La exposición ofrece un recorrido visual por el derrotero que las mujeres argentinas remaron para abrirse paso en la arena política, cultural y económica. Procesos de integración, de lucha, de tire y de afloje, sobre los que las narrativas históricas del canon casi siempre hicieron la vista gorda. “Pusimos el énfasis en la relación de las mujeres con los espacios de poder y su capacidad de producir discursos críticos sobre los estereotipos”, cuenta la historiadora Débora D’Antonio, una de las tantas impulsoras del proyecto.

La muestra y el libro-catálogo de divulgación que la acompaña se mueven en los bordes del arte, el documental y el trabajo de archivo. Los aportes llegaron de todos lados. Muchas fotos son de la Asociación de Reporteros Gráficos. También de fotógrafos-solistas como las instantáneas de Alicia Sanguinetti tomadas en el ’73 en la cárcel de Villa Devoto, que muestran madres, esposas e hijas cosiendo banderas en un marco de alegría general: la liberación de los presos políticos por parte del gobierno de Cámpora. A éstas se suman desde fotos de matutinos como Página/12, Crónica, La Razón hasta algunos fotomontajes de la surrealista Grete Stein. La mirada más contemporánea vino de la mano del colectivo Mujeres Públicas: una serie de materiales gráficos que burla los prototipos femeninos de la santa en la cocina y la puta en la vereda.

La muestra pone en jaque el típico recorrido cronológico y apuesta por dividir las imágenes y textos en “problemas”. Así aparecen los subtítulos: primero, el trabajo (con el ojo puesto también en la siempre ninguneada labor rural). “Queríamos mostrar cómo gracias a la foto se fueron visibilizando miles de cuestiones, entre ellas la de los derechos laborales donde, si bien se ha avanzado mucho, sigue habiendo una fuerte jerarquía sexual en términos de salarios, oportunidades”, subraya D’Antonio. Y también, pero no menos importante, la política, la protesta y los derechos. “Aunque hayamos empezado a votar muy tardíamente, las mujeres hemos estado en la calle todo el tiempo, peleando espacios democráticos, de participación electoral, sindical y desde la cultura.”

El tono generalizado es el del anonimato. Sí, claro que algunas personalidades descollantes y singulares dan la nota: aparecen individualizadas una Eva Duarte, una Alicia Moreau de Justo y hasta una Tita Merello. Pero el eje no está en las figuritas destacadas: lo que prima es la sensación de colectivo anónimo, de bandada. Por eso Eva no está sola en ninguna imagen sino rodeada de toda una troupe que “aguantaba” sus iniciativas.

Las Madres de Plaza de Mayo, como documento vivo de mujeres fogoneando activismo político desde espacios no tradicionales, tienen un lugar clave entre los textos y las fotos que dan volumen a la muestra. Detalla D’Antonio: “La de las Madres y las Abuelas es una política que se organizó desde los hogares frente a la tragedia. El grueso de ellas eran mujeres sin experiencia política formal. Claro que algunas sí la tenían, e incluso por eso fueron desaparecidas pero, en general, fueron mujeres que resignificaron la cuestión doméstica y desde ahí salieron a disputar sentidos muy fuertes, por ejemplo, el espacio de la Plaza”. Un comodín, se ve, a lo largo de la historia: “Otra de las cuestiones que sacamos a la luz es que las mujeres en momentos de crisis suelen irrumpir en la escena política, tal vez sin tener el entrenamiento y la retórica de los varones, pero se organizan con una fuerza increíble y te cortan la ruta como las piqueteras en los años ’90 o en 2001”.

Nosotras estábamos ahí. Mujeres en la acción colectiva podrá verse hasta el 30 de abril en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Av. del Libertador 8151.