MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Cruzando la puerta en carrusel del hotel Alvear, la ex modelo y actual primera dama de la provincia de Buenos Aires, Karina Rabolini –vestido corto de encaje beige, un abrigo negro, petite cartera Chanel y botas de caña alta en color verde musgo– conversaba con la ex modelo Teresita Garbesi, quien iba ataviada con traje negro y camisa blanca. Las seguían editoras y cronistas, celebrantes de la moda clásica y de vanguardia. Fue el martes 13 por la tarde cuando en el lobby y el bar confluyeron diversas generaciones vinculadas con la moda y en tándem se dirigieron a la presentación de la colección verano 2012 de la diseñadora Graciela Zito.
Dueña de una boutique en la galería Promenade desde 2005 y de un oficio en moda cimentado en la realización de buena sastrería, elogian las usuarias “de impecable factura”, la elección de la locación no fue arbitraria: Zito comenzó vendiendo sus diseños en una suite de ese hotel, acostumbra realizar sus desfiles allí y homenajear a las clientas e invitados con un té en el salón principal.
Con soundtracks de inspiración francesa, de Gainsbourg a Malcom McLaren y su tributo a París y al jazz, las luces de las arañas se atenuaron e irrumpieron microshorts combinados con tops de seda y chaqueta en variaciones de azulinos, un traje de pantalón y chaqueta beige orgulloso de su holgada silueta, un trench cruza con camisero o spolverino en color arena ceñido con delgado cinturón al tono. Les siguieron vestidos de línea globo y túnicas con morfologías que se modificaban con delgados lazos. Las modelos, con sus peinados chignon y sus leves trenzas, lucían cual si capturadas por una cámara en el momento en que las ejecutivas aflojan la pompa de un traje sastre para abordar reuniones de directorio en una locación bucólica o se disponen a hacer las maletas para veranear en Punta del Este o los Hamptons. Un vestido tejido en color crudo de impronta hippie y strapless de algodón resumían los hits de la temporada de alto verano. La sucesión de largos y cortos, en ensambles de lino, bodies de escotes pronunciados, el estilismo, las camisas see trough, rescates de la lencería parecían indicar que el manual de estilo Zito dirige guiños cómplices a nuevas generaciones de consumidoras.
En su proclama de temporada, Graciela Zito, quien creció en el contexto de una familia vinculada con la ópera, destacó tanto su prédica por el “menos es más” como “la búsqueda de una ecuación que combina rigor extremo en la calidad, diseños versátiles y elegancia sugerente”.
Tales coordenadas rigieron las pasadas en grises, azulados, lavanda, beige y arena, los tonos más afines en el fondo de placar de ejecutivas y cultoras del minimalismo.
Quienes estaban sentadas a la mesa seis, coronada por un bouquet de flores blancas, entre la vajilla señorial con sándwiches y dulces, tomaban nota o comentaban las pasadas, aunque estaban quienes twitteaban y fotografiaban, pues los desfiles se critican cada vez más con la inmediatez que aportan los soportes digitales y las redes sociales.
“Que ese vestido de seda natural es prefecto para una fiesta, que los tops tejidos y las faldas tubos piden a gritos siluetas longilíneas, que a Zito le gusta ir a Milán para ver las tendencias pero luego hace su propia edición y con matices porteños”, indicaban los murmullos por una y otra vía.
Continuaban los amplios pantalones en pesadas sedas y los pijamas de leves satenes. Y entre las largas faldas plato y las tableadas o tajeadas de modo tal que revelaban las piernas irrumpió el mono –dícese del enterito– con cierres que le aportaban a la colección apariencia streetwear. Algo similar sucedió con chaquetas de cuero con morfologías derivadas de un buen saco, y ni un atisbo de la crudeza y la cadencia rockera de una clásica chaqueta “Perfecto”.
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