CINE
Las mujeres que se desdoblan en distintos animales vienen de muy lejos, a través de mitos y leyendas. Mientras El cisne negro, aun en cines, apela a esa metamorfosis para reflotar la apolillada división entre santas y pecadoras, en el documental Sirenas la animalidad recupera algo de encanto.
› Por Moira Soto
Aunque carente del menor soplo de humor (voluntario), a este cisne negro no le falta ningún tópico: bailarina ansiosa en pos de un rol estelar, madre frustrada y en consecuencia castradora, coreógrafo tiránico, rivalidad entre las integrantes de una compañía de ballet... Pero en la inflada realización de Darren Aronofsky hay más todavía: un cóctel del mito de Pigmalión y el tema del doble, todo agitado de manera efectista y banal con el fin de contar las pruebas que debe pasar la protagonista para interpretar el personaje de Odette —el cándido cisne blanco del celebérrimo ballet de Chaicovsky— que se desdobla en el maligno y rijoso cisne negro que intenta robarle el novio principesco a la primera.
Como casi todo el mundo sabe gracias a los varios premios que se ganó, Natalie Portman es la torturada protagonista, perseguida por la sombra oscurísima del cisne villano. Para entrar en el lado siniestro de Odette —porque la parte nívea ya la tiene bien cubierta con su virginidad intacta y su aplicación perfecta— recibe sumarias indicaciones del pedante coreógrafo (Vincet Cassel, a quien no le cuesta nada ser desagradable). El tipo no la quiere ni pura ni blanca, pretende que se vuelva zarpada y lujuriosa. Para lograr lo cual le da tarea para el hogar: por ejemplo, que se toque, que se deje llevar... La pobre Nina, que ya venía en falsa escuadra con esa mamita terrible que no le da respiro (Barbara Hershey con su otrora bello rostro arrasado por la cirugía), empieza a pasar la frontera de la cordura, a lastimarse y sangrar, a tener alucinaciones. Para conseguir su metamorfosis en chica mala, la bailarina fuma, bebe, se droga, enfrenta a su madre, se acuesta con una compañera de danza...
Nina, por cierto, no es la primera ni será la última mujer del género fantástico que se desdoble en animal para dejar aflorar sus instintos, sus pulsiones destructivas: ella tiene antecedentes ilustres, entre otros, como la Irina de Cat People (1942), mujer pantera por excelencia, o la dominatrix Catwoman de Michelle Pfeiffer en Batman Returns (1992, por no citar a las adorables Gatúbelas de la serie televisiva). Nina, que ya tiene incorporado al cisne blanquito, después de pasar las pruebas antes citadas, se va ennengreciendo y ya muy brotada ve a su doble y lo confunde con la compañera descocada con la que tuvo sexo. En resumen, le cuesta muy caro hacer la conversión en femme fatale y así perpetuar la arbitraria división entra santas y pecadoras.
El tema del doble como la faz reprimida de los seres humanos, ya fascinante de por sí (Aronofsky reconoce haberse inspirado en el relato El doble, de Dostoievsky, también en los films Repulsión y en El inquilino, de Polanski) se vuelve más turbador cuando surge la animalidad. La chicas afectadas por este fenómeno vienen de lejos: en la mitología griega, entre otras variaciones que también incluyen al género masculino, tenemos a las sirenas, señoritas de compañía de Perséfone que fueron transformadas en monstruos por la siempre impulsiva Afrodita. En primera instancia, mitad pájaros, mitad mujeres. Así fue como atrajeron cantando a Ulises, a Orfeo, y a unos cuantos marineros que probablemente se devoraron. Con el tiempo y la influencia de los cuentos de hadas, tomaron la forma de chicas de pelo largo (en vez de corpiño), de la cintura para arriba, e intrigante cola de pescado hacia abajo... En la didáctica versión con moraleja de Andersen, por amor a un príncipe, la sirenita sacrifica su voz a cambio de un cuerpo totalmente humano, pero el ingrato la deja por otra.
Siempre dentro de la mitología griega, podemos encontrar a un superdios que se transforma en cisne: el propio Zeus, para conquistar los favores sexuales de Leda, que se había vuelto oca para rehuirle (aunque en la pintura quedó establecida la imagen del encuentro sexual como si hubiese ocurrido entre mujer y cisne, exaltando el indiscreto encanto de la zoofilia). Evidentemente, esas aves de largo y esbelto cuello, símbolo frecuente de delicadeza y elegancia (ver, por caso, El cisne, con Grace Kelly) tienen asimismo otra tradición, tirando a salvaje y sexual. Al insaciable Zeus su travesura erótica le salió más barata —para algo era el mandamás del Olimpo— que a la desventurada Nina, que debe pagar como cualquier chica fatal del cine negro. Hasta la llegada de la vengadora Linda Florentino, al menos.
* Sirenas, entre el documental y la ficción, especial de dos horas por la señal Animal Planet, sábado 19 de marzo a las 22.
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