› Por Diana Maffía *
En la marcha de la campaña “Ni una víctima más de las redes de prostitución”, durante el 23 de septiembre —Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños— que partía de Plaza Congreso hasta Plaza Once, las activistas Marta Fontenla y Maggi Belotti, entre otras, fueron caminando mientras arrancaban todos los stickers que promocionan la prostitución, y cuando llegaron a Rivadavia y Pueyrredón quemaron los papelitos con fotos de desnudos y propuestas de comercio sexual.
El lugar elegido para finalizar el recorrido y realizar la quema fue la Plaza Miserere, porque allí hay prostitución infantil, está naturalizada la oferta sexual, hay corrupción policial e indiferencia ciudadana. “Se deberían hacer campañas para desalentar el consumo de prostitución y perseguir más eficazmente a proxenetas, tratantes, y aplicar la ley que prohíbe los prostíbulos, que proliferan por todas partes”, le dijo, ese día, a Página/12 Maggi Bellotti, miembro del grupo feminista ATEM 25 de Noviembre.
Después de esa marcha, comenté en la red informativa de mujeres RIMA que si cotidianamente sacamos los papeles que hay en nuestro camino ese gesto cotidiano se puede convertir en una forma de combatir la explotación sexual. Otras feministas se sumaron a la iniciativa. Mientras que en La Plata un grupo contó que ellas preferían guardar los papelitos prostituyentes para hacer una muñeca gigante y quemarla, como una forma de protesta contra la trata de mujeres.
Lo importante es que no sólo quienes somos militantes cortemos con esta publicidad de formas de esclavitud sexual, sino que haya una cadena que incluya a los ciudadanos y ciudadanas. Hay que entender que de la trata de mujeres también son responsables los medios de comunicación que publican avisos clasificados promoviendo la prostitución; la indiferencia de las autoridades y de la gente que va a un teléfono público, una parada de colectivo y toman estos anuncios como parte del paisaje, cuando lo que se está haciendo es mercantilizar cuerpos humanos como en la época de la esclavitud.
La propuesta de cortar con estas publicidades callejeras se está organizando colectivamente. Todavía se debate si tirar los papeles, guardarlos, hacer una lista de direcciones y teléfonos para realizar denuncias o arrancarlos. La metodología está en proceso de formación en RIMA y Red No a la Trata, ya que si a través de Internet se fomenta el sexo por dinero, las feministas también queremos que las nuevas tecnologías sirvan para desalentar la prostitución.
Todavía estamos aportando ideas entre todas para esta campaña. Pero el objetivo es claro: no queremos que la trata de mujeres esté a nuestra vista sin hacer nada.
* Filósofa feminista y diputada porteña.
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