Vie 06.05.2011
las12

VIOLENCIAS

UN TARASCON EN LA LENGUA

Inti María Tidball-Binz es coordinadora regional de Atrévete! Buenos Aires Hollaback, una organización internacional que trabaja para generar conciencia en torno del acoso callejero. En el último mes, esta ONG tanto como su coordinadora tuvieron un inesperado protagonismo: después de que se menospreciara públicamente el trabajo que realizan, Juan Terranova apuntó la desacreditación desde la revista El Guardián escribiendo: “Me gustaría romperles el argumento a pijazos”, sin contar con que la presión de la ONG internacional sobre los anunciantes de la revista podía obligarlo a buscar un destino oscuro para sus propios argumentos.

› Por Paula Jiménez

El término piropo, que ha gozado históricamente de buena fama, parece haber quedado sujeto a revisión en estos días, tras haberse producido un enfrentamiento público entre la feminista Inti María Tidball-Binz y el escritor Juan Terranova. “Hay un problema lingüístico –dice Tidball-Binz–, se nombra el acoso sexual callejero como piropo y eso no nos permite entender la experiencia como realmente es. Nuestra intención, como organización, es dar con un término del que se apropie cualquiera que viva una experiencia como ésa, para que pueda decir: esto es lo que me pasa a mí. Ese término es acoso callejero. Si en el trabajo alguien te dice algo así, se llama acoso. Entonces, si la experiencia es la misma en la calle que en el trabajo ¿por qué llamarla de otra forma?”

Inti María Tidball-Binz es coordinadora regional de Atrévete! Buenos Aires Hollaback, un movimiento que busca concientizar, a través de su página web y de acciones callejeras, sobre el problema de la intimidación, los manoseos y las agresiones verbales que padecemos las mujeres y también algunos hombres en la vía pública. En los últimos tiempos este movimiento adquirió repercusión gracias a la polémica que impulsó Terranova al publicar en la revista El Guardián y en su blog personal dos versiones de un sincero deseo para el 2011: “Encontrar a Inti María Tidball-Binz en un vernisagge, tomar juntos una copa y luego decirle que me encantaría romperle los argumentos a pijazos”. En su blog cambia “argumentos” por “culo” y a pijazos no lo cambia por nada.

Al poco tiempo de que una de las empresas anunciantes hubo retirado su publicidad de El Guardián, de que otra la pusiera en observación, de que a Terranova se le pidiese la renuncia y de que fuesen publicadas en este diario las notas de Elsa Drucaroff y Mariana Carabajal referidas al asunto, un revuelo se armó en Internet. Los defensores de Terranova acusaron a Inti de puritana, de no comprender la ironía y de carecer de sentido del humor, mientras que el otro grupo, entre otras cosas, se preguntaba de qué tendría que reírse. “Es muy fácil reconocer comentarios de antisemitismo o racismo, pero no tenemos en el mismo lugar la discriminación a la mujer. Es un tipo de discriminación a la que se la reconoce como un derecho, un privilegio del cual algunos se van a quejar si se lo quitan. Es un chiste, dicen frente a esto, lo que pasa es que vos no tenés sentido del humor”, explica Tidball-Binz.

Uno de los grandes temores que parece haber quitado el sueño de muchos opinadores virtuales de la web es el de que, a raíz de la presión ejercida por las empresas a El Guardián para excluir a Terranova de su staff, se asentara un precedente de censura en nuestra democracia. Dice Tidball-Binz: “Yo viví en Inglaterra por muchos años, donde despedir a los periodistas que han tenido opiniones discriminadoras es lo más común. Son los grupos de derecha los que se quejan por la falta de expresión libre. De lo que se están quejando, en realidad, es de no poder discriminar tranquilos, porque libertad de expresión hay, allá y acá también. En España, hace poco, un periodista de El Mundo escribió algo defendiendo a un tipo que mató a su mujer y ahora sus mismos colegas son los que piden que lo despidan.

Si Hollaback sigue pidiendo el despido de Terranova y esto no ocurre, ¿tenés idea de qué puede pasar?

–Se va a seguir pidiendo el retiro de los auspicios de las empresas. Hollaback tiene muchos contactos. Los de El Guardián se comunicaron con nosotros recién después del retiro de los auspicios. Ese medio utilizó contra Hollaback términos como “imperialistas” y dicen que estamos usando el capital para editar a los escritores. En realidad, no entienden bien lo que está pasando. Todos los medios y organizaciones políticas y empresariales tienen que tener una política antidiscriminatoria, algo que existe en todas partes, incluso en el partido donde milita Juan Terranova. Entonces, cuando vos informás a una empresa que hay alguien que está rompiendo esta política no tienen excusa para seguir auspiciando porque esto va a repercutir sobre ellos, les va a ir en contra. Las ONG por su parte presionan porque les dicen a las empresas que van a seguir demostrándole a la gente que auspician a un medio que discrimina.

La semana pasada salió publicada en El Guardián una retracción pública y un pedido de disculpas de Juan Terranova, ¿cómo lo tomaron ustedes?

–En principio, no es una disculpa. Lo que yo pedí es que se disculpara por la exposición (en aquella nota puso mi nombre, edad, profesión), por la descalificación y por la violencia. Que él hubiera hablado mal de Hollaback es algo con lo que no tenemos ningún problema, el problema es que él habla de mí como mujer. No se trata de un punto de vista, esto tiene que ver con un acto de una persona hacia otra y de eso le pedimos que se disculpe. Pero nadie en Hollaback va a aceptar esa justificación publicada en El Guardián como una disculpa. Ni yo tampoco. Hace poco Sergio Olguín, el editor, me dijo que se querían disculpar públicamente y que nos ofrecían un espacio en la revista para difundir nuestras acciones si dejábamos de pedir la renuncia de Terranova. Pero en el Twitter Terranova dijo que no se pensaba disculpar, que no creía en la humildad ni en la ética como comunicador. Entonces yo dejé que se arreglara Hollaback con ellos porque todo esto me excedía. La verdad es que lo que esperaba era una disculpa buena y sincera, y que con eso se terminara todo de una vez.

Hay un punto de esta discusión en el que lo que parece estar en juego es el valor distinto de la palabra para cada uno. Un punto en el que a Terranova –que le quita gravedad a su enunciado– se le pide un reconocimiento de la violencia que él no parece identificar...

–La idea es que vea esa violencia. Porque para disculparse sinceramente él tiene que entender que hizo algo mal. En aquella nota, el modo en que se dirige a mí está un poco desviado hacia lo virtual, lo potencial: “Me gustaría decirle que...”, pero la frase que dice es muy clara. Esa frase implica que estaría bueno que alguien lo haga. Que estaría bueno romperle el culo a pijazos a cualquier feminista que se atreviera a meterse con sus palabras. El plantea en su nota prioridades para el feminismo. Pero son todas prioridades mediáticas que a él no le afectan, como la lucha por el aborto. Pero nuestra campaña va hacia el lenguaje, hacia cómo puede afectar a los cuerpos y a las personas su mal uso. Quizá los que viven con poca discriminación no entienden lo que les ocurre a quienes están discriminados. Por ahí, incluso, se sienten agredidos cuando se les señala que están usando la discriminación como lenguaje normal. Creo que a Terranova le molesta que se haga con esto algo importante, porque significaría que no puede escribir más las cosas que escribió ahí. En lo personal me descalificó y justificó la violencia hacia mí. Eso será muy simbólico porque está escrito de manera irónica, pero los efectos reales sobre mí no se pueden discutir. Me asombra. Supongo que como escritor que es le otorga importancia a las palabras, pero al mismo tiempo no parece haber advertido que las palabras podrían tener consecuencias en la realidad.

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