La escritora francesa Marie Darrieussecq estuvo en Buenos Aires para ver la adaptación al teatro de su novela más famosa: Chanchadas (Truismes, Alfaguara). La propuesta de Alfredo Arias sirvió como excusa para hablar del éxito de aquel libro a mediados de los ‘90 y la evolución del feminismo, la literatura y su fantasía concretada de acostarse con una mujer.
› Por Flor Monfort
El montaje final se verá en París, en noviembre. Lo que se vio en Buenos Aires durante cuatro funciones a sala llena fue la adaptación leída, a cargo de Arias y Gonzalo Demaria. Una suerte de work in progress con un elenco local donde Verónica Llinás, Noralih Gago, Alejandra Flechner, Claudia Lapacó y Mirta Busnelli, entre otras, rotaron entre los personajes que asistían a la transformación de la protagonista en una cerda. El texto fue editado en 1996 y traducido a más de 40 idiomas, puso a Darrieussecq en la mira de las jóvenes escritoras francesas, en una época donde la lupa estaba en ellas y eso, dice, le daba bronca pero al mismo tiempo puso a trabajar su cabeza para generar una novela exitosa. “Aproveché cierta moda de escritoras, pero se decía: ‘Uy, un libro de mujeres’, cosa que a mí no me gustaba para nada, pero tengo que admitir que nos dio cierta publicidad. Mucho más cuando escribís sobre un personaje femenino, corrés el riesgo que se diga “qué lindo”; básicamente, que se menosprecie. La cerda fue una idea recurrente durante 1995, una época caótica en mi país, donde las más jóvenes creíamos que iba a pasar algo con esa convulsión política que estaba volcada en la calle con protestas y un fuerte deseo de cambio”. De ese clima de época, Darrieussecq escupió el libro y fue amenazada, recibió propuestas de casamiento y cartas de nuevos y nuevas fans, deseosas de conocer a la mujer verdadera detrás de la chancha.
–No, es una novela. Truismes es un libro irónico, cómico por momentos, construido a partir de clichés. Pero la chancha me parecía una idea muy molesta, corrosiva. La mujer-chancha me venía a la cabeza una y otra vez, no me la podía sacar de encima: en general escribo mis libros para saber qué hay detrás de esas ideas.
–Eso es algo muy mío, es verdad, escribo un libro cada 18 meses. No tengo la angustia de la página en blanco sino de que no me va a alcanzar la vida para escribir todos los libros que tengo en la cabeza. El problema no es tener una idea sino encontrar una idea lo suficientemente fuerte como para que se convierta en un libro. Tengo una escritura fluida pero releo mucho, es mi trabajo de tiempo completo.
–Para mí el gran combate feminista es el acceso libre a la anticoncepción y al aborto legal. Yo soy feminista pero en mis novelas no trato de transmitir un mensaje feminista propiamente dicho, porque creo que en cuanto una tiene esa intención la novela se achata. A mí me gusta pensar libremente mis temas y creo que mi ser feminista se trasmite a mi escritura naturalmente. Yo tengo una vida de ciudadana y una vida de escritora que no van por los mismos carriles necesariamente. El francés es una lengua masculina, supongo que estarás al tanto de ese problema porque en español pasa lo mismo. Una lengua donde si tenés que referirte a “50 millones de mujeres y un perro”, tiene que ser en masculino: es muy violento. Me di cuenta de eso cuando era muy chica, porque tenía un sentido muy agudo del lenguaje, y cuando sos una nena y te das cuenta de eso, que sos menos que un perro en una frase, bueno, no podés ser menos que feminista luego en la adultez. De todas maneras pienso que no hay algo como una “escritura femenina”, pero el hecho de hacernos un lugar en un mundo que posee una lengua masculina exige cierta fuerza, cierta determinación. Es algo bastante incómodo pero al mismo tiempo dinámico y estimulante desde el punto de vista creativo.
–Pienso que es menos humillante para una mujer vender caro su cuerpo que trabajar por nada como cajera de un supermercado. Yo estoy por la legalización del trabajo sexual siempre que haya una protección, obra social, sindicato, etc.: que se convierta en un trabajo normal. Uno vende su fuente de trabajo cuando es un trabajador y también cuando es un trabajador sexual. Esto en Francia es un debate que está puesto sobre la mesa, y el gobierno de derecha que tenemos ahora quiere prohibir todo: las prostitutas tienen la vida muy difícil, están obligadas a ocultarse, son objeto de violencia y ahora también quieren castigar a los clientes, lo que no me parece ninguna solución. Soy madrina de Faire Face, una asociación que milita para que los discapacitados físicos tengan acceso también a servicios sexuales.
–Freud dijo muchas tonterías sobre las mujeres pero también dijo muchas cosas interesantes sobre la inquietante extrañeza. Una puede hacer su recorrido de mujer en la obra de Freud del mismo modo que lo hemos hecho en el de otros pensadores. Digo que el psicoanálisis me salvó porque yo era muy depresiva y no me sentía autorizada para pensarme como escritora, algo que la terapia me habilitó. Pensaba que era algo demasiado lindo para que me pasara a mí. Uno de los grandes retos cuando una es mujer es la autoestima y pensar que una no necesita de nadie para avanzar y hacer cosas. Incluso hoy en día las niñas son educadas para esperar al príncipe. Yo tengo dos nenas y un varón y trato de seleccionar lo que miran en la tele, porque veo que el paradigma sigue vigente. Lamentablemente les encanta Barbie, pero también les gusta Dora la exploradora, porque hace cosas con el cuerpo y toma decisiones, eso está bueno. Acá lo que me llamó la atención viniendo de Ezeiza es la cantidad de propaganda electoral con cara de mujer, eso me parece bueno para las más chicas, que puedan ver que nosotras podemos gobernar. Yo quería que mis hijas se imaginaran como presidentas de la república.
–Creo que Marine Le Pen va a llegar lamentablemente a la segunda vuelta, no va a ser presidenta pero va a estar muy peleado. Sarkozy es muy impopular pero hace campañas muy efectivas, entonces habrá que ver qué pasa. Ya no podemos contar con Strauss-Kahn, qué vergüenza, pero hay gente muy buena, mujeres y hombres, en el Partido Socialista. Vamos a ver, tenemos un año por delante. Hay mucha gente de izquierda que en este momento se siente más cómoda acá en Argentina, con su gobierno, que allá, pero ¿el aborto es legal acá?
–Entonces acá me siento menos bien que en París. Hay problemas allá pero tampoco hay que exagerar, el gobierno que tenemos todavía no es facista. Y tengo la esperanza de que en 2012 la izquierda gane. En cuanto a la literatura y la vida cultural, me gusta mucho Buenos Aires.
– (Interrumpe) ¡Ya lo hice! No me acuerdo de haberlo dicho, pero cumplí con la fantasía y estuvo muy bien haberlo hecho. La diversidad sexual existe como el aire que respiramos, pienso que hay que dejar a la gente tranquila con sus deseos. El deseo es como una droga dura, no es pasible de ser legalizada o no, de manera que mejor aceptarla y darle marco legal a lo que se pueda con igualdad de derechos. Pero me parece que no hemos reflexionado, sobre todo en Francia, sobre la noción de consentimiento sexual. Incluso comprender que el consentimiento es también hacia una misma. Mi próxima novela cuenta la historia de una joven que se genera violencia a sí misma iniciándose sexualmente porque quiere imitar a las películas porno. Es muy difícil saber lo que una quiere.
–Bueno, no soy muy curiosa de lo que escriben los más jóvenes. Leí mucho a mi generación y a los más viejos, pero te puedo decir que soy muy amiga de Virginie Despentes. Ella tiene mi edad, es muy talentosa y me gusta nombrarla porque la admiro. En su último libro dice que el feminismo es el único “ismo” que no ha causado muertes. Incluso por el ecologismo se ha llegado a matar, y Virginie dice que por eso no nos toman en serio. Sobre mis lecturas, ahora estoy entusiasmada con algunos escritores nigerianos: Chinua Achebe, Wole Soyinka, Biyi Bandele, que es mucho más joven, y una mujer que se llama Chimamanda Ngozi Adichie, autora de Purple Hibiscus y Half of A Yellow Sun. La recomiendo.
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