MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Luego del puntapié inicial y la apertura de BafWeek primaveraverano 2012, el lunes 8 a la hora del cóctel y con la colección de María Cher que fusionó babuchas con odas rockeras, quienes asistimos la mañana siguiente a la presentación de Chocolate (la firma que simboliza ropa para jóvenes y cuyas fundadoras, las hermanas Moni Rivas y Susana Fandiño, están muy prontas a celebrar sus treinta años en la moda) nos encontramos con un happening y pasarela trazado en la vidriera de su local. Allí una colección que pregonó nueva bohemia, maxivestidos de impronta hippie chic –algunos con batik, otros con colores especiados, algo de glitter–, bordados para noche, un trench con pañuelo tropical, sastrería y blusas de seda. Con licuados de frutas y un banquete de pâttiserie con prédicas naturistas se celebró el ingreso a la firma de las diseñadoras María Marta Fachinelli y Gaba Esquivel. Sus CV remiten a los comienzos de “Diseñadores del Bajo” y a una tienda en Palermo que consagrada a vestidos –leáse estilo Fachinelli– y también a colecciones de gauchos estilizados traspolados a la escena de Nueva York, como fueron las acciones de Gaba E.
Una semanas antes del BafWeek y del desfile celebrado en la Rural a la hora del té, Martín Churba invitó a dos cronistas a avistar piezas de su nueva colección para el verano llamada “Fashion Now”. Entonces el perchero se estaba alistando para fittings –pruebas con las modelos– editado por la estilista Florence Arguello. Una sucesión con variaciones sobre estructuras de sillones BKF, desarrolladas por el estudio de arquitectura “NormalMartín Huberman, anticipaban lo que fue la puesta ya in situ en la Rural, el martes 9 a las 5 pm.
En uno y otro escenario se pudieron ver paillettes aplicados a moda más lista para usar –de vestidos cortos a shorts–, túnicas de seda, leggins con animal print según Tramando, ensambles de encaje, tramas y trampas visuales aplicadas a suéteres colosales, remeras de amplia morfologías y vestidos. Hubo además una línea de remeras con logo Tramando, gesto que habla de una democratización de la firma, que sin duda continúa con sus vestidos de noche, línea años 20, un charleston rockeado y que las modelos llevaron arriba de zapatillas Topper. “Es casi como si Tramando identificara los hits o clásicos de los grandes almacenes y les incorporase el ADN de la firma”, sentencia Martín mientras su asistente y musa, la baterista y bailarina Romina D’Angelo, le acerca un té con macarrones.
El jueves 11 al mediodía tuvo lugar la provocación de situar gradas de metal sobre el piso de mármol del Palacio Paz, la locación que cobijó el desfile de A.Y. Not Dead. Escalinatas palaciegas de metal oficiaron de mirador para que los seguidores de la firma y los cronistas, además de reflejarse en el espejo chiquérrimo de la sala y simular ponerse algún cairel de tocado, apreciaran las coordenadas de la colección Young Gods. La disco y los beats se agitaron cuando los pisos marmolados y la boisserie se iluminaron cual pista de baile (gracias al oficio de Sergio Lacroix). Sus “Jóvenes Dioses” llevaron peinados con citas al estilo mohicano, entablaron un flirt con la cultura de los teddy boys y el punk –la estampa Sex de algunas remeras en clara alusión a la mítica tienda de Vivienne Westwood y Malcom McLaren– e irrumpieron matizados por un halo romántico: ellas llevaban capas de gasa emergiendo de jeans con camisas transparentes –estilo see trough–, un juego de fuerzas disparado por arneses sobre las siluetas, los vestidos cortos que exhibían piel y delgadez, leggins de animal print y camisas al tono en ensambles cual tailleur. Al cierre, cuando irrumpió una pareja de novios en jeanswear, la cola de tul blanco de la modelo Naomi Preizler rezaba “Just Kids”.
Del lado del diseño de autor, irrumpió la puesta poética e intimista de Vicki Otero: la sucesión de vestidos netos y la sastrería austera que pareciera representar trajes folclóricos despojados de sus excesos. Los exquisitos recortes en espaldas y pecheras, los drapeados en túnica refinadas, en tonos blanco, negro, gris y rojo. Se sumó una ejecutante de arpa y el cantante Carlos Casella, ataviado de traje blanco cual crooner latinoamericano.
Del lado de los debuts en pasarela BafWeek, dijo presente Evangelina Bomparola con su colección con anclaje en el “casual chic” que caracteriza sus diseños, con alusiones al futurismo retro. De ahí las alfombras inmaculadas que abrigaban la pasarela de la Rural, junto a la plataforma que anunciaba un concierto: el de los músicos de Poncho, agrupación electrónica que admite al DJ Zuker, quienes llevaban guiños cómplices y recortes de algunas piezas arriba de sus ropas. La sucesión de vestidos con bases nude y geometrías en naranja, fucsia y dorado que parecieron celebrar tanto al modelo Mondrian de YSL –año 1965– como a las geometrías de Courrèges. Aquí los materiales fueron sedas naturales ya en doble georgette, organza y gasa. Según enunció la diseñadora, “la colección parte de una misma tipología: la túnica”.
El furor tribal, léase folk, hippie chic y prédicas espirituales para afrontar el verano venidero, se manifestó tanto en Rapsodia –la puesta en escena remitió a una carpa oriental y a la exaltación de saris y túnicas– como en Juana de Arco. Los atuendos de la firma de Mariana Cortés se fragmentaron en diez líneas que simularon un viaje por el Ganges o Nueva Delhi, exaltando mantras y oms. Los textiles, marca de fábrica de la diseñadora, remitieron a estampas de pavos reales.
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