[IN CORPORE]
› Por Liliana Daunes *
En estos días hemos conocido, al menos, dos casos de niñas embarazadas producto de violaciones ocurridas en el ámbito familiar, cuyas madres solicitaron la práctica de un aborto terapéutico, que está comprendido dentro del Artículo 86 del Código Penal, que establece que ese aborto debe considerarse no punible y por lo tanto realizarse en un hospital público. En Misiones, la corporación médica respondió a las expectativas y mandatos de la iglesia y no lo realizó (a través de la presión de la familia y la adolescente abusada). Y en el caso de Bahía Blanca, de una nena de once años, en el Hospital Penna sí se cumplió con la ley. Desde el servicio médico del Penna, con buen tino, contestaron ante los cuestionamientos por este caso que no iban a responder al periodismo (nada menos que al diario conservador La Nueva Provincia) ya que “es un tema privado de una familia y hemos decidido no hablar nunca más cuando ocurren hechos como éste que, lamentablemente, pueden seguir ocurriendo”.
También en estos días, el diario cordobés La Voz del Interior, publicó una entrevista con el médico chileno Aníbal Faúndes, ginecólogo y obstetra, coordinador del Comité de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia (Flasog), en donde aseguró que las leyes que prohíben la interrupción voluntaria del embarazo no se cambian porque quienes pueden modificarlas igual acceden a la práctica. Y puntualizó: “En los países donde se legalizó, la cantidad de abortos disminuyó. En la medida en que haya información sobre fertilidad y se ofrezcan métodos anticonceptivos, disminuye la práctica”.
He aquí la importancia y lo realista de nuestra consigna “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. En la oportunidad en que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito invitó a Faúndes a una conferencia en el Congreso, cuando se le preguntó sobre el aborto medicamentoso, él respondió: “El misoprostol, la droga que se utiliza en estos casos, en forma de comprimidos vaginales, ha significado una revolución positiva. En 2009, en Uruguay, no hubo ninguna muerte materna por aborto gracias al uso de este fármaco. Casi no hay riesgos documentados si se utiliza hasta la semana número doce y puede realizarse de manera domiciliaria. Baja, radicalmente, los costos del sistema de salud y resuelve el problema que expresan aún muchos médicos de la objeción de conciencia, porque es la misma paciente la que se coloca estas pastillas”.
* Conductora de La Rosa Brindada, en Radio de la Ciudad, y de Espejos Todavía, en FM La Tribu, e integrante de Marca de Radio, en La Red.
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