MUESTRAS
La muestra de Laura Rodríguez-Vida, Cromatismos, es una galería de sueños y pesadillas agazapados en un contexto de color y supuesta alegría.
› Por Dolores Curia
Lo onírico, latente en cada obra, parece ser uno de los ejes posibles de Cromatismos, la muestra-debut de Laura Rodríguez-Vida en un espacio oficial. Desfilan por las paredes de la galería una colección de sueños de colores, fabulaciones infantiles y seres que no terminan de definirse como humanos. Las doce pinturas, veintidós dibujos y cuatro esculturas hechas con alambre conforman un ejército de personajes ficcionales, matices estallados, técnicas mixtas y tinta china.
Cineasta, fotógrafa, artista visual y trotamundos, Laura nació en la Argentina, pero vivió acá sólo hasta los cinco años para emprender una gira que la paseó por gran parte del globo. En los ’80, toda la familia se fue del país con destino a Barcelona. Rodríguez vivió en tierras catalanas hasta sus veinte y luego inició un recorrido continuado: “Durante por lo menos cinco años me la pasé viajando. Mi formación había sido en cine, estudié Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Frabra. Entonces me fui a Praga para seguir estudiando con una de las famosas becas Erasmus y me quedé un tiempo. Volví a España, solicité otra beca más y me fui a Boston casi un año también a perfeccionarme en cine y fotografía”.
Después de eso fue a parar a una nación de capital impronunciable: “En ese momento no podía ni ubicar Islandia en un mapa, pero me enamoré de un islandés y nos fuimos a vivir a Reikiavik, la capital”. En tierra de vikingos, zorros azules y de Björk, sobrevivió de mil y una formas hasta que se cansó de los recónditos paisajes boreales y de los excesivos índices de suicidio. Así terminó en París, donde demostró nuevamente su versatilidad: en la capital francesa fue, indistintamente, niñera, empleada de un call center y correctora. Pero un día Laura se hastió de un continente que empezaba a olerle rancio: “Europa es demasiado vieja –revela–, hay cierto malestar en el aire y yo no me hallé más viviendo ahí. Entonces no pude parar de pensar en volver a la Argentina. Me acordaba de un montón de cosas del período de mi infancia que había pasado acá: del barrio donde vivíamos, de la casa de mi abuela, detalles que a mis viejos, cuando se los contaba, les sorprendían muchísimo”. No hace muchos años, Laura volvió a estas pampas y decidió acercarse a las artes visuales. Acá se atiborró de nuevas técnicas gracias a Laura Dillon y Mariano Cir.
“Siempre estoy tratando de meter la ficción en la obra, eso debe tener que ver seguramente con mi formación en cine.” ¿Cómo se narra, o cómo encerrar tiempo, en la imagen fija? Rodríguez ensaya una respuesta en “Fílmica”, un cuadroescena. A partir de la imagen inanimada es posible fantasear con una historia digna de Luis Buñuel. En ella, una mujer, que se ha vuelto más pequeña que cualquier otro objeto de la habitación, se acurruca en un rincón. Una ventanita, escondida en el techo, promete la huida, árboles crecen dentro del cuarto y unos globos están próximos a escabullirse por el tragaluz.
En “Transversal”, las líneas del lápiz conforman el contorno de un sueño, o mejor dicho, el de una pesadilla-cliché que se ha materializado sobre el papel: una mujer se sorprende a sí misma desnuda (y verde) sobre un escenario frente a un público sin rostro que la aclama. Otra imagen del orden de las alucinaciones poco felices o del mal sueño fue plasmada en “Vorágine” por una pluma estilográfica: una sombra que se asemeja a un cuerpo en un enredo de sangre y carne. En “La ciudad que sueña” distinguimos cómo el óleo y la tinta china diagraman el croquis de una urbe que bien podría haber sido ideada por Joan Miró.
No nos toma por sorpresa que Laura acuse a un arquitecto de universos como David Lynch de ser su cineasta preferido. En Cromatismos, algo del orden de lo siniestro lyncheano se camufla entre tanto colorido. Helos ahí: personajes humanoides de especie no identificada, caos expresionista, miembros que no cuadran en ningún cuerpo y surrealismo añejo. Algo huele raro en este mundo luminoso, plagado de tonos alegres y de purpurina. ¤
Cromatismos, la muestra de Laura Rodríguez-Vida, podrá verse hasta el 27 de noviembre en la Alianza Francesa (Granaderos 61), de lunes a viernes de 10 a 21 y sábados de 9 a 13.
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