Vie 21.01.2011
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MUESTRAS

Destino de Carnaval

El Museo del Traje ha atesorado como trofeos una cantidad de trajes traídos de viajes exóticos de familias ricas que nunca llegaron a usarse más que en algún sofisticado baile de Carnaval. Esos tesoros propios de su época dan cuenta de itinerarios, costumbres y ambiciones de una clase social y de una época del mundo en la que todavía las distancias tenían consistencia. Organizados en una muestra, se pueden ver hasta el fin del verano.

› Por Felisa Pinto

Desde diciembre pasado el Museo del Traje exhibe una sala especialmente dedicada al exotismo y la influencia de Oriente en la moda. La muestra, pequeña pero abarcadora, se refiere al tema a partir de verdaderos trofeos de indumentaria, muchos de ellos donados por elegantes damas argentinas, probablemente fruto de viajes por países exóticos, haciendo pie en París, que dejaban secuelas de ropa comprada en mercados y sitios de indumentaria popular, que se suponía usarían siempre, aunque salieran de las normas del placard tradicional porteño, cuando regresaran a la vida conservadora. Casi nunca fue así. Salvo alguna fiesta de disfraces sofisticados en alguna fecha de Carnaval. Esos trofeos, en cambio, fueron donados casi siempre al Museo del Traje, que con devoción y agradecimiento los aceptó para incrementar con piezas nobles un patrimonio considerable y bien conservado que responde a una verdadera veneración por la indumentaria de todos los tiempos y reflejan a su vez los usos y las costumbres del país. Ropa que vistieron niños, mujeres y hombres, rigurosamente resguardados en cámaras climatizadas por el devoto elenco estable del Museo, una joyita que merece visitarse.

En esta muestra, llamada Exotismo, se quieren rescatar momentos del siglo XX en los que el gusto y la influencia de la ropa oriental fue notoria y también irresistible, especialmente en París entre 1900 y 1914, focalizada en 1909, cuando llegaron a Europa los ballets rusos, dirigidos y creados por Sergio Diaghilev, que inauguraba su primera temporada en París. A partir de allí se impusieron el color y la escenografía del notable artista León Bakst, fuente en la que bebieron todos los modistos vanguardistas de esos momentos. Especialmente Paul Poiret. A partir de allí, las influencias dispares y exóticas fueron un must. El toque indio, egipicio, bizantino, árabe, chino, japonés, ruso y hasta mongol, se descubrió en las colecciones de los modistos vanguardistas, y la fiebre oriental, fuera y dentro de la costura, entre el año ’10 hasta el ’14, cuando estalló la Gran Guerra. Algunas argentinas viajeras infaltables y víctimas de la moda sin saberlo cayeron rendidas y usaron esos aires renovadores, en aquella época..

Las descendientes también volvieron a usar exotismo y etnias, en los ’70, a través de chales hindúes, blusas afganas, babuchas beduinas, caftanes, etc. El exotismo se encontró en los ’70 en la alta costura de Yves Saint Laurent con su colección inspirada en los ballets rusos de Diaghilev con faldas ostentosas, abrigos cosacos, bordados en oro, orlas de piel en los sombreros, etc. En 1977, en cambio, Saint Laurent mudó su interés, una vez más, al exotismo oriental, y lanzó con gran pompa su perfume Opium, cuyo envase y aroma remitían al toque exótico que volvía a las pasarelas.

Por otro lado, una segunda vuelta, a cargo del prêt-à-porter, más democrático, el exotismo fue más modesto. En esos años, la variante más sencilla para las jóvenes y adolescentes con poco poder adquisitivo era el look de los hippies: vestidos lánguidos hechos en batista de seda o algodón, blusas con bordados ingenuos y chales estampados con reminiscencias orientales. Algunas veces prendas originales, aunque las de factura local podían incluir fragmentos de espejos o bordados de inspiración india. El patchouli y las varitas de incienso acentuaban el look. En cambio, la verdadera opulencia exótica había nacido a finales del siglo XlX en Europa, cuando se produjo un aumento de las importaciones de mercaderías procedentes de las colonias, y todo lo que venía del Lejano Oriente, se convirtió en moderno. Huellas importantes de esas lejanías reflejaron los pintores franceses, en cuadros memorables. Especialmente Paul Gauguin, quien realizó en 1890, en su paraíso elegido de las islas del Pacífico, su pintura más atractiva e infrecuente en el mundo de las bellas artes hasta entonces académicas. Picasso eligió para expresarse el lenguaje de las máscaras africanas, convertidas por él en uno de sus momentos más apasionantes.

Trofeos de viajes

Algunos de los trofeos indumentarios, traídos por viajeras pudientes y apasionadas, se remontan a fechas remotas, en la sala de Exotismo.

Tal sería el caso de un vestido de fiesta de 1910, con etiqueta Mme. Raisin, París, lucido por la donante Luisa Campodónico de Azareto, para asistir a la gala de inauguración del teatro Colón, en 1910.

Esa noche ella eligió el modelo de satin de seda natural de tono lila, con rosetones de terciopelo de Génova y cuentas de imitación perlas.

Más frívola y adaptada al toque oriental akimonado es una capa de teatro (circa 1910) sospechosa de ser atribuible a Poiret, aunque no tiene etiqueta. Aunque ilustra con gráfica certera el afiche de la muestra Exotismo, es de seda natural negra, con cuello redondo, con aplicaciones de trencilla y mostacilla roja. Lo más inquietante es el forro de chiffon de seda natural gris azulado con estampas de flores y hojas azules y lila, con mariposas anaranjadas que, dicen los que saben, podría haber pertenecido al pintor Raoul Dufy, a quien Poiret le encargaba sus géneros para estampar, irresistibles, antes y ahora, cuando se observan en impecable estado de conservación.

Un conjunto chino de falda plisada y kimono en tonos violáceos con mariposas de 1905, cuando la locura de chinoisseries había precedido a los ballets rusos, es igualmente interesante. La falda plisada habría sido un delantal (de lujo). Está abierta y se cierra con formato portafolio, lo que permite movimientos libres y cómodos. Se trata de un “quon”, usado en China durante la dinastía de los manchú (1644-1911). El ejemplar data de los primeros años del siglo XX, aunque fue comprado en París entre los ’20 y ’30, en plena fiebre orientalista, por una argentina refinada y adinerada.

La fiebre el Africa de esos mismos años en París seguramente empujó a otra donante, dueña de un conjunto de dos piezas confeccionado con tela originaria de Ghana, en Africa. Sin embargo fue confeccionado mucho después, en 1965, Los estampados esta vez reproducen símbolos geométricos de sociedades cuyo origen se encuentra en los ashanti de Ghana, en el sigo XVlll.

Una verdadera curiosidad irreverente desde el punto de vista religioso, en cambio, es una burka que la dueña desestructuró, luego de intervenirla. Está confeccionada en tela sintética plisada (1973) sobre la que trasladó el calado de la mirilla tan cuestionada hoy y típica de la burka, cuando cubre la cara, cosiéndola, en vez, sobre el canesú. Sin duda esta insólita occidentalización debe haber merecido reprobación entre los religiosos afganos.

Una pieza importante es el chal de Cachemira exhibido en la pared principal (circa 1870) tejido en trama jacquard, con lanas sublimes del lugar, en tonos lacre, marrones y ocres, típicos de ese gran ornamento que las inglesas solían usar sobre sus hombros, en las colonias.

Un gran ejemplar de mantón de Manila, que une a España con Oriente, y se considera símbolo hispánico ineludible, es otra pieza deslumbrante y bien conservada. En una salita contigua, en cambio, es interesante observar diversos abanicos japoneses y españoles de diseños irresistibles y también, sombrillas japonesas de papel de arroz o sedas preciosas, a las que las argentinas fueron tan afectas. En la misma vitrina se ve una foto que data de los años ‘20, de dos bañistas con sombrillas coquetas, probablemente lucidas en las ramblas de las playas Bristol, de aquellos años en Mar del Plata.

Verano en clave de moda

La muestra sobre el exotismo dura todo el verano. Sin embargo, los que quieran profundizar su amor por la moda tienen también opciones para hacerlo en los cursos y talleres propuestos para enero y febrero en la sede el Museo.

Diseño y construcción de zapatos, moldería de sandalias, ballerinas, y zuecos, por la profesora Natalia di Rico.

Moldería y confección de indumentaria, por Fabiana Casanova.

Taller experimental de bijou y experimentación textil e ilustración de moda por Natalia Pizzi. Taller de sombreros, por Bárbara Brizzi.

Es importante guardar el dato de que el Museo del Traje presta servicios de información y documentación al personal del museo, profesionales, investigadores, estudiantes y público en general.

También alberga una colección bibliográfica y documental sobre la historia técnica y social del traje y la moda. Está formada por más de 500 volúmenes, entre ellos libros y catálogos, carpetas temáticas y revistas que abarcan títulos desde el siglo XlX hasta hoy. La Moda (Max von Boehn), Breve historia del Traje y la Moda (James Laver) y Encyclopédie du Costume de Max Tilke son los volúmenes más destacados. Y pedidos.

Además, tiene un área restringida de material y consulta seleccionada, compuesta por libros, catálogos y colecciones de revistas del pasado como La Moda Elegante (l890-1930), Elle, (1920-1950) y La Mode Illustrée (1886-1940). Esta última contiene moldes de la época y reproducciones de litografías. Trages y costumbres de la Provincia de Buenos Aires (Bacle, año 1833).

Más acá en el tiempo, la biblioteca contiene catálogos de tiendas de modas como Gath y Chaves, temporadas 1927, 1941-42, y Harrods, temporadas 1923-24 y 1925. y la tienda La Piedad desde 1927 a 1952. Los originales son de consulta restringida.

Catálogos de diseñadores de moda como Nina Ricci con fotos de sus colecciones 94 al 98 y también réplicas de figurines de 1998 de Pierre Cardin y algunas diapositivas de desfiles del 98 al 2002. De Dior e Yves Saint Laurent, producciones fotográficas entre 1992 hasta el 2001.

En suma, el museo ofrece posibilidades más que válidas para aventar un verano tórrido que se aplaca al entrar a esta casona con galería cubierta y sombra benéfica que contiene propuestas de acentuar el amor a la moda, en profundidad.

Museo Nacional del Traje
Chile 832. Tel.: 4343-8427
[email protected]
Abierto de martes a domingos de 15 a 19, entrada gratis.
Sábados y domingos se realizan visitas guiadas a las 17 horas.

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