admirada por las mejores escuelas de negocios del mundo. Esa mañana se ponen a la venta 162,6 millones de acciones de la compañía, que equivalen al 26,09 por ciento del capital total. El hombre que ha hecho posible el milagro desde que en 1975 abrió la primera tienda Zara en la calle de Juan Florez, de La Coruña, es Ortega, como lo llaman empleados y amigos. Amancio Ortega Gaona. El inventor de la moda rápida; el hombre que ha cuestionado algunos mandamientos de la economía, como vender moda en el mundo sin hacer publicidad. Su empresa se ofrece ese día al mercado con una promesa en firme: en cuatro años doblará su facturación y sus beneficios. Cada 48 horas, Inditex inaugura una tienda en algún lugar del mundo (274 aperturas sólo en 2002). Un verdadero imperio. Cierto, en sus dominios nunca se pone el sol: 1567 tiendas, 644 de ellas repartidas en 45 países. Pero Ortega no está en Madrid ese día tan especial para las fotos de rigor.
Martes 10 de abril de 2002. Zara abre su primer local en Italia, en la céntrica avenida de Vittorio Emmanuele II de Milán. Es todo un acontecimiento después de muchos años de gestiones y de una alianza finalmente rota con Benetton. La llegada de Zara a Italia ha sido largamente esperada. A pesar de ello, Ortega no está en Milán aquella noche.
Tampoco hace unas semanas, el 26 de febrero de 2002. Ortega viajó para estar presente en la inauguración de la primera tienda de Zara en Moscú, en Megamall, el mayor centro comercial de Rusia. ¿Dónde está Ortega disfrutando de su libertad?
Aeropuerto de Alvaro, en La Coruña. Ortega pasea solo por la modesta sala de espera. No es la escena que uno puede imaginarse del hombre más rico de España (con una fortuna estimada en 8400 millones de euros) y uno de los 18 más acaudalados del mundo, según acaba de proclamar la revista Forbes. Es una mañana como cualquiera, y Cecilia Monllor, periodista y escritora, se queda boquiabierta al identificarlo. Piensa: “¡Pero si es Ortega!”. Hace unos meses que está en las librerías un libro suyo titulado Zarápolis. Se había pasado meses investigando la vida del dueño de Inditex, el hombre que comenzó a trabajar a los 12 años como cadete en una camisería. Había entrevistado a decenas de personas sin, naturalmente, haber podido hablar con él. Porque Ortega nunca ha concedido una entrevista. Y ahí está a escasos metros de ella, esperando a alguien.
Parecida frustración sufrieron los miembros del equipo de Canal + que elaboraron un completo documental sobre Zara. Las gestiones para obtener los correspondientes permisos las llevó a cabo el propio director del canal, bajo la condición de que no habría imágenes de Ortega. Filmarían por primera vez en el complejo industrial de Inditex de Arteixo. Ortega estaba por allí. “Era un poco frustrante. Nos cruzábamos con él en muchos momentos, pero no podíamos filmarlo”, recuerda María Ruiz, una de las redactoras. Coincidiendo con las primeras tiendas Zara en Austria, los reporteros de la revista Trend elaboraron un amplio reportaje sobre la firma española. Marks & Spencer cerraba sus puertas y se conocían las dificultades por las que pasaba C&A. En cambio, Zara inauguraba casi de golpe tres establecimientos y preveía terminar el año con cinco más. “Nos encontramos en la sede de Zara en La Coruña. En una de las sencillas mesas de la cantina de Inditex se sienta un hombre regordete, de unos 65 años, al cual no le sentaría bien ninguno de los trajes de Zara, cortados para delgados jóvenes y adolescentes. El fundador de Zara, Amancio Ortega Gaona, produce el efecto de un Don Corleone en una de las películas de Francis Ford Coppola. Sin embargo, le gusta lo discreto y vive al contrario del glamour que a la moda de Zara le gusta simular. Ortega vive con su segunda mujer en un discreto bloque de pisos en el centro de La Coruña y prefiere conducir él mismo su Audi a-8.” Naturalmente, el redactor de Trend regresó a Viena sin poder entrevistar al señor Ortega. Tampoco tuvo éxito el responsable del New York Times cuando solicitó formalmente a Inditex una entrevista con el dueño de Zara.
Claro está que hace seis años, Amancio Ortega era el misterioso Ortega, un hombre sin voz ni rostro. De aquellos años data la leyenda de un empresario tan exitoso como desconocido que aparentemente hacía una vida sencilla mezclado en el anonimato de una tranquila capital de provincia. De vez en cuando, la prensa local tomaba nota de algún detalle de su vida cotidiana. De aquel entonces se conocían muy pocos datos de su biografía: que nació el 28 de marzo de 1936 en la localidad leonesa de Busdongo, que su padre era ferroviario y su madre ama de casa. Que, tras pasar su infancia en Tolosa, la familia se trasladó a la capital coruñesa, donde residieron en una modesta vivienda. Ortega se casó joven con Rosalía Mera Goyenechea, una dependienta de la camisería La Maja, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos, Marcos y Sandra, el primero de los cuales sufría una deficiencia de nacimiento. Sandra acudía a un colegio público. En 1969 creó confecciones Goa y puso a su familia a hacer batas de boatiné a precios más baratos que la competencia. Fueron los años heroicos. De esa primera experiencia nació la idea de intervenir en todo el proceso: la fabricación, la distribución y la venta. Así nació Zara.
“Desde 1995 teníamos un reto: cómo sacar a Bolsa una compañía cuyo dueño era un desconocido”, explica Antonio Camuñas, presidente de la consultora Global Estrategies y asesor de la presidencia de Inditex. “Había que diseñar una estrategia de relaciones con el mundo económico, político y financiero porque en términos privados tampoco conocían a Ortega. Se trataba de una empresa que no estaba endeudada, que no pedía créditos ni acudía a subvenciones. Tampoco tenía relación con el poder político. Todo con el agravante de que nunca operaríamos en el sector de las relaciones públicas. Ortega no estaba dispuesto a salir a la luz pública. Fueron tres años de trabajo. Sin departamento de publicidad. Sin departamento de comunicación. Sin notas en la prensa. Había que jugar con la transparencia”.
Cumplidos los 67 años, el secreto de Ortega es “estar siempre rodeado de gente joven, a la que se tiene muy en cuenta en su empresa”, dice un amigo suyo. Pero trabajar a su lado no es fácil: vive para el trabajo, es un tremendo perfeccionista. “El año pasado se fue por primera vez en su vida de vacaciones. Una semana”, recuerda Camuñas. “Me dijo un día que pensaba irse a las islas Mauricio. Luego me habló de Marbella, donde tiene un departamento. A la semana lo noté dudoso: con lo bonito que es Galicia, casi me quedo aquí, me dijo. Finalmente, se fue una semana a las Baleares”.
El hombre más rico de España es un empresario atípico que viste como un sencillo trabajador y se mueve por su empresa como uno más, desprovisto de cohorte y protocolo a su alrededor. Esa libertad le permite estar cerca de la calle, fuente de su inspiración, y lo aleja de cualquier tentación con el poder. Esa peculiaridad, tan poco entendida puertas afuera, la explicaél mismo a sus amigos con una escueta frase: “Soy propiedad de mi empresa”.

* De El País. Especial para Página/12.

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