Viernes, 18 de febrero de 2011 | Hoy
VUELTA AL MUNDO
Por Maria Laura Gutierrez *
En las caras tenían dibujado el símbolo de la mujer y en las manos llevaban una pancarta que decía “Quien no se mueve, no puede darse cuenta de sus propias cadenas”, recordando a Rosa Luxemburgo. El grupo de “jóvenes indecorosas” comenzó a saltar y cantar: “Tiemblen, tiemblen, han vuelto las mujeres”, un canto que se fue dispersando por la ciudad italiana de Bologna.
Las mujeres habían vuelto, y cómo... Más de 30.000 jóvenes, niñas, adolescentes, más adultas, más viejas, lesbianas, trans, heteros, gays, varones, compañeros, curiosxs. Todxs estaban allí, por diversos motivos, pero estaban. En las calles se repetían cantos y consignas que se extendían por más de 280 ciudades y un millón de voces en toda Italia que coreaban al unísono diverso: “Si nos bloquean el futuro, nosotrxs bloqueamos la ciudad”.
En Bolonia, la manifestación fue encabezada por diversos movimientos feministas, bajo la consigna “Nèperbene Nèpermale. Unite, donne diverse”, intentando llamar a la unidad de las mujeres y no a la división entre “buenas y malas”. No era fácil la unidad. No nos unía el amor, sino el espanto... a un primer ministro que usa y abusa de su poder de estado y reivindica el machismo y el abuso del poder sobre el cuerpo de las mujeres. El espanto a quien hace gala internacional de sus acciones más burdas mientras la prensa se lo festeja riéndose cómplice por lo bajo de su exhibicionismo de gran macho.
Nos separaba la línea divisora, a veces moralista, a veces peligrosa, de reivindicar en el nombre de “la nación” sólo la mujer como un cuerpo por y para la familia. Nos separaba el espanto de una nación que hace gala de su sexismo y lo justifica en el racismo sobre mujeres pobres y migrantes, utilizadas como chivo expiatorio del patriarcado.
Nos dividía el ojo moralista que se posaba sobre las feministas, los movimientos LGTTB, las sex workers, “las indecorosas”, “las malas mujeres” que no son honrosas para la patria, ni para la familia, ni para el capital ni para el patriarcado.
Nos dividía pensar que el problema era sólo Berlusconi y no todo un sistema patriarcal y heterosexual que lo sustenta y justifica. Nos dividían algunos señores que querían ser más nuestros custodios que nuestros compañeros caminando codo a codo por la calle.
Sin embargo, a veces, y mientras tanto, nos unía el hartazgo a un modelo económico, político y cultural. Nos unía creer que otro modo de pensar la sociedad es posible. Aunque en ese posible se articularan las contradicciones de más de 30.000 personas, diversas, unidas.
Dependerá de cómo articulemos los aires de cambios que nosotras mismas hemos comenzado. Esos aires que volvían a unirnos bajo los cantos de “las mujeres no vuelven a rendirse”, porque las mujeres queremos todo, ahora y siempre, tomar este futuro que parecía detenido en el tedio y la falta de esperanzas, tomar las calles por asalto.
* María Laura Gutiérrez es argentina y feminista y vive en Bolonia, Italia.
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