MUSICA
Cindy no es mi nombre es el nombre del trío electropop liderado por chicas que apuestan, en su primer disco, por la música electrónica y el amor.
› Por Guadalupe Treibel
Cindy no es mi nombre asegura el DNI musiquero del electrotrío que, bautizado desde la negativa, encuentra en la canción un común denominador y, en miras de perpetuar la música indiealternativa, estrena (primer y homónimo) larga duración, con temas como cebollas: repletos de capas sonoras. Integrado por la frontwoman María Luisa Estiz (voz y composición), Jimena Aguilar (teclados y coros) y Ramiro Córdoba (programaciones y contrabajo), el grupo con (no) nombre de nena entrega una decena cancionera donde el amor es leitmotiv: atraviesa el repertorio como un Cupido que, a falta de flechas, dispara con metralleta agridulce.
“Estoy vaciándome y llenándome de vos. ¿Sentís la conexión? ¿O soy yo la que provoca un encuentro irreal?”, explora Estiz en el track dos (“Excitación”) e inaugura una y varias formas de entender el cariño. “El disco circula por diferentes estadios del amor: el real, el fantasioso, el que no se concreta, el que —efectivamente— sucede...”, enumera la cantante para Las12. Más allá de la “temática” abordada, donde el romance nostálgico y el desencuentro son monedas corrientes, el clima juega un rol central en “Cindy no es mi nombre”...
“Para el oyente, es importante lo sensorial”, arriesga una María Luisa que pone voz a capas y capas de arreglos orquestados, texturas electrónicas llenas de “ruiditos” que se nutren, se desgajan, se abandonan. Y los protagonismos rotan: en “Promesas”, destacan los teclados de Aguilar; en “Baila”, el “cuelgue instrumental” de la única pata masculina del trípode musiquero —Ramiro Córdoba—; es la guitarra eléctrica la que dice: “es mi hora” y resalta ¿los arreglos? (Muy) bien, gracias: En el detalle, nada es azaroso con Cindy. Los estados están buscados, desde la explosión sonora hasta los pasajes oscuros. “Sueño con un tiempo propio, ruidoso...”, canta Estiz en “Lugar Común” y hace de la fantasía, disco. Claro, que antes que el track termine, se despacha con ceño fruncido: “Tu fascinación me hace reír”. Epa, epa...
Desde el arte de tapa, el carácter juguetón del manojo de canciones asoma por asalto: Una nena salta en la playa y esquiva olas espumantes. “Soy yo de chiquita en Villa Gesell”, revela María Luisa, no sin antes aclarar: “Es parte del espíritu libre, lúdico y melancólico que tratamos de transmitir con la música”. Espíritu que resalta un vivo donde lo visual y experimental acompaña. “A veces, pasamos escenas de un ensayo de teatro antropológico del director polaco Jerzy Grotowski de la década del ‘70. ¡Qué libertad corporal tenían los actores!”, cuenta ¿Y por casa cómo andamos?
Porque además de música, Estiz (al igual que Aguilar, compañera de equipo) es dramaturga y actriz y ha dirigido obras como No tan solas y Los pijoteros. En esta arista multimedia, como se define, ¿influyó el aprendizaje ficcional para el dominio escénico de banda? “Tuve que hacer un ‘desaprendizaje’: más herramientas vocales y menos histrionismo. Tiendo a ser muy expresiva a la hora de la interpretación, pero hay canciones que no piden eso”, admite, humilde y pensativa, quien no sólo de teatro se nutre; también de crónicas urbanas. Es que, vía Facebook, en su grupo Lácrime di Cocodrillo, Estiz es una contadora de cotidianidades. Viaja por la ciudad y mira. ¿El objetivo? Pescar situaciones absurdas (que podrían devenir en libro editado el año próximo). “Las veo en todos lados. Encuentro ironía y humor en todo. Y creo que, con el humor, se atraviesa lo trágico”, explica ella, no sin antes destacar a los pasajeros de subte que se vuelven, de sopetón, “usurpadores de espacio aéreo ajeno”.
Fanática de Morcheeba y Portishead, María Luisa entiende que cada emoción personal necesita su formato de expresión. Por suerte, ella explora vastas formas, desde la dramaturgia, las crónicas y la actuación a la música y su criolla destartalada, con la que encara cada composición. “Lo importante es canalizar”, declara la frontwoman que arrancó Cindy no es mi nombre en 2006 y, desde entonces, ha hecho todo al revés: “Antes de tocar en vivo, ya teníamos las canciones grabadas”, aclara ella. Hoy, cinco años más tarde, esos temas salen a los parlantes, en una edición independiente, con distribución de Ultrapop, y ¡agarrate, Catalina! Perdón. Era Cindy, ¿no? No. Porque Cindy no es su nombre.
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