Desde el 2007, la Justicia ordenó que se solucione la falta de jardines maternales y de infantes en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, hay poquísimos lugares donde las mujeres pueden dejar a sus hij@s, y los espacios existentes tienen contadas vacantes. Hay un proyecto de ley para que se garantice el acceso a la educación desde los 45 días, y reclamos de madres, organizaciones no gubernamentales y la Defensoría del Pueblo.
› Por Luciana Peker
A la hora en que es la hora del descanso son muchas las madres que no pueden descansar. No encuentran con quien dejar a sus hijos/as (especialmente menores de tres años sin acceso aún a los jardines de infantes) para volver a trabajar. “Mi hija tiene dos meses y ya estuve averiguando para volver a trabajar. En los jardines de mi barrio (Chacarita) recién los reciben a partir de un año. Igualmente, no sé si hubiese conseguido vacantes porque son tan pocas que tenés que pasar el filtro de una asistente social que evalúa tu nivel de necesidad. Pero yo no gano mucho y me molesta cambiar la plata para contratar a una persona, pero no quiero perder mi independencia económica y además todavía quiero terminar de estudiar. No creo que mi hija sea el impedimento, sino la falta de recursos para poder tener una maternidad más libre”, señala Daniela Almeida, de 31 años y mamá de Luz.
La falta de jardines maternales públicos, las poquísimas vacantes de los que existen y los altos precios de los privados (que tampoco sobran) generan un agujero entre el puente que debería existir a partir de la licencia por maternidad en la vuelta al trabajo. El problema se agrava con el verano, ya que no existen colonias para chicos y chicas menores de tres años. Pero sus mamás no tienen vacaciones pagas para dar la mamadera y cantar “Yo tengo una manito” hasta que se acabe el mundo.
La falta de espacios tampoco se extiende a cuando los hijos/as dejan de gatear y ya pueden caminar con guardapolvo y todo. “En el 2010 más de 6 mil niños quedaron fuera de la educación inicial por falta de vacantes en escuelas estatales. De ellos, 4.879 quedaron en listas de espera para ingresar a establecimientos dependientes del Ministerio de Educación y 1.230 fuera de establecimientos que dependen del Ministerio de Desarrollo Social Porteño”, detalló la abogada Dalile Antúnez, coordinadora del área Igualdad Educativa de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ).
Pero la falta de lugares donde los chicos y chicas se hamaquen, jueguen o escuchen canciones mientras sus mamás trabajan o buscan trabajo no es sólo una queja materna. Es, además, ilegal. El 13 de agosto de 2007, el juez en lo Contencioso, Administrativo y Tributario Guillermo Treacy ordenó al Estado elaborar políticas públicas sobre la falta de espacios para niños y bebes. En abril del 2008, un fallo de segunda instancia ordenó al Ministerio de Educación porteño arbitrar los medios necesarios para garantizar las vacantes. Pasó un año y, sin mayores respuestas de parte del Ejecutivo, el magistrado sancionó con una multa personal de 50 pesos diarios al titular de la cartera educativa de entonces (Mariano Narodowsky) y a la ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal. La causa sigue y ahora está en manos de Tribunal Superior de Justicia.
–No vamos a descansar hasta que todos los chicos de la Ciudad tengan su lugar en la escuela –le respondió el jefe de Gabinete macrista Horacio Rodríguez Larreta a Fundamind, una organización no gubernamental que asiste en salud y educación a la primera infancia más vulnerable.
Sin embargo, no parece estar cumpliendo con su palabra. “No hay respuestas desde el Ejecutivo”, resalta la diputada porteña María Elena Naddeo, autora del informe “La Niñez está en Emergencia”. La docente Verónica Pisseta, del sindicato UTE-Ctera, acusa: “En realidad no se crearon vacantes nuevas. En muchos jardines pasaron de 20 a 30 chicos por sala, sin más infraestructura, con lo cual existe hacinamiento y no hay lugares de juego suficientes”.
“Hace veinte años que sostenemos con mucho esfuerzo un Centro de Primera Infancia en el barrio de Once y no damos abasto, ya que tenemos todos los años una lista de espera que asciende a doscientos niños de madres vulnerables. Sin la ayuda del gobierno local y de la sociedad no podremos atender esas vacantes”, advierte el psicólogo Gerardo Mitre, presidente de Fundamind.
Ante este panorama (sin demasiados jardines maternales a la vista ni por construir) la diputada porteña María José Lubertino juntó más de dos mil firmas y realizó una marcha con cochecitos de bebé para respaldar un proyecto de ley que convertiría en obligatoria la oferta educativa estatal desde los 45 días. “Hay que ampliar la infraestructura y mejorar la calidad”, sostiene Lubertino.
Pero las que verdaderamente sostienen a sus hijos/as y a la falta de infraestructura en una ciudad plagada de carteles amarillos que dan vuelta las calles (pero no las posibilidades de ser una mujer autónoma para las mamás que no tienen donde dejar a sus hijos) son ellas: las malabaristas.
Mariluz Quispe tiene 28 años y tres hijos: Milagros (3), Michaele (2) y Maycol Gabriel (5 meses). Nació en Ayacucho, Perú, y vino en el 2006 a Argentina. “Trabajé en costura en talleres textiles con cama, de las ocho de la mañana a las ocho de la noche, sin agua caliente para bañarse en invierno. Era duro”, recuerda. Después, llegaron sus hijos. Pero perdió la posibilidad de ganarse el pan. “Te amaneces buscando todo el día, te dicen una cosa u otra, pero no hay vacantes”, relata. En la sede de Fundamind, en Once, se queda Milagros. Casi como si un jardín disponible le hiciera honor a su nombre.
“Ahora no puedo trabajar porque tengo los chicos rechiquitos y necesitaría dejarlos a los tres porque estoy sola a cargo de mis hijos. El papá me da lo que puede, no un monto fijo sino una cantidad mínima y con eso me tengo que arreglar. Yo vivo por el Abasto y no encontrás vacantes o el pago es recaro. Hay muchas madres que tienen el mismo problema con sus chicos”, cuenta Mariluz.
María Chauca tiene 41 años y dos hijos: Leonardo (12) y Sol Agustina Elizabeth (3). Nació en Trujillo y vive en Buenos Aires desde 1994. El papá de sus hijos es argentino pero vive en Puente La Noria. Ella, en cambio, en el Hotel Carlos Gardel, junto a 67 familias, con un juicio de desalojo en la nuca de su cotidianidad. “Necesitamos trabajar para buscar un lugar. Pero cuando buscás con chicos acá es muy difícil, te dicen que no: parece que los chicos son extraterrestres”, ironiza.
Aunque la xenofobia que incendió la Ciudad de Buenos Aires a fin del 2010 también tiene la palabra y la muerte rondando como estigma. “Yo soy extranjera, pero mis hijos son argentinos”, se defiende María de la portación latinoamericana, de su condición migrante, de querer limpiar casas en casas de familia porque es el único trabajo que le permite ir y volver del colegio y jardín de sus hijos. “Acá te discriminan mucho. Con la nena hay jardines del Estado que empiezan desde los tres años, la anoté en dos jardines y no pude ingresar por radio de dirección. No hay muchos jardines que hagan salita de 3, 4 y 5 años. Agustina entró a Fundamind y viene de 9.30 a 17 horas. Me siento muy contenta porque veo si están comiendo o no. Si hubiera más jardines como éste sería bueno para varios niños, pero como el espacio es reducido no pueden albergar a muchos”. Pero ella no es ella, sino muchas. Y habla por todas: “Se necesita que se abran más jardines maternales desde los 45 días para que una pueda trabajar y ser independiente, no depender de una tarjeta ni de una ayuda social, sino lograr una sentirse orgullosa que ganó su propio dinero”.
Pero si todo el año es difícil encontrar lugares donde cuiden, eduquen, cambien y jueguen con bebés de 45 días a tres años, en el verano el sol cunde, el trabajo (o la necesidad alzan la temperatura) y es todavía más difícil nadar contra la corriente. “En enero le damos descanso a todo el personal”, cuenta Gerardo Mitre, de Fundamind. En febrero, la organización no gubernamental vuelve a abrir sus puertas con formato de colonia, pero es una excepción a la regla de desierto de redes sociales para que las madres no dejen de ser mujeres y menos trabajadoras. “En verano es peor para las madres, tienen que hacer malabares con los pibes”, explica.
“No hay colonia para las nenas”, describe María Chauca el desafío de dificultades que aparecen como un médano invencible a las que palpitan en el verano como caos y no oasis. “Me dicen que a partir de los 4 años en adelante. ¿Pero qué pasa con los más chiquitos? Una tiene que seguir trabajando, si te quedás en casa nadie te va a regalar nada: pañales, leche, vestidos”. El psicólogo apunta: “Nosotros en Fundamind tenemos 200 chicos en lista de espera y tampoco podemos meter 50 nenes en una sala y tenerlos uno arriba del otro”. Y recuenta los pocos porotos que Hace (con la H selectiva de la gestión macrista) para cubrir estos baches. “Hay abiertos en total quince centros de primera infancia y el gobierno porteño tienen pensado abrir quince más de acá al 2011 para atender, en total, a seis mil chicos con un presupuesto de 15 millones de pesos que dependen de la Ministra María Eugenia Vidal”, detalla Mitre. Pero objeta: “Si bien están haciendo algo no alcanzan. Sólo seis mil chicos en toda la Ciudad de Buenos Aires van a poder ir en el 2011 a espacios de primera infancia. No es nada. Mucho menos en barrios como Villa Lugano, Once o Ciudad Oculta”.
Ante la ausencia de posibilidades, hay dos caminos que puede tomar el gobierno porteño: montar Escuelas Infantiles o Jardines (dependientes del Ministerio de Educación local) o abrir Centros de Primera Infancia (CPI), dependientes de la Dirección General de Fortalecimiento de la Sociedad Civil del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad. Sin embargo, llamativamente, Once, por ejemplo es un barrio catalogado por el macrismo como sin riesgos. “No recibimos ninguna ayuda del gobierno de la ciudad. Fuimos a pedir ingresar en un programa que solventa el sueldo de los docentes y nos dijeron que esta zona no era prioritaria para ellos, a pesar que tiene densidad poblacional, mucha migración, trabajadoras sexuales que se ven expuestas a esa situación porque no tienen más remedio y problemas de droga”, repasa Mitre, en un pedido para que el Estado se haga cargo de los y las lactantes, pero que sino colabore con las organizaciones que sí lo hacen.
Además, la falta de políticas públicas del macrismo para implementar la educación sexual en los colegios y cumplir con los derechos sexuales y reproductivos generó un aumento del embarazo adolescente. Por eso, el psicólogo propone: “Las escuelas también deberían tener jardines para que las estudiantes puedan terminar el colegio y que existan junto a las aulas espacios para el cuidado de sus hijos/as”. No es una propuesta aislada, sino una propuesta que también se hilvana con una idea de futuro. “Hay que priorizar la atención de los pibes menores de tres años porque si no tienen la contención y la alimentación necesarias después todos vamos a ver los efectos de esas falencias pero los que más pagan los platos rotos son los pibes”.
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