PRIMERA PERSONA
Claudia Cantero y Carla Crespo, madre e hija en la versión de La familia argentina, de Alberto Ure, que dirige Cristina Banegas, se consuelan bajo el escenario de los dolores sobre tablas.
› Por Sonia Jaroslavsky
“Creo que fue Freud el que habló de un hilo rojo que une el psicoanálisis con el teatro: ahora hay un hilo dorado, que une el teatro con la política, la gente que conoce el lado oscuro de la vida parece confiable, por lo menos para los que manejan el lado negro de las finanzas. Pero esto no es lo único que puede interesar del teatro. Una de sus funciones ha sido siempre la de laboratorio experimental de conductas y situaciones, donde se especula con modelos. El placer del espectador, su entretenimiento o reflexión, indican siempre una aceptación de armonías de valores que combinan las actitudes más colectivas y más íntimas. Y es en ese sentido que en la representación se suele anticipar ideas en algún registro lateral, para que el sentido común huela, lama, muerda, escupa o trague.”
La pieza La familia argentina, escrita a finales de los ochenta y comienzos de los noventa, se anticipa lateralmente a lo peor de los siguientes diez años en materia político social y pone el foco en los lazos afectivos de una familia de clase media profesional. En palabras de Cristina Banegas, directora de la obra y predilecta actriz de Ure: “Se mete en los dilemas de una estructura incestuosa, con el humor salvaje que marcó sus trabajos y la intensidad de un Strindberg criollo. Un González Castillo del siglo XXI”.
La puesta en escena de la única obra de teatro escrita por el maestro Ure está a cargo de un cuerpo actoral exquisito en manos de Luis Machín, Claudia Cantero y Carla Crespo. Las dos últimas les ponen el cuerpo a una madre y una hija presas de un triángulo amoroso incestuoso. Claudia Cantero, oriunda de Rosario, apareció en los escenarios porteños allá por el 2003 con Mabel y Edgardo, un hermoso espectáculo que también retrataba con tono crítico la década de los 90; y más adelante en el tiempo se la pudo ver en De mal en peor, dirigida por Ricardo Bartís. Además de su labor en La familia argentina, espera el estreno de la película Los marcianos, de Ana Katz. Por su parte, Carla Crespo continúa con las funciones del biodrama Mi vida después de Lola Arias y está a punto de estrenarse la película Un mundo seguro, de Eduardo Spagnuolo, en la que actuó junto a Carlos Belloso y Antonio Birabent. Ambas, están más relajadas después del estreno de la obra y muy entusiasmadas con la respuesta –reacciones frente a la obra– de los espectadores que se acercan al Centro Cultural de la Cooperación.
La Cantero, como le dicen, fue la que tuvo la iniciativa de proponerle a Banegas montar La familia...
Claudia Cantero: –Sí, fue a puro deseo. No había leído el texto pero como soy de Rosario pude ver La familia argentina montada el año pasado bajo la dirección de Rody Bertol y por el grupo teatral Rosario Imagina... Me sucedió algo fantástico como espectadora: me impactó muchísimo el texto porque tiene una contundencia, una violencia verbal y una elocuencia e inteligencia tremendas. Y también me pasaron esas cosas que les pasan a los actores (se ríe): las ganas de querer estar ahí en el escenario diciendo e interpretando esos textos. Por eso comentaba al comienzo, que fue algo a puro deseo, te pasa o no te pasa.
¿Por qué les parece que en el título de la obra se pone el acento en La familia argentina y no en Una, si está referida a una clase social determinada?
Carla Crespo: –Me voy a jugar con una hipótesis personal. Creo que hay una voluntad de volver el título representativo del estándar de la familia de clase media con aspiraciones a clase alta profesional de la década de los ’90. La idea de presentar una especie de arquetipo tiene ese sentido: un modelo con los rasgos característicos, exagerados, burlados, criticados o analizados de esa clase o sector. Por eso el epílogo es bastante cínico y creo que debe tener gran parte del pensamiento de Ure sobre esa clase: aparece la idea de querer negar todos los “supuestos valores” enarbolados por esa misma clase.
Claudia: –Sí, representativa de esa época que marca Ure, porque no hubo intencionalidad de actualizar el texto.
Carla: –Justamente ahora se está poniendo de relieve el valor de la pieza en sí misma y está saliendo a flote la importancia del texto y pensamientos de Ure para el teatro argentino.
Claudia: –Yo también tenía una hipótesis sobre el título que merodeó bastante en mi cabeza. Hay un texto de Gaby, el personaje que hace Carla y es mi hija en la obra, que dice: ‘En realidad, estuvimos haciendo control mental todo el tiempo, para ver si podíamos hacer aparecer una familia en el espacio. Y la conseguimos, pero distinta de la que esperábamos. Nos concentramos tanto que aparecieron dos familias, nos pasamos’. Me parecía que en esta frase había una broma, ya que uno arma la familia que puede. Creo que algo de La familia... y sin poner todavía la palabra argentina habla de lo que se puede, más allá de lo que se quiere o desea. Y lo que se puede es siempre en determinadas combinatorias posibles: el separado que tiene un hijo y la separada que tiene una hija y que se juntan y hacen otra familia. Y esta posibilidad de las combinatorias de familias que supuestamente pueden llegar a ser, seguramente cambie en la actualidad, porque hasta hace poco parecía que no se podía nombrar cuántos tipos de familia reales existían, era algo tabú. En La familia argentina aparecen signos de la Argentina que no tiene que ver con signos de una familia sino de la violencia existente en la sociedad de los ‘90. Por supuesto que cada artista hace un recorte de la realidad y quizá, algo de esa familia tenga que ver con las propias vivencias e historia de Ure.
¿La pieza sufrió modificaciones?
Claudia: –Se redujeron algunas partes para que ganara más en acción. Hay algunos elementos, como el dato del embarazo de Gaby con su padre no biológico, que quedó en un solo acto y no en dos como estaba en el original. Del epílogo había dos versiones escritas por Ure en diferentes momentos; es como si Ure no se hubiese inclinado por un epílogo en especial al momento de su accidente vascular. Lo que hicimos fue una mezcla donde se complementaron las dos versiones, sumado a esto el trabajo de improvisación, derivó en lo que es hoy el epílogo final en la puesta.
¿Cómo se desarrollaron los ensayos de la mano de la directora Cristina Banegas?
Claudia: –Hubo tres períodos: uno de análisis de la pieza, otro de improvisación y el momento final con las marcaciones de puesta.
Carla: –El primer trabajo de mesa resultó de una profundidad que no habíamos imaginado y fue muy necesario.
Claudia: –El período de improvisaciones fue el que más me divirtió como actriz y es ahí donde Cristina intervino más fuertemente en relación con “el método” o mejor dicho enseñanzas que le transmitió Ure como director. Fue muy lindo ver varios videos de los famosos ensayos abiertos de Ure: se lo veía a él trabajando con cada actor, susurrándole informaciones al oído.
¿Cómo abordaron el vínculo madre-hija?
Claudia: –Yo tengo una hija de veinte años, así que por lo menos algo de la experiencia de vida estaba trabajado desde la actriz. El personaje de Carla tiene veintiún años en la obra, así que por mi historia personal sabía qué tipo de vínculo una tiene con una adolescente de esa edad, ya que nadie te cuenta lo que te espera (risas).
Carla: –Como actriz tuve que trabajar mucho y separarme del dolor que me causaba lo que actuaba. Me daban ganas de consolarla, de aflojar la dinámica. Finalmente de todas esas improvisaciones realizadas quedó un vínculo potente.
Claudia: –En un comienzo sostenía con el personaje una actitud de mujer víctima y no porque no lo fuera pero no iba con la propuesta del autor. Con los ensayos pude darme cuenta y modificar esa actitud y me volví más guerrera: a matar o morir. Hay una mina que entra con todo a defender lo suyo, no sabemos si va a ganar o si va a perder, pero se la juega entera. Es interesante abordar esa posición femenina de “vengo por lo mío”, de pelear por lo suyo frente a las adversidades. Sufre, pero también pega muy fuerte y es sumamente hiriente. Eso se ve en varios pasajes: en la decisión interna de obligar a que su hija se haga un aborto antes de que tenga una hija de su marido. Y no es un tema con el aborto en sí mismo, ya que anteriormente mi personaje dice en la obra que había acompañado a su hija a realizarse un aborto de común acuerdo, pero el bebé era de un noviecito, no de su padre de crianza.
¿Hay algo de transgresión en el hecho de actuar este material?
Carla: –Creo que fundamentalmente es transgresor como acto de resistencia. Encarar una actuación arrojada es una forma de resistencia. Acá hay un riesgo y un intento que no es lo que predomina en la escena teatral en Buenos Aires.
Claudia: –Es transgresora en la violencia con la que irrumpe una sociedad en decadencia.
Carla: –Y eso es algo que Ure planteaba en sus textos cuando lo criticaban diciendo que sus puestas eran violentas. A eso él respondía con la pregunta: ¿De qué violencia me hablan si vivimos en una sociedad que se gestó con la violencia y continúa?
La familia argentina se presenta los viernes y sábados a las 23 y los domingos a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación. Av. Corrientes 1543. $70 (con descuentos).
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