DIEZ PREGUNTAS > A LORENA ASTUDILLO*
› Por Laura Rosso
De la mutua admiración, del deseo de compartir y de aprender juntos, de búsqueda de las raíces negras de la música folclórica argentina, de muchas ganas de jugar libremente y divertirnos muchísimo a la hora de hacer música. También surgió al comprobar que mucha gente venía a vernos “en vivo”, se sumaban a la partida y nos pedían insistentemente el disco.
En mi familia hay un mito –que aún no puedo terminar de certificar– de que por línea paterna descendemos de esclavos africanos. A mi padre lo llaman el Negro Astudillo, tiene una musicalidad infernal (cantante, bombista y eximio bailarín) y tanto sus tíos como su padre tienen fisonomía de descendientes afro. Además mi pasión por la cultura negra tiene que ver con la forma en que los negros sienten y viven la música, desde el cotidiano, desde el ritmo, la alegría y hasta la supervivencia. Y en nuestro folklore desde el bombo en adelante, los ritmos y danzas están impregnados de esas raíces.
Pura ganancia, swing y una diversidad creativa que al menos a mí me permite aprender inmensamente. De hecho volví a escribir canciones y me salen “en candombe” y estoy fascinada aprendiendo a tocar mi tambor.
Porque sin la música me muero, no sé cómo sería mi vida, creo que sería una persona espantosa si no pudiera cantar o actuar.
Tuvo que ver muchísimo en la elección del camino, ya que psicoanálisis mediante descubrí que no podía dedicarme a otra cosa más que a cantar porque soy cantante desde el alma, desde el destino o como se quiera ver. Tengo cierto diseño que me hace buena para la música y pésima para lo cotidiano, ya que me cuesta horrores desenvolverme adecuadamente en las cuestiones más prácticas de la vida.
Además, el tener una carrera universitaria me da cierto rigor a la hora de estudiar y preparar los repertorios. Me encanta leer y ser bastante sistemática. Muchas veces comienzo los proyectos desde los libros, desde las investigaciones..., por fortuna los termino jugando en el escenario.
No.
No estoy muy al tanto de los proyectos que están en ciernes, pero para al menos paliar la situación actual aquella que permita contener y ocuparse de los chicos y de las familias que están desprotegidas en la calle, que haya adecuada contención y digna educación con igualdad de posibilidades para ellos y para todos.
Puedo decir que no pero me cuesta horrores cuando siento que estoy frustrando al otro; en mi imaginario infantil siento que le hago daño al otro y que ya no me querrá más (tamaño problema a la hora de decir que no a mis niños) en fin... carne de diván.
En una época me sentía imprescindible para todo y sufría espantosamente. Hoy me encuentro en una etapa de transición en que siento que soy imprescindible para cada vez menos cosas. Tal vez llegue el momento en que sienta que sólo soy imprescindible para mí misma, para mi deseo, y sienta con certeza que el mundo se puede arreglar igual sin mí. Donde más me siento necesaria pero no imprescindible es en lo que concierne a mis hijos. Me angustia pensar que puedo “no estar” para ellos.
De cierta soberbia, de cierta mezquindad y de cierta estrechez del pensamiento que me lleva a veces a juzgar al otro más que a conocerlo y a comprenderlo.
* Lorena Astudillo es porteña, cantante, docente, actriz y licenciada en Psicología.
Su primer disco, Lorena canta al Cuchi, está enteramente dedicado al Cuchi Leguizamón. Ojos de agua y Tras de una ausencia son sus trabajos posteriores. Su último disco Solo los dos –junto al bajista uruguayo Daniel Maza– será presentado el 3 de septiembre en La Trastienda.
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