Vie 24.06.2011
las12

Belleza interior

De innombrable ha pasado a ser reparable, objeto de instalación artística y carne de estético bisturí. Si este destape de la concha como parte del cuerpo, objeto de deseo y de consumo les debe mucho a las directoras y cultoras del posporno, actualmente un importante número de artistas, como el inglés Jamie McCartney –que está difundiendo al mundo su obra The great wall of vagina (La gran muralla de las vaginas)–, trabajan duro para sacarla a la luz. Visible en el arte y exigida a la hora de presentarse en público, aunque sea en la intimidad, la genitalidad femenina no parece escapar a las leyes del mercado y de la moda. ¿Qué es lo que buscan las mujeres cuando recurren a una cirugía genital, qué les ofrecen las salas de operaciones?

› Por Flor Monfort

Amber Deluca es una representante de lo que en porno se llama “Muscle Worship”, o el trabajo corporal llevado al fisicoculturismo con fines calenturientos. Amber es una estrella del rubro y su obsesión por tallar cada músculo de su cuerpo la llevó a desarrollar una supervulva, fantasía animada que comparte con hombres y, sobre todo con mujeres, en videos de todos los colores en la santa web. Labios enormes, una humedad perfecta matizada con sombras insinuantes, la vagina apenas mostrando el comienzo de su túnel y un clítoris enervado y brillante, el final de un racimo de nervios y glándulas que delatan un recorrido infinito, desde la cabeza hasta el final de esa hermosa carne rosada, promesa de placer para ella y con ella, para todxs. Amber no es la única que ha hecho desde su nicho fetish tan específico una verdadera oda a la concha. Annie Sprinkle, diosa del posporno como Hartley, también puso la concha en primer plano, el cuerpo de la mujer en el foco de la enunciación ignorando el estudio sobre la sexualidad humana que intenta cerrar las preguntas aun con sus buenas intenciones de que a cada unx le toque su porción de placer. Sprinkle realizó la ya famosa performance PublicCervix Announcement, un servix(cio) a la comunidad que quiera mirar en detalle su “súper autopista intravaginal”, donde “el maravilloso mundo del cérvix te espera... en cualquier momento”. El paseo tenía por objeto desmitificar el cuerpo femenino a través de esa fría herramienta asociada a la medicina, el espéculo, junto a esa otra destinada a echar luz allí donde hay oscuridad (en todos los sentidos): una linterna. Exploradores que se iban satisfechos con su lado voyeur, Annie no permanecía acostada y sumisa sino activa y también mirando al que mira, hablándole, incitándolo a oler, preguntar y recordar, metáfora política del cuerpo de la mujer, que allí hay mucho más que un agujerito sin fin. Militante del cuerpo femenino, defensora de la prostitución y ecofriendly (arenga desde su Love Art Laboratory junto a su mujer Elizabeth Stephens, a usar dildos biodegradables y evitar las pilas contaminantes, entre otras cosas), Sprinkle rocía con su humor y amor por la genitalia femenina, por el cuerpo de la mujer en general, elevándolo a un carácter sagrado sin ignorar la dimensión social que lo asume oscuro, ocultable y vergonzoso.

Desde las representaciones artísticas hasta el más cotidiano intercambio entre dos que se desean, esta dimensión ha sido disciplinadora, pero algo está cambiando. Hoy en día, una intervención quirúrgica puede alterar su aspecto hasta volverla una hermosa y perfecta vulva del porno: ahora que las estéticas permiten tallarlas a medida, el centro del placer femenino adquiere protagonismo.

Cortar y pegar

En este momento, el artista inglés Jamie McCartney está difundiendo al mundo su obra The great wall of vagina (La gran muralla de las vaginas). El escultor, de 40 años, se propuso, según sus propias palabras, “cambiar la percepción del cuerpo femenino, a través del arte” y es por eso que trabajó durante un lustro en diez paneles de yeso de nueve metros de largo, donde la multiplicación de conchas tomadas de moldes de mujeres reales amplifican en simultáneo la visión sobre los genitales femeninos. Según cuenta McCartney en el sitio que abrió para difundir el proyecto (www.gwov.co.uk), 400 mujeres de 20 países con edades entre los 18 y los 76 años se prestaron a participar de la obra, que incluye a madres e hijas, gemelas idénticas, transexuales y labioplastias, y se pudo ver en el Brighton Festival Fringe, una suerte de evento popular inglés donde acuden personas de diversas disciplinas, empresarios y público en general. Una buena vidriera para las vulvas del mundo, donde lo individual se pierde en lo universal, la vulva como esencia platónica, que puede particularizarse en la visión atenta de cada ejemplar y repararse en la belleza de la diversidad. Para McCartney, la proliferación de cirugías para mejorar el aspecto de los genitales femeninos es el último grito en la desviación que supone intentar modificar el cuerpo de las mujeres hasta hacerlos parecer productos en serie, bellos, jóvenes y estéticos. “Si esta escultura ayuda a una sola mujer que decide no proceder con la cirugía innecesaria en sus genitales, entonces tendrá éxito”, declaró el artista.

De una factura impecable, la muralla dispara preguntas, provoca e interpela, en este lado del mundo, a la doctora Mónica Milito, cirujana estética, especialista, entre otras cosas, en rejuvenecimiento vaginal. Consultada por la obra de McCartney, Milito quiere aclarar que estas cirugías les cambian la vida a sus pacientes, ignoradas por ginecólogos y otros especialistas. “Cuando llegan a mi consultorio ya han intentado hablar con sus médicos, en general varones, que no las escuchan. No estamos hablando de reconstruir el himen, un procedimiento que yo no realizo y para la que fui consultada muy pocas veces, sino de problemas concretos que afectan incluso el disfrute del sexo de las mujeres”, explica y enumera las causas por las que ella accede a modificar los genitales femeninos en 20 ocasiones al mes. “Mujeres que han tenido hijos y quedaron con el canal vaginal aumentado de manera que perdieron estímulo en la relación sexual, una patología llamada ninfas aliformes (labios menores exageradamente grandes que provocan un roce permanente, irritación y dolor), lo que se denomina “clítoris invaginado”, o sea hacia adentro, que impide a la mujer acceder a una vida sexual plena por falta de sensación, hipertrofia del canal de Venus, que es exceso de tejido adiposo o, su contrario, hipotrofia, que son mujeres que han bajado mucho de peso o en la vejez quedaron planas”, explica. Milito aclara que son procedimientos sencillos, muchos de ellos se realizan con láser, tienen post-operatorios breves y los resultados son siempre positivos, jura, explicando que la obra de McCartney le parece excelente, y que ella se siente de ese lado del juego, no del contrario. “Las mujeres acuden a mí con confianza porque soy mujer y porque las habilito a hablar. Me gusta este campo porque es tierra de nadie, de esto no se habla, es invisible, y de repente le abrís un mundo a una mujer donde le cambiás la vida. Es fascinante.” Milito no quiere decirlo abiertamente, pero admite que es una cuestión estética la que anima a sus clientas, tentadas por el combo donde también se ofrecen el botox, los contractores de glúteos y el aumento mamario. “Estética vaginal”, “Cirugía íntima” y “Corrección de vagina” son algunas de las ventas en Internet. Con sólo poner “reconstrucción del” en el buscador de google, la primera opción que aparece es ”himen”, de manera que hay mercado para aquella intervención que, dicen, tentó a Karina Jelinek a reforzar su compromiso con su flamante marido. Milito no da nombres pero asegura que varias famosas visitaron su consultorio.

El Dr. Marcos Alberto, especialista en cirugía plástica, estética y reparadora, apunta que la más solicitada, en su caso, es la labioplastia, la reducción en el tamaño de los labios menores de la vulva cuando sobrepasan en tamaño a los labios mayores, lo cual genera un inconveniente desde el punto de vista estético y aleja a su dueña de esas tangas perfectas que dejan ver los devaneos de las divas de “Bailando por un sueño”, donde la concha, sin ser nombrada, se insinúa en las cinturas quebradas de Cintia Fernández o Coki Ramírez, por nombrar algunas de las que gozaron de primeros planos de sus entrepiernas. El Dr. Marcos jura que no duele ni es sanguinario: “Son procedimientos que se hacen con anestesia local sedativa, en forma ambulatoria. No requiere interacción posterior y se indica un reposo de 48 horas”, explica. El costo de este tipo de cirugías oscila entre los 9000 y los 20.000 pesos.

Vale la pena preguntarles también a ginecólogos y ginecólogas qué piensan de estas cirugías. Para la doctora Marina Lamm, miembro de Sogiba y médica de planta del Hospital Italiano, si bien es cierto que la mujer sufre modificaciones en sus embarazos y partos, muy pocas veces llegan a afectar la vida sexual de manera significativa de manera que valga la pena someterse a una intervención. Sin embargo, Milito dice que el uso y abuso de juguetes sexuales y las mujeres que han tenido “muchas relaciones sexuales en su vida” pueden sufrir de un ensanchamiento de su canal vaginal. “El diámetro de la vagina puede ser un poco mayor; también las paredes de la vagina pueden haber perdido un poco de tensión, pero la sexualidad de la mujer es un fenómeno mucho más complejo que la dependencia o no de una vagina con mayor o menor tonicidad para tener una sexualidad satisfactoria. Son excepcionales los casos en los cuales después de uno o varios partos la vagina se modifique de tal manera que impacte”, confronta Lamm. Sin embargo, admite que el desgarro que se produce durante el parto puede ser inducido o indirecto y los puntos después de parir solamente reparan una cuestión netamente anatómica, cuando los cambios en la vagina son mucho más globales. “El piso pelviano es el que se modifica durante el embarazo para poder permitir la salida de un bebé por el canal de parto, pero el piso pelviano vuelve a su estado natural de no embarazo. Todo embarazo produce modificaciones del piso pelviano, aun los terminados en cesárea. Existe lo que se llama rehabilitación perineal que puede ser hecha con ejercicios inducidos de kegel o en casos donde hay una importante pérdida de la fuerza muscular se puede hacer un trabajo dirigido por kinesiólogos especializados. También el yoga puede ayudar a fortalecer esa zona, pero una cirugía me parece un hecho mayor y de ninguna manera justificado.”

Como sea, la oferta crece al ritmo de la visibilidad que adquiere la concha y pronto, términos como “himenoplastia”, “lifting vaginal” y “labioplastia” serán moneda corriente.

La belleza de abajo

El artista Martín Di Girolamo les da cuerpo a las mujeres que habitan sus fantasías. Pintor y escultor, su obra despliega un catálogo de chicas que la muestran bien abierta, en señal de provocación y en homenaje a la fascinación que su creador tiene por nuestros genitales. “McCartney se ocupa de la diversidad de las conchas, yo hago un recorte que es el que a mí me interesa, es esa imagen que tiene una influencia en mí como sujeto. Y me interesa el recorte porque no sólo le pone cara al deseo, sino que evidencia la sexualidad de cada mujer en particular, por más que las mías sean flacas o jóvenes”, explica. En su trabajo, las conchas aparecen desde sus dibujos de la niñez, primero como una imagen borrosa y luego, al ritmo de la experiencia, con todos sus pliegues y sombras. “En nuestra cultura, la mujer sexual no se asume con libertad, la que usa su concha, la disfruta o la muestra. Muchas veces a una mujer que tiene esta actitud se la acusa de masculina. Por ejemplo, en relación a la Presidenta: es una mujer fuerte, con poder, que todo el tiempo se le machacan sus indicios de estilo, que se pinta, que cómo se viste, que los zapatos, etc., como si molestara que la insinuación sea que además de tener poder y verse bien, le gusta disfrutar de su cuerpo. Bachelet, Merkel o Dilma tienen una imagen materna, usan el pelo corto, se tapan... es como si hubieran tenido que tapar sus signos de feminidad para que las perdonen y las dejen gobernar, y Cristina no ha hecho esa concesión y por eso fue muy castigada”, dice. En tren de hablar de la vulva presidencial y en conexión con esa obsesión suya de llamar a las cosas por su nombre, en femenino y masculino, también los significados nominales expresan la represión que opera sobre la vulva. “Cola de adelante”, “cotorra”, “cachucha”, “cajeta” son algunas de las maneras de obviar. Para Di Girolamo, todos los problemas confluyen en la dificultad de asociar el goce femenino al mismo lugar geográfico donde se inaugura la vida. “Por donde la mires, la concha es la vida, la locura radica en pensar que están disociadas.”

Por su parte, la artista Adriana Minoliti critica la obra de McCartney y descarta que su contenido pueda alertar a nadie a la hora de evitar una cirugía. “la obra me parece banal, es un cliché para lo que yo espero del arte cuando leo de sus intenciones. Me suena tan ridículo que me molesta su pretensión de educación. En su pagina dice: “Educating people about what normal women really look like” (educando a la gente sobre cómo deberían verse las mujeres reales). ¿Dónde están los pelos entonces? Por otro lado, parece ponerse en el lugar del artistahombre que les revela a las tontas mujeres su propia realidad (¿quién se cree que es?) y lo presenta como haciéndonos un favor. No, gracias”, dice.

Minoliti empezó en 2004 a trabajar con lo que la artista Diana Aisenberg llamó “metafísica sexy” para denominar a una serie de trabajos que conjugaban una visión de telenovela de los paradigmas de pintura metafísica. Metafísica sexy implica una referencia a la pintura metafísica pero con el agregado (a forma de critica de ese pensamiento cerrado) de que la metafísica o el saber trascendental puede encontrarse también en lo carnal, el cuerpo y el sexo. “Los pintores metafísicos (todos hombres en la historia del arte) plantean las figuras de grandes pensadores, poetas o magos, dentro de una espiritualidad sin goce físico, siguiendo con esa línea platónica de que las apariencias y los sentidos nos engañan. En desacuerdo con negar los sentidos, conjugaban estos opuestos entre espíritu y carne en historias de amor y seducción con tintes surrealistas (Giorgio De Chirico, Roberto Aizemberg, etc.). Los opuestos “orgánico-curva-pasión-mujer-caos” / “racional-plano-espiritual-hombreorden” hicieron que desarrollara más tarde una serie de edificios y plantas en el binomio hombre / naturaleza. “Estos opuestos me remitían una y otra vez a los géneros femeninos y masculinos, entendiendo que estas clasificaciones respondían a todo un discurso cerrado sobre lo que es naturaleza y cultura: imponiendo roles culturales a los genitales. Las problemáticas de géneros retornan a la sexualidad, pero con la mirada puesta en los estereotipos y las mentiras sobre lo que es natural y no. No voy a ser una mujer por tener una concha. Sumo mi planteo de obra a las ideas del feminismo y teorías queer: donde los géneros son un invento cultural.”

Retomando a Minoliti, no somos mujeres por tener una concha ni seremos más mujeres por tener una concha bella u operada. Sin embargo, hoy las conchas cobran un protagonismo con anestesia. De la concha desdentada capaz de tragarse al universo con sus fauces filosas a la ausencia de su representación en miles de obras de arte que formaron una idea del mundo, éste es un paso extraño, curioso como sus labios arrugados e inmensamente misterioso como su manera de dar tanto placer.

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