EL MEGáFONO)))
› Por Irene Castillo y Claudio Azia*
El patriarcado asignó a mujeres y hombres mandatos muy diferenciados respecto del ejercicio de la sexualidad y el placer. Para las mujeres, la sexualidad estaba únicamente legitimada de la reproducción, mientras que para el varón tenía la función de recreación. Estas prácticas dispares y discriminatorias donde unos pueden y otras no fueron uno de los grandes pilares de la existencia del modelo “esposa-madre” versus “prostituta-placer”.
Por lo tanto, entender y visualizar el derecho al cuerpo y al placer de las mujeres constituye todo un descubrimiento para los varones. ¿Qué es esto de que ahora la mujer goce tanto y tan bien como los hombres, quienes lo han hecho desde siempre sin preocuparse por ellas? Sin dudas, a muchísimos hombres todavía les horroriza la idea de que sus parejas mujeres gocen tanto y tan bien como ellos. El estereotipo de la sexualidad vinculado al placer es un verdugo implacable y juzga al deseo sexual como masculino, encontrando enormes dificultades para valorizar a la mujer que quiera expresarse a través del placer sexual con absoluta paridad respecto del varón.
En muchos hombres, aun hoy, el carácter inmaculado de madre y esposa les ocasiona enormes dificultades para poder convalidarlas también como buenas amantes. A su vez, la otra (amante y/o prostituta) no será dentro del mismo mandato jamás elegida como esposa o madre. Las mujeres están para ser esposas, las minas para ser amantes. Mientras que en esta cultura la prostitución es un negocio edificado esencialmente desde las necesidades, hábitos y costumbres masculinas. ¿Por qué la mayoría de los varones no ven que la prostitución es una forma de violencia? La educación señala para los hombres el imperativo de ser violentos, como sinónimo de hombría en el convencimiento de que “a golpes se hacen los hombres”. Es en este sentido que muchos hombres de los que consumen prostitución no son conscientes ni ven esta práctica como una forma de violencia, pues la naturalización de la violencia forma parte de todas y cada una de sus prácticas con el agravante de considerar la presencia del dinero como condición de convalidación y legitimación de dicha práctica.
¿Puede la presencia del dinero justificar o legitimar una forma de abuso? Indudablemente no. En la Argentina, muchas personas no se privan de comprar celulares robados. ¿No favorecen la proliferación de ladrones de celulares? Con el consumo de mujeres en situación de prostitución pasa lo mismo. El consumo de prostitución estará alentando la creación de un mercado que, con tal de satisfacer los deseos sexuales de los hombres o “prostituyentes”, reclutará, sin ningún tipo de reparos, diferentes mujeres, niñas y niños para satisfacer estos deseos, transformando en un cómplice activo a cada hombre consumidor de prostitución de las diferentes redes de tratantes y proxenetas que estarán dispuestos a todo para concretar su millonario negocio.
* Integrantes del Grupo de Estudios Sociales y autores del Manual de género para niñas, niños y adolescentes. El libro se va a presentar el 22 de junio, a las 18 horas, en el Salón Montevideo de la Legislatura porteña, con la presencia de Irene Castillo, Claudio Azia, la diputada Diana Maffía y el director del Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), Ricardo Ramón Jarrne. Más información: www.g-e-s.org.ar
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