Muestras Como un aporte más a los recordatorios que impone el 8 de marzo, la historiadora María Laura Rosa curó Cuentas pendientes, una muestra de nueve artistas que a lo largo de los últimos 20 años han reflejado en sus obras las opresiones que todavía operan sobre la vida y el cuerpo de las mujeres. Este lapso no es arbitrario, se trata, justamente, de advertir la actualidad de ciertos reclamos, como el derecho al aborto, que todavía condicionan la libertad de las mujeres.
› Por Dolores Curia
Cuentas Pendientes. Arte contemporáneo y problemáticas de género es el nombre de la muestra que, con la fecha del 8 de marzo a modo de excusa, desnuda asuntos sin saldar con relación a políticas y problemas de género. El concepto y la convocatoria estuvo a cargo de la historiadora María Laura Rosa, quien se encargó de reunir a las artistas Marta Ares, Nora Aslan, Claudia Contreras, Silvia Gai, Ana Gallardo, Magdalena Pagano, Diana Schufer, y a obras de las fallecidas Teresa Volco y Silvia Young. Todas ellas referentes de una (hipotética) Liga de Arte Feminista Nacional. Todo un equipo que hace años viene denunciando los atropellos contra las mujeres, con diferentes propuestas estéticas y enfoques. El puntapié inicial fue el (doloroso) descubrimiento de que muchos de aquellos items por los que estas artistas vienen reclamando desde los 80 y 90, hoy todavía son temas pendientes, cada vez más presentes en la agenda, es verdad, pero también cada vez más del lado de las palabras que de los hechos.
Ana Gallardo fue una de las representantes argentinas que el año pasado formó parte de la Bienal de San Pablo. Aterrizó en el suelo paulista con una desopilante ¿performance? llamada Un lugar para vivir cuando seamos viejos (2010). Como parte de su obsesión con la tercera edad, Gallardo proponía una clase abierta da baile para ancianos, donde una pareja de abuelos mexicanos enseñaba a los concurrentes el danzón, una coreografía típica que los mayores acostumbran bailar en las plazas de DF. Ana presenta en la ex ESMA, Material descartables (1999), una instalación gestada durante el menemato. Para hablar sin medias tintas del aborto, levantó una montaña de agujas de tejer y en las paredes dispuso un surtido de utensilios, cucharas, tijeras, pinzas y hasta palitos de brochette que se mantienen en la pared con cinta adhesiva de papel. La clásica cinta de pintor que ya no le servía más para esos fines (dado que hacía bastante que había colgado el caballete). “La idea es que con las mismas herramientas que podés cocinar, coser o bordar, también podés hacerte vos misma tu propio aborto en las condiciones insalubres que todos conocemos”, describe Ana.
La instalación Claudia Contreras, quien incursiona en el arte textil a partir del tratamiento de temas cotidianos, Almas, originalmente había formado parte en 1997 de una exposición curada por Elena Oliveras en el Centro Cultural Borges. La obra consiste en unos esbozos de cuerpos femeninos (de papel entintado y telas bordadas) que cuelgan del techo del edificio Cuatro Columnas. Las figuras hacen pensar en contornos policiales de cuerpos que brillan por su ausencia en la escena del crimen. Los cuerposlámina, a pesar de los bordados rosas y las primorosas puntillas, por la luz y el movimiento producen un juego de sombras bastante tétrico.
Otra entendida en el arte textil presente en la muestra es Silvia Gai: “Voy a presentar una instalación que mostré en el Borges en el marco de una exposición que se llamó Tajos bajos (1997). Está formada por tejidos con forma de úteros. Un paralelismo entre el tejido humano y el textil, que además trata el tema de la enfermedad en el ámbito doméstico”. Para elaborar esos tejidos que se convierten en esculturas mediante una cocción en azúcar, la artista tomó como moldes órganos humanos a los que tiene acceso en su calidad de bióloga. Esas proporciones humanas vuelven todavía más inquietante su obra.
Diana Schufer conjuga las artes visuales con su otra vocación, el psicoanálisis y, como no podía ser de otro modo, sus temas faro son las relaciones interpersonales. Durante años profundizó en el formato de las instalaciones sonoras. Quizás las más recordada sea ¿Qué estás pensando?, con la que copó la Fundación Klemm en 2008. Una mesa y dos sillas forradas en terciopelo negro eran el terreno de interacción muda entre un hombre y una mujer de carne y hueso que, en tiempo real, se sostenían la mirada. Mientras tanto, el espectador/auditor privilegiado escuchaba todo lo que estos dos pensaban sin decirse ni “mu”. En este caso, Schufer expone la estremecedora Oídos Sordos (2009), una decena de dibujos y textos con los cuales explora el tema del abuso sexual de menores.
Marta Ares contribuye a esta muestra colectiva con el video Yo, X? (2005) una cinta a color, insonora, con una mujer ahistórica como protagonista. Con ella busca reírse de las representaciones femeninas y poner de cabeza el discurso constructor de género. Ares estudió técnicas experimentales y a partir del estallido de 2001 dirigió el colectivo Macademia (algo así como una locademia de artistas), que devino algunos años después en festival de video itinerante (y giró por Rosario, Lima y París).
Otra de las participantes que gusta de la creación colectiva es Magdalena Pagano, quien alterna su trabajo individual con un activismo ininterrumpido en las intervenciones urbanas de Mujeres Públicas. En su proyecto Womanhouse, que marcha desde el 2009 entre papeleo y costuras, “la casa” es tratada como cuchillo de doble filo: un lugar de protección y opresión, como elemento de fregado frenético y también como refugio, como espacio de encierro y disciplina pero también de privacidad y libertad. A Pagano le interesa poner el acento en esta dupla que no resuelve: “No intento hacer evidente una sola posición. Afirmaciones duras y sin metáfora como ‘las casas son espacios opresivos para las mujeres’ reducen y empobrecen la discusión. Hago lo que hago para poder pensar y dar a pensar, para morir menos idiota. Muchas veces me encuentro siendo mi casa, limpiándola, adornándola, dándole brillo, un brillo precario y pasajero. Repetir los gestos una y otra vez. Entonces traté de pensar qué era una casa para mí y qué es para las otras mujeres”. Y agrega que el título del proyecto “se refiere directamente al trabajo realizado por Judy Chicago y Mirian Schapiro junto a otras 16 artistas en 1972: durante seis semanas estas mujeres trabajaron juntas en el espacio cerrado de Woman House Project, transformando cada una de las diecisiete habitaciones de la casa. El proyecto quería criticar el espacio doméstico como una extensión del cuerpo femenino y a las instituciones matrimoniales y sexuales”.
Nora Aslan, a partir de un mix de recortes gráficos, toma a la representación de las multitudes como leitmotiv, tal como la fueron mostrando en las fotos publicitarias y periodísticas a lo largo de las décadas. Con ellas engendra collages que, de lejos, se convierten en texturas. “Estudié cuidadosamente cómo era el esquema de las alfombras persas, rígido y simétrico, e hice que las fotos a cierta distancia parecieran una alfombra. Por la disposición de las imágenes cuando uno se aleja, la multitud se vuelve tejido.” El espectador, cual víctima de un artefacto cazamoscas, se sorprende o decepciona al descubrirse engañado por una imagen traicionera que de cerca es otra cosa. Para Nora ese movimiento dinámicoestático está cerca del de nuestra rutina perceptiva: “Hacemos zapping y vemos, por ejemplo, una mujer retorciéndose en un caño al lado de gente que muere bombardeada por Khadafi. Siempre me llamó la atención esa cosa siniestra que hay en ese simultáneo. Hay algo en la sucesión que te distrae y te hace pasar sin detenerte. Mi objetivo era obligar al espectador a detener la mirada en la obra, por lo menos, un rato más”.
La otra obra que Nora presenta lleva por nombre Disectratus (2001), un intento de autorretrato que terminó en mesa de disección. Un mueble de acero espejado hecho a imagen y semejanza de su creadora (de iguales proporciones que su dueña), xerigrafiada de punta a punta con descripciones en latín de todas las partes del cuerpo. “Cuando vos te asomas a leer, te ves porque es un espejo. Es un cuerpo tendido nombrado por dentro. De alguna manera es la máxima exposición de mi cuerpo y a la vez la más genérica posible”, detalla Nora.
También estarán presentes El Dolor (1997), la obra de Teresa Volco que aborda el tema del sufrimiento físico a partir de cicatrices bordadas sobre un bastidor. Y otra obra Sin Título de Silvia Young, una instalación sobre los recuerdos infantiles reconstruida por María Laura Rosa a partir de fotos. “Cuentas Pendientes busca la reflexión. Quiere pensar qué pasa a partir de los años 90 cuando empieza a surgir el concepto de género y aparecen muestras de arte argentino donde hay artistas que hablan de la esfera privada, con conciencia de ello, reivindicándola. Y lo más inquietante es cómo muchas de esas obras todavía tienen la misma vigencia que hace 15 años porque esos problemas siguen siendo actuales”, remata la curadora.
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