La tendencia de la Escuela en Casa (homeschooling) crece en el mundo y nos asalta con dudas que hacen tambalear nuestras creencias. ¿Cómo sería el mundo si no hubiésemos ido a la escuela? ¿Cómo miraríamos la vida si nuestros educadores hubiesen sido nuestros padres? Expertos y protagonistas de estas experiencias analizan cuánto hay de revolucionario o de conservador en estas nuevas prácticas.
› Por Florencia Goldsman
Lucas tiene 8 años y está un poco nervioso. Aunque parece seguro de sí mismo, repite para sí los nombres en trabalenguas que terminan en “saurio”. Es que a la noche expondrá su conocimiento sobre dinosaurios a un nuevo auditorio: no ya a compañeros de su edad sino frente a los amigos de sus padres. Armado de unos coloridos afiches, dinos en miniatura y un mapamundi, el niño transmite con fascinación las diferencias centrales entre las eras Jurásica y Cretácica. Finaliza su presentación y pregunta por dudas. Los presentes aplauden y luego comienza el feedback. Su nueva maestra lo mira orgullosa con ojos de madre. Pero... ¡es la madre! Gabriela Cordón (35), coreógrafa y maestra de danza, describe el día a día de la experiencia en un blog (http://luminousfire.blogspot.com/) bilingüe en inglés y español. “Me siento activa, rejuvenecida y excitada. Sin contar todo lo que estoy aprendiendo en esta vuelta a tercer grado a mis 35” y desglosa los caminos que desde hace tres meses y medio los llevaron a ubicar el estudio en las habitaciones de la casa. Esta joven artista decidió tomar las riendas de la educación de su único hijo tras acordar que la escuela del pueblo en que viven no responde a las expectativas familiares. En su bitácora, además, comparte ejercicios de gramática, geografía y otras ciencias, linkea a recursos educativos y redes sociales que estimulan la enseñanza de contenidos escolares en el hogar.
La crisis educacional es para muchos un hecho. Entonces: ¿se puede concebir una nueva vía que combine el seguimiento personalizado con la creatividad y la socialización? El fenómeno de homeschooling, que ganó popularidad en los Estados Unidos en los años ’80, se remonta a la forma “natural” de educación anterior a la aparición de la escuela moderna cuyas bases son rastreables en los siglos XIX y XX. En sus orígenes, el homeschooling tuvo un vínculo estrecho con inquietudes religiosas que las nuevas escuelas de orientación secular no cumplían. Y buscaba dar respuesta, en otros casos, a la disconformidad respecto del sistema educativo moderno. En los ’70, las premisas y la eficacia de la educación obligatoria fue cuestionada mediante la publicación de Deschooling Society (Desescolarizando a la sociedad) por Iván Illich, pensador austríaco polifacético, crítico de la educación escolarizada y fomentador del autoaprendizaje. Retomadas sus ideas por el reformador escolar John Holt, en sus primeros libros Cómo los niños fracasan (1964) y Cómo aprenden los niños (1967), considera que las escuelas fomentan la competencia y la ansiedad, al tiempo que los escolares fracasan porque sienten miedo a ser humillados o castigados. Este adepto a las teorías libertarias y antiautoritarias de la educación buscó métodos alternativos orientados a que los alumnos pudiesen concentrarse en el aprendizaje y no en el temor a los profesores y las calificaciones. Para Holt la escuela equivalía a una imposición dogmática que no tenía en cuenta los principios básicos de la educación: la libertad y la comunicación.
Las razones para desescolarizar son variadas. Viana Maza (http://www.vianamaza.blogspot.com/), psicóloga guatemalteca residente en Chile, cuenta las razones propias y de su hija Ariana (8). Después de haber vivido en España, en donde su hija asistía a una pequeña escuela de orientación Waldorf, se mudaron a Chile, donde el panorama escolar cambió. “Al llegar a Chile, Ariana entró en un colegio privado para niñas, con uniforme, con profesores y profesoras a la ‘antigua’, exigencias académicas, comparaciones, pruebas, calificaciones, notas, abanderados y... tú ya sabes”, relata en un correo. Después de cursar un año, Viana se sentía la oveja negra entre otros padres y madres. “Yo pedía más tiempo para el juego y las otras mamás pedían más tareas para la casa. Yo pedía no tareas y las demás sólo querían guías de trabajo y más estudio para ser ‘excelentes’. Entré en un ritmo desesperante. Madrugar, correr, firmar agendas, hacer tareas, obligarla a bañarse, a comer rápido, a acostarse temprano, hacer tareas, levantarse, etc. Ariana empezó a agotarse de las jornadas largas. Dejó de leer por interés propio. Empezó a odiar las tareas y estaba cansada.” Aquellos síntomas de malestar la ayudaron a tomar la decisión de sacarla de la escuela. Además Maza admite con mayúsculas descreer del sistema educativo corriente y agrega: “No creo que se hagan las cosas bien en el colegio. Eliminan la creatividad, espontaneidad y capacidad de cada ser humano”.
Aunque no hay estadísticas oficiales, en los Estados Unidos son 2 millones de familias (el 1,1 por ciento de la población en edad escolar) las que optan por esta vía y de atrás le siguen Canadá y el Reino Unido. Mientras que en España, por ejemplo, hace algunos años se lleva el registro de más de 500 familias que apuestan por la enseñanza afuera de la escuela. En Sudamérica, Chile encabeza el ranking con, se estima, más de 200 familias que forman una red de educadores en el hogar. En la Argentina, sin embargo, la cifra de familias no está identificada aún. Si bien en cada país existe una disputa por la legalidad de este tipo de educación extraoficial, en el caso argentino, la posibilidad de que los niños puedan rendir exámenes libres a fin de año validaría este marco de educación alternativa (Artículo 88 del Reglamento Escolar: “Se considerarán alumnos libres aquellos que reciban instrucción en sus hogares o en instituciones no reconocidas durante el lapso de edad escolar”). Asimismo, los especialistas en homeschooling aseguran que estos estudiantes no tienen mayores dificultades si decidieran ingresar a universidades de prestigio (ver: www.elblogalternativo.com)
Fabio Tarasow, coordinador del posgrado en Educación y Nuevas Tecnologías de Flacso da un fuerte contrapunto sobre el tema: “La propagación de la idea del homeschooling está asociada a dos situaciones. La primera un libertarismo in extremis que entiende que cada familia tiene la libertad de educar a sus hijos de acuerdo a sus ideas, sin la injerencia del Estado. Por otro lado es una alternativa a la falta de respuestas institucionales. Sin embargo, aunque exista población que viva alejada de centros urbanos no están aislados entre sí, por lo que el agrupamiento en comunidades permitiría organizar la educación de los más jóvenes cuando ésta no está garantizada por el Estado”. Además sostiene que “confinar al niño a la perspectiva que sólo le brindan sus padres es empobrecer su posibilidad de conocer otras perspectivas, cuestionar y contrastar”.
No obstante las críticas, quienes narran sus experiencias con la Escuela en Casa señalan vivencias que bien vale detenerse a considerar. Stacy, una estadounidense que vive en Buenos Aires hace más de un año, observa con sensibilidad en su blog (http://www.homeschoolargentina.com/) que la experiencia de sus hijos en una escuela privada les contagió cierto pesimismo que percibe en la sociedad argentina. Mamá de Charlie (9), Will (8) y Nathaniel (6) narra en un post “La desesperanza, el miedo y el cinismo es muy profundo en la Argentina”. ¿Quién se anima a contrarrestar esta percepción? Llamada a hacer una revisión acerca de su elección, confiesa cuestionarse seguido sobre su propio sentido de aislamiento, antes de responder hacia “otra gente que puede es muy crítica” hacia este tipo de opciones.
Uno de los lados positivos que esta familia de Seattle rescata, entre muchos otros puntos, del homeschooling es la dimensión del tiempo que este tipo de enseñanza propone. El homeschooling no disecciona el día en timbres de recreo, asignaturas o temporadas específicas para vacaciones. “Con Escuela en Casa se puede viajar en la temporada baja cuando hay menos gente y es menos costoso.” Y describe: “La educación en casa es tan sólo una fracción del costo de la escuela privada por lo que le permite tener más dinero para viajar. El mes pasado hicimos un viaje a Puerto Madryn en Patagonia. Hemos visto las ballenas francas y los pingüinos”. Sobre el uso provechoso del tiempo, Gabriela Cordón también anota un aprendizaje: “A la segunda semana me di cuenta de que estaba tratando de forzar que las clases fueran de determinada duración, como una hora... y de repente pasó que nos funcionó mejor en segmentos de 20 minutos. Pensé que había hecho el gran descubrimiento pero a la semana siguiente resultó que pudimos trabajar muy bien una hora y media seguida. Eso es lo rico: que podemos ir cambiando dependiendo de cómo estamos, en qué circunstancias: si está lloviendo mucho, si hay sol... si viene un amiguito, siempre se puede cambiar”.
En blogs, foros y conversaciones se repiten las críticas. El obtuso rechazo a esta forma de “educación desescolarizada” aprieta el resorte de la respuesta negativa apenas se menciona la opción de saltearse la escuela. Pero si reflexiona un poco más son varios los que se preguntan, junto a Holt, si los métodos actuales de instrucción no “estrangulan la curiosidad intrínseca de los niños en edad escolar”. Así también lo hace el filósofo español Claudio Naranjo cuando opone el binomio de “Educar para la vida vs Educar para fabricar trabajadores”. También, en el intento de deconstruir los prejuicios, Laura Mascaró, abogada y especialista en homeschooling española, despeja: “Creo que hay que ir desmontando el tópico de que las familias que educan en casa son hippies, de izquierda, anticatólicos, vegetarianos, que no vacunan, que paren en casa, que no castigan, etc. O, en el otro extremo, que son ultrarreligiosos y no quieren que sus hijos se mezclen con gente diferente. En realidad, somos gente corriente”. Las madres/bloggeras y sus hijos/as consultados en esta entrevista aseguraron contrarrestar el “efecto burbuja” o “antisocial” que se endilga al homeschooling. Lucas, en Guatemala, participa de un programa de formación artística junto a otros chicos de su pueblo. Ariana, en Chile, juega en la plaza con sus amigos y comparte charlas con sus vecinos cuando acompaña a su mamá al mercado. Por último, los hijos de Stacy se encuentran en el Club de Amigos con chicos de su edad para festejar cumpleaños y hacer deportes.
Ivan Ivanoff, especialista en investigación y desarrollo con nuevas tecnologías y socio de EstadoLateral Media Lab, comparte su visión acerca de un modo de conocimiento autodidacta, alejado de la noción lucrativa y lineal de la educación. Ivanoff, que no terminó el colegio secundario, es hoy un referente para muchos programadores y geeks argentinos. “Creemos que no hay alguien que sea dueño del saber. Por lo tanto, al no tener dueño, el conocimiento es de todos. Clandestina, un evento del que soy parte en que se truecan conocimientos sobre tecnología y diseño, propone un concepto mutualista: te doy lo que sé y vos me das lo que sabés. Somos lo que hacemos y somos en los tiempos que corren”, grafica. Sin embargo, a la hora de pronunciarse sobre la Educación en Casa cree que la escuela es un espacio de debate y generación de consensos ineludible: “Desde el consenso se cambia el mundo. Educarte fuera de esa búsqueda con otros que son distintos es peligrosísimo porque te hace irracional socialmente. Te quita la capacidad de entender el consenso y de aceptar que lo que quiere la mayoría muchas veces no es lo que uno espera”.
Las preguntas acerca de la creatividad, de las fallas del sistema escolar y del respeto hacia la niñez flotan en el aire entre respuestas que, al momento, se presentan polarizadas. En la Web las adeptas a la Escuela en Casa (la mayoría de los blogs son escritos por mujeres) toman la posta de esta forma alternativa de educación. Los consejos, las actividades didácticas y las vivencias personales se mezclan para constituir un tapiz multiforme que evidencia una nueva y compleja relación padres/padres/hijos/educadores/educandos. Desde Flacso, Tarasow refiere el componente tecnológico: “Esta interacción (a través de Internet) no reemplaza nuestras interacciones en el mundo presencial, se complementan, por lo que a pesar de considerar a Internet como espacio de interacción el homeschooling carece de todo aspecto social”.
Lucas está preparando su siguiente presentación, que será acerca del Sistema Solar y nos cuenta que prefiere a Neptuno antes que Saturno. Así también como los otros niños y niñas que son educados en sus casas acepta que a veces extraña a su maestra. Le sostiene la mirada a su mamá y se anima a hacerle una “crítica constructiva”: que no sea “tan enojosa” le pide. Después sonríe y revela que además de aprender inglés y español, va por su tercera lengua: el kakchiquel, idioma de origen maya que hablan sus amigos del pueblo en donde transcurren sus días. Entramos en su colorido blog para espiar una vez más el método de estudio, si es que se puede hablar de un “método” en homeschooling. Y encontramos uno de sus ejercicios de escritura: “Había una vez un payaso pedorro y gordinflón. Su mejor amiga era una cucaracha colocha que siempre canturreaba y brincaba. Un día, al payaso se le chispoteó que había quedado de juntarse con su amiga. Pero ella lo perdonó y se fueron juntos al parque de diversiones”, en una sabia lección de soltura y originalidad.
No hay una fórmula ni existe la solución perfecta para el problema educacional. Mientras tanto estas cybermaestras batallan y proponen. Así como reclama Viana desde el otro lado de los Andes: “Cambiaría las escuelas con uniformes, con clases magistrales, con autoritarismos y calificaciones. Las etiquetas, los horarios extensos las clases intelectuales. Agregaría más arte e integraría las ‘materias’. Dejaría de dar clases magistrales y dejaría a los niños y niñas aprender por iniciativa. Crearía un ambiente agradable en donde se deje de pensar que el adulto lo sabe todo y el niño no sabe nada, ya que ellos saben muchísimo (quizá más que algunos adultos)”.
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