MEMORIA
A partir del trabajo de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, reconstruyendo un archivo biográfico que estuviera disponible para los y las jóvenes apropiados al momento en que recuperen su identidad, un grupo de investigadoras hizo foco en los testimonios de los hermanos y hermanas de las personas desaparecidas, rescatando la diversidad de sus voces, poniendo de relieve dolores y memorias silenciados que se suman al complejo mapa de la historia reciente.
› Por Laura Rosso
Los hermanos y hermanas de desaparecidos son otra forma de la memoria. En la singularidad del vínculo fraterno aparece la posibilidad de una nueva ruptura de los silencios. Poder narrarse a sí mismo, poder narrar sus historias, escucharse y que en ese proceso imprescindible de narración se recupere y se reconstruyan los sentidos del pasado. El concepto de identidad narrativa, acuñado por Paul Ricoeur, se refiere precisamente a esto: las identidades nunca están construidas fuera de las representaciones. Por eso, el libro Memorias fraternas: la experiencia de hermanos de desaparecidos, tíos de jóvenes apropiados durante la última dictadura militar resulta, de algún modo, reparador para quienes prestaron sus testimonios: hermanos/tíos y hermanas/tías; mayores, coetáneos o menores que sus hermanos y hermanas desaparecidos, provenientes de familias numerosas, o no, con diferentes grados de militancia, o no militantes. Así se fue tejiendo la trama de esta investigación, con las experiencias de quienes testimoniaron y dieron su voz para el rescate de las vivencias, los gustos, la personalidad y los modos de pensar de sus hermanos desaparecidos.
El eje del libro estuvo puesto en estas narraciones que se centran en esos vínculos fraternos interrumpidos por el hecho traumático de la desaparición y cuyos duelos fueron invisibilizados –muchas veces– en pos del dolor de los padres y madres. Esa es, precisamente, una de las hipótesis que guió este proyecto: el desconocimiento del duelo sufrido por los hermanos ante la tragedia de la desaparición de uno/a o varios/as hermanos/as y la dificultad de ellos/as de expresar sus sentimientos. En este sentido, una de las aspiraciones del equipo de investigación que llevó adelante este proyecto –conformado por Ruth Teubal, Cristina Bettanin, Clarisa Veiga, María Villalba, Amalia Palacios y María Laura Rodríguez– fue aportar a la construcción de narraciones discursivas acerca de las identidades de los hermanos y hermanas de desaparecidos. Ofrecer estos relatos posibilita la visibilidad de los procesos por los cuales tuvieron que transitar estas familias tan dramáticamente afectadas por la dictadura del ’76 al ’83. Es además –tal como señala Ruth Teubal, licenciada en Trabajo Social y directora de Proyecto UBACyT: Hermanos de desaparecidos: Su experiencia y efectos de participación en el Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo– “un proceso de reconstrucción de la memoria social e histórica de nuestro país y una reelaboración de las identidades de los que quedaron, tanto en términos políticos como personales. Que se vea que hay un vínculo fraterno y que cuando desaparece un hermano hay un duelo, un sufrimiento, una pérdida importante desde un lugar fraterno, que es otra pérdida. Para un hermano es una pérdida fuertísima. Visibilizar estas cuestiones ayuda a romper el aislamiento social que tenían estos hermanos, y comprender que fue una situación social. Muchas veces durante las entrevistas escuchamos decir: ¿A todos les pasará lo mismo, o soy yo solamente quien siente esto?”.
¿Cómo es la mirada fraterna? “La diversidad fue un objetivo de trabajo que quedó planteado desde el principio”, marca Cristina Bettanin, licenciada en Trabajo Social, y entrevistadora en esta investigación. “Mostrar un abanico de las distintas formas de la experiencia fraterna, diferenciar los matices, no igualarlos. Ese fue un posicionamiento teórico e ideológico: entender que las cosas no son esenciales sino que hay quiebres.” “Pensemos que el discurso de cada uno está dentro de lo que es posible en el discurso cultural. Cuando suceden estos hechos tan dramáticos ese discurso hay que cargarlo de sentido otra vez, hay que construirlo”, añade Teubal.
El reconocimiento de los hermanos como sujetos atravesados por el dolor tuvo una primera articulación con Abuelas de Plaza de Mayo, donde tuvo lugar el Proyecto Archivo Biográfico Familiar, a partir del cual surgieron interrogantes sobre “Los Hermanos”. La posibilidad de continuar esas indagaciones dio origen a este libro en el que se utilizaron aportes de otras ciencias para la construcción de la figura Hermanos Tíos de Desaparecidos, un vínculo que no ha tenido protagonismo en los abordajes tradicionales sobre las relaciones familiares de los desaparecidos. “En esas entrevistas observamos que muchos hermanos no habían tenido espacios de escucha para poder contar su experiencia particular, que había quedado relegada. Incluso algunos entrevistados habían estado secuestrados y nunca lo habían contado”, subraya Clarisa Veiga, licenciada en Ciencias de la Comunicación y otra de las entrevistadoras, quien durante muchos años formó parte del equipo de trabajo de Abuelas. “Esa situación nos condujo a puntualizar los marcos de escucha que habían tenido, o no, los hermanos. Como dice Michael Pollack en su libro Memoria, olvido, silencio: “El testimonio se ancla en las condiciones en que se vuelve comunicable”. En ese sentido, recuerdo que una hermana/tía expresó: “Creo que nadie entiende mi dolor, hubo que sostener a mamá”. Testimoniar permite poder constituirse identitariamente, representarse y reconocerse como hermanos y hermanas de desaparecidos”, concluye Clarisa.
Culpa. Idealización. Renegación del propio duelo. Desvalorización del hermano que queda vivo. Un gran mapa de situaciones y experiencias comunes quedaron planteadas a partir de estos relatos. Militantes o no militantes, hermanos mayores o menores, hombre y mujeres, migrantes o residentes de ciudades grandes o de pueblos, de diversa proveniencia social, económica y cultural fueron las variables desde las que se conformó esta muestra que reúne a treinta hermanos/tíos y hermanas/tías. “Pero a pesar de todas esas diferencias, en última instancia, lo que queda es que la desaparición es la imposibilidad constante de hacer el duelo, que nunca acaba hasta que se encuentra el cuerpo”, puntualiza Veiga.
“El hermano que participó políticamente, es decir, el hermano militante, era, muchas veces, tenido en la misma familia como el culpable de la desaparición, y más aún si era hermano mayor. Hemos escuchado textos familiares de mucha recriminación”, describe Clarisa. “Inclusive –agrega Ruth– en un caso, eran dos hijas, desapareció una y la otra tenía reiterados arrestos, y la recriminación estaba en: ‘Vos no podés sacar una patita a la calle sin que te pase algo...’. Es decir, que además de tener una hermana queridísima desaparecida, y que ella idealizaba, los padres no toleraban a la sobreviviente, ni la podían contener. A tal punto que la llevaron a vivir con un tío al sur, o sea, un exilio interno, a los dieciocho años. Hay otro hermano al que secuestran junto con su hermano menor, el mayor continúa desaparecido, y él vuelve a la semana, no militaba ni nada y estaban por irse de viaje de egresados. Sale del secuestro, vuelve a su casa, y estaba todo el familión reunido, y como sus compañeros de secundario ya se habían de ido de viaje, a él lo suben a un avión y lo mandan de viaje después de estar secuestrado. Era como querer borrar que acá pasó algo.”
“Durante las entrevistas –cuenta Bettanin– se generaba cierto marco de empatía con ellos, hubo situaciones muy emotivas que tuvieron que ver con reflexiones como por ejemplo: ‘Bueno sí, en verdad hice un montón de cosas por mi hermano’. Apareció esto que es muy importante que es la revalorización en tanto hermanos.” Clarisa agrega: “Ellos no habían salido a la Plaza a buscar a sus hermanos, pero habían sostenido la casa permitiendo que esa madre pudiera salir, o trabajaban para bancar la casa y hacerse cargo, tal vez del sobrino/a que había quedado. Una hermana dijo algo muy gráfico sobre esto: ‘Soy la columna transparente de la casa, sostengo pero no me ven’”.
Durante las entrevistas, la pregunta sobre los sobrinos y sobrinas que quedan aún por recuperar se anclaba en el terreno de la fantasía: ¿Qué te imaginás si te encontraras con tus sobrinos? “En muchos casos es la esperanza de encontrar un pedacito del hermano, recuperar esa persona que ya no está –reflexiona Teubal–. El miedo estaba en si se entenderían o no, según quiénes los hayan criado.” “Va a ser difícil que nos entendamos”, respondían algunos sobre todo si fueron apropiados, como mayormente sucedió, por fuerzas militares, porque seguramente se criaron en familias con esa ideología. Otros dicen: “Me alcanza que él o ella sepa que soy el tío o la tía, yo sé que él es mi sobrino, el hijo o hija de mi hermano desaparecido. Y eso ya me hace sentir tío. Lo que deseo es que sea feliz”.
Memorias fraternas, editado por Eudeba, es un libro que combate el olvido, rescata los testimonios de quienes compartieron vivencias, ausencias, dolores, frustraciones y momentos de felicidad, e indaga sobre las representaciones que los hermanos/as tíos/as construyen en torno de la figura del desaparecido: tanto de los propios hermanos como de los 30 mil, y también de sus sobrinos y sobrinas, desaparecidos con vida.
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