MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Luego de un recorrido de ensayo y error vía taxi, damos en el barrio de Barracas con el nuevo edificio y la entrada principal del Centro Metropolitano de Diseño, ahora con entrada principal en la calle Algarrobo 1041. “El CMD”, como se le dice coloquialmente en la jerga de la moda, está situado donde antaño funcionara el “Mercado del Pescado”, y contiguo al Pescadito. Fue remozado con ocho modernas naves que simulan barcazas por el arquitecto Gastón Flores. Entre unas y otras existe un auditorio cautivante en su arquitectura, una sala de exposiciones que documentó hitos del diseño argentino y sus diversas disciplinas entre 2000 y 2010 (allí una acotada selección de piezas de la arquitectura, de la moda, del diseño gráfico y del industrial). Existen también en el CMD y se presentaron oficialmente las salas de costura, que cobijan a la cooperativa de costureras “Cosiendo Redes”, un colosal bar plus salas de reuniones varias.
El escenario para los desfiles de moda, convocados a las 8 pm, tuvo una puesta que dialogó con la estética de bandas de rock y el sello del experto Sergio Lacroix, descartando cualquier intento de pasarela lineal –que se hubiera perdido cual aguja en un pajar entre tantas actividades de la nueva nave del diseño–. A las ocho y media, luego de los discursos oficiales –estaba el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien se retiró antes del inicio de las pasadas–, estaban el ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera, y el actual director del Centro y principal anfitrión Enrique Avogadro.
Con el leitmotiv “Diseñadores que exportan”, la grilla admitió una selección de nueve diseñadores: Cecilia Gadea, Jazmín Chebar, Jessica Trosman, Juana de Arco, Kostume, Martín Churba, Pablo Ramírez, Valeria Pesqueira y Vero Alfie.
Tal crisol de estilos –experimentales, indies, alta costura, anclaje con la industria– fue acertado y tuvo impecable edición en sus pasadas, claro que dejó fuera a otros nombres fundamentales del movimiento de moda que creció, y luego se detuvo –tal vez de tanto repentino overdesign, tal vez por la crisis real– y que ahora se plantea cuál será el rumbo a seguir.
Entre una y otra pasada, entre neones y proyecciones y leds, desfilaron tanto los estivales ensambles de shorts de estilo masculino con chaquetas cortas de Jazmín Chebar, como los cautivantes vestidos en blanco, negro y crudo que Cecilia Gadea calificó de “Piezas del alfabeto, prendas que se construyen a partir de la superposición de letras cual encajes tipográficos”. También la irrupción festiva de rescates del mundo animal aplicados a una colección de vestidos y sastrería de Valeria Pesqueira que cautiva a compradoras de Tokio y de su tienda en Palermo. Las modelos llevaban sus emblemáticas carteras oso, en colores crudo y negro, cual ramilletes de accesorios y salvajes flequillos con matices del surrealismo y el nuevo film de Spike Jonze. Los homenajes al arts and crafts de Mariana Cortés recurrieron a barroquismo aplicado al ñandutí como mandala. Entre unas y otras, irrumpieron las jardineras dark y elegantes con sus sombreros de copa y sus guantes de cueros trazadas por el pulso de alta costura de Pablo Ramírez –apenas un botón dark de la colección que mostró en la reciente semana de la moda de Nueva York–. Martín Churba escogió cinco modelos de sus reciente colecciones para Tramando, que fueron comercializadas en el circuito foráneo (ya en negro, dorado o nude, hubo variaciones sobre lazos y encintados con innovaciones textiles). De Jessica Trosman se vieron fragmentos de su nueva colección en colores piel, regida por moldería innovadora, emulando falsos corsets, chaquetas irregulares, pantalones y vestidos cortos en tonos de crudo.
Quienes en diversas ocasiones visitamos la sede anterior y en tamaño xs, me refiero al edificio que ahora pasó a ser denominado “El Pescadito”, volvimos a sorprendernos y a brindar ante la promesa de un proyecto cultural vinculado a la moda y el diseño. El clima del opening fue festivo y las naves cobijaron un encuentro de diversas disciplinas del diseño que no se respiraba en las últimas temporadas, con la alicaída pasarela “Baf Week” en lo referido a nuevos nombres del diseño y a un mapa de diseño algo desdibujado en sus contenidos.
Allí brindaban y conversaban los diseñadores de Hermanos Estebecorena, Nadine Zlotogora, Vero Ivaldi, Florencia Fiocca, la académica de moda italiana Alessandra Vaccari, el arquitecto Arturo Grimaldi (fundador del desaparecido ciclo Malba Moda). Brindaba también una de las pioneras en el CMD, Vicky Salías, actual coordinadora de la “Oficina de Moda de Buenos Aires”, la periodista Carolina Muzi, quien narraba los buenos resultados de una reciente participación como curadora de diseño industrial en Londres. Algunos de los convocados exhibían sus piezas en la galería, contigua a las Incubadoras, que no se trata de salitas para abrigar niños recién nacidos sino para acunar nuevos proyectos vinculados con el diseño –brindan recursos, préstamos y oficinas a nuevos emprendimientos–.
Entre el soundtrack de risas y conversaciones, se imponían los sonidos de un Ensamble Musical. La escena me remitió a un flash back y a otro cóctel, celebrado hace más de una década entre los gobelinos del Museo Nacional de Bellas Artes y en ocasión de anunciar un envío de diseñadores argentinos a Italia. Fue durante la gestión del presidente De la Rúa, y el anuncio trajo consigo la mención de recuperar un antiguo ex Mercado de Pescado como futuro proyecto para la moda argentina. Recuerdo que entonces el anuncio me sonó a disparate de ciencia ficción. Pero luego de desafiar varias crisis y tras varios cambios de gestión, el Centro Metropolitano y las modernas naves se erigen orgullosas, en el espacio que antaño se jactó de una extraña cruza de logística y de diseño avant garde: una revolucionaria maquinaria para refrigerar que fabricaba cubos de hielo que simulaban las escamas y la piel de algún pez.
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