EDUCACION
Una niña de Misiones pudo contar, en una tarea que le pidió su maestra, que su tío la había violado. Esta situación demostró una vez más que a través de la escuela se pueden prevenir o contener abusos sexuales. La implementación de la Ley de Educación Sexual Integral en todo el país es imprescindible para el cuidado del cuerpo de chicos y chicas. Todavía falta para que llegue a todas las aulas, pero el camino está en marcha. Y cada vez más organizaciones piden su efectiva implementación.
› Por Luciana Peker
“¿Cuál fue el día más triste de su vida?”, les preguntó la maestra. Ella contó que un tío había intentado abusarla y que su hermana la defendió. De esta manera, salió a la luz el abuso sexual que sufría una niña de Misiones. Después, ella lo denunció ante la Justicia –según el relato de la periodista Mariana Carbajal, en Páginal12– y él, como parte de la impunidad materializada en venganza, la violó. Ella se quedó embarazada. Y ahora pide por un aborto no punible que está contemplado en la ley y que sólo la injusticia de no aplicar una ley de 1921 hace que la niña padezca la violación perpetuada en su cuerpo.
Igualmente, su caso vuelve a demostrar la necesidad del efectivo cumplimiento de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral. Mabel Bianco, presidenta de la Fundación Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), contextualiza: “El número creciente de niñas víctimas de abusos sexuales crece en el país y junto a ello los embarazos producto de esas violaciones y el pedido de madres, padres y las niñas de interrumpir los embarazos forzados. Pero detrás de esos casos está la ausencia de la educación sexual integral que permitiría enseñar a niñas y niños a distinguir y denunciar el abuso sexual y a los maestros saber cómo actuar en estos casos”.
La Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE) también remarca: “Estamos convencidos de que la educación sexual es la mejor herramienta para disminuir la cantidad de embarazos adolescentes, prevenir las enfermedades de transmisión sexual y VIH/sida y, fundamentalmente, situaciones de violencia y abuso sexual”. Aunque no se trata sólo de espantar demonios, sino de convocar al goce: “También, para aprender a disfrutar y cuidar el propio cuerpo”, subrayan.
La semana pasada un proyecto de ley de la diputada porteña María José Lubertino para que haya preservativos en las escuelas (que los y las adolescentes ya pueden ir a buscar a los centros de salud) suscitó una polémica mediática como si la sociedad argentina se sonrojara por el sexo mientras el reflejo televisivo arde de sexo sin filtro.
Es cierto que lo más debatido fue que la posibilidad de pedir profilácticos empezaba –según la iniciativa– en sexto grado. Pero eso no quería decir que las relaciones sexuales comenzaran a esa edad, sino que pudiera comenzarse con el conocimiento de la única barrera conocida actualmente contra el VIH. Pero, además, la televisión que comenta un video de sexo explícito (como el robado a Silvina Luna) a las diez de la mañana después se horroriza si se trata de hablar, mostrar, tocar o regalar un pedacito –salvavidas– de látex. “Hoy, los chicos/as no se encuentran en condiciones de traducir todo el bagaje de imágenes, datos, situaciones que reciben diariamente vía Internet, TV y la publicidad”, cuestiona CADE, que trabaja junto a Ctera.
Mara Brawer, subsecretaria de Equidad y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, explica qué se hace y qué falta hacer para que la educación sexual no sea letra muerta, sino escrita en las carpetas escolares: “Quizás no llegó a las aulas de la manera que queremos. Pero hay provincias que no hacían nada y que ahora hacen congresos, gremios que realizan seminarios y el ministerio reparte seis millones de ejemplares de la revista Educación Sexual Integral para charlar en familia, que nos la sacan de las manos”.
–Se avanzó mucho en los últimos dos años. Entre la nada y la llegada al aula existe un trecho largo, pero hay montón de cosas que están pasando. En la comunidad educativa, en los sindicatos y en las provincias hay movimiento. Aunque esta tarea es intensa y el esfuerzo no tiene que cesar hasta llegar a los chicos y chicas –dice Brawer.
–En la ciudad de Buenos Aires la realidad es otra. Además de la ley nacional, existe una norma local, pero que tampoco se cumple. Según denuncia Lubertino, el año pasado había un escaso presupuesto de 1.500.000 pesos para capacitar a docentes o imprimir materiales. Pero, de esos mínimos fondos, sólo se usaron 1500 pesos. Ni para fotocopias. Por eso, María Elena Naddeo, Raúl Puy, Eduardo Epszteyn y Aníbal Ibarra inquirieron, igual que Francisco “Tito” Nenna, el 22 de julio del 2010, al Poder Ejecutivo encabezado por Mauricio Macri, sobre el cumplimiento de la ley de educación sexual. Todavía no hay respuestas, principalmente, las que piden los chicos/as en las escuelas.
La abogada Mariela Belski, directora de Educación y Discriminación de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), explicita: “Se está incumpliendo la aplicación de estándares fijados por diversas leyes nacionales, así como compromisos internacionales asumidos por nuestro país. Además, un claro ejemplo de la falta de implementación de estas políticas puede visualizarse en los datos de abortos, mortalidad materna y embarazos adolescentes. En el 2009 el Ministerio de Salud registró que del total de 44.615 nacidos vivos en la ciudad de Buenos Aires, setenta correspondieron a madres menores de 15 años, 3053 a madres de entre 15 y 19 años y 7694 a madres de entre 20 y 24 años”.
“Si queremos una sociedad igualitaria, tenemos que trabajar los estereotipos de género, la diversidad sexual, los modelos estéticos que nos vende el mercado, que todos los chicos y chicas puedan acceder a métodos de anticoncepción y no sólo quienes tienen dinero para adquirirlos. Es la escuela el lugar donde se da la justicia pedagógica”, señala Brawer. Pero cuando se da algún paso, la educación sexual trae, también, resistencias. La Red de Padres de Tucumán denunció que el Ministerio de Educación de la Nación distribuyó seis millones de ejemplares de una publicación que promueve –según ellos y según ellos está mal– “las relaciones homosexuales, el lesbianismo, el travestismo y desdibuja la diferencia sexual y complementaria entre el varón y la mujer y su intrínseca capacidad de fecundar”.
Brawer responde: “A mí me asombra que haya críticas feroces a un material respetuoso, pedagógico, con información científica y que esos sectores no alcen la voz en repudio de lo que los chicos ven y escuchan en los medios de comunicación: la grosería y una sexualidad mecánica y sin respeto”.
“Silencios prolongados, ojos vendados, oídos tapados. Sin voz, sin palabra, sin escucha.”
“En ciertos sectores de nuestra sociedad pareciera que lo que no se dice, lo que no se ve, lo que no se escucha no sucede. En las escuelas, sin embargo, acompañamos situaciones de padres y madres de 14 o 15 años, pibas y pibes abusados, enfermedades de transmisión sexual, noviazgos violentos, familias violentas, etc. Aunque nos llamen a silencio, esto sí acontece. No podemos llamarnos educadores mientras pibes y pibas sigan padeciendo el silencio que oprime, que ciega, que enmudece”, enseña Gustavo Galli, director de una escuela secundaria de La Matanza.
“Ser adolescente hoy es vivir en un torbellino de estímulos e imágenes que aceleran los deseos y convierten la intimidad y la sexualidad en un objeto de consumo. Los cuerpos se exhiben a toda hora, se invita a las niñas y niños a tratar de encajar en modelos de belleza y éxito asociados al erotismo. Hay una ley de educación sexual que no se implementa en forma efectiva en las aulas, entonces no se pueden lograr cambios reales que generen conductas de cuidado. Sin embargo, sigue siendo la escuela el primer lugar de confianza, a veces el único”, dice una docente que sabe de lo que habla porque habla de educación sexual. Ella es Victoria Arias, profesora de Lengua y Literatura en escuelas medias de la Capital Federal, que ejemplifica: “L@s adolescentes siguen teniendo vergüenza a la hora de comprar preservativos o de acercarse a un centro de salud. Pero las relaciones sexuales ocurren, aunque los adultos nos hagamos los desentendidos. Los empujamos desde los medios masivos a iniciarse sexualmente para ser ‘cancheros’, pero luego creemos que son niñitos asexuados y nos horrorizamos a la hora de pensar en que reciban elementos de prevención. La escuela es el mejor lugar para que se naturalice el uso de preservativos, para que sientan que es para cuidar su salud. Repartir preservativos no es, como algunos sostienen, fomentar las prácticas sexuales, por el contrario, es habilitar el cuidado y el amor a la vida”.
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